/ domingo 31 de enero de 2021

Idioma e inteligencia

El efecto Flynn es conocido así por James Robert Flynn, escritor neozelandés nacido en Estados Unidos, investigador de la inteligencia humana. Consiste en la subida continua, año por año, de las puntuaciones de coeficiente o cociente intelectual (CI), registradas en la mayor parte del mundo. Una serie de estudios del Reino Unido desde 1938 hasta 2008 calculó el índice de crecimiento en alrededor de 2 o 3 puntos de CI por decenio.

Un texto subido por nuestro amigo Marcos Robledo Santana en su página de Facebook nos advirtió de este fenómeno interesante, sus implicaciones y hallazgos, así como algunas conclusiones de ello por lo que respecta a nuestra actualidad.

Se atribuye tal incremento básicamente a una mejor nutrición, una tendencia hacia la formación de familias más pequeñas y una mejor educación.

Pero en todo esto, que pudiera ser alentador, se halla agazapada una noticia lamentable. Leamos el texto atribuido a Christopher Clavé:

“El coeficiente intelectual medio de la población mundial, que desde la posguerra hasta finales de los años 90 siempre había aumentado, en los últimos veinte años está disminuyendo... Es la vuelta del efecto Flynn. Parece que el nivel de inteligencia medida por las pruebas disminuye en los países más desarrollados. Muchas pueden ser las causas de este fenómeno. Una de ellas podría ser el empobrecimiento del lenguaje [las negritas son de este columnista]. En efecto, varios estudios demuestran la disminución del conocimiento léxico y el empobrecimiento de la lengua: no sólo se trata de la reducción del vocabulario utilizado, sino también de las sutilezas lingüísticas que permiten elaborar y formular un pensamiento complejo. La desaparición gradual de los tiempos (subjuntivo, imperfecto, formas compuestas del futuro, participio pasado) da lugar a un pensamiento casi siempre al presente, limitado en el momento: incapaz de proyecciones en el tiempo.

La simplificación de los tutoriales, la desaparición de mayúsculas y la puntuación son ejemplos de ′′golpes mortales′′ a la precisión y variedad de la expresión… Menos palabras y menos verbos conjugados implican menos capacidad para expresar las emociones y menos posibilidades de elaborar un pensamiento. Los estudios han demostrado que parte de la violencia en la esfera pública y privada proviene directamente de la incapacidad de describir sus emociones a través de las palabras…”

Así que, para empezar el año, pudiéramos pensar en el reencuentro con nuestro idioma, ese tesoro abundantísimo que nos ha sido legado por las ricas culturas indoeuropea, grecorromana e hispanoamericana y que, en general, ha sido lamentablemente descuidado por diversos motivos e injustificables pretextos o una malentendida actualización en la tecnología.

Quizá fuese hora ya de reconciliarnos con nuestro lenguaje adquiriendo o retomando la costumbre de leer libros, y comenzar la tarea recuperando la jerarquía y dignidad de muchas palabras en español que, sin pensarlo tal vez, han sido sustituidas en los últimos tiempos por extranjerismos innecesarios y ajenos al espíritu de la lengua castellana, espíritu nutricio que la ha integrado y enriquecido.

Comenzaríamos, para recordar algunos ejemplos, con el reciente anglicismo “sanitized” con que se ha pretendido suplantar al participio “desinfectado”. A ello súmense términos como “accesar”, que constituye una importación servil del inglés “access”, para lo cual en español tenemos “acceder”.

“Aperturar” (del inglés “to apert”) es término adoptado por las nuevas tecnologías, completamente inadecuado e inútil en virtud de que ya existe en nuestra lengua el verbo “abrir”.

En todo caso, “apert” constituye, en el diccionario médico, un trastorno congénito caracterizado por deformaciones en el cráneo, cara, manos y pies.

Desfile es acción de desfilar, marchar en fila, una tras otra, pasar las tropas en formación; pero estas acepciones de ningún modo mantienen vínculo alguno con “parada”, que en español es acción de parar o detenerse, totalmente opuesta a desfile, que es movimiento. Lo que pasa es que algunos trasladan directa e indebidamente el “parade” del inglés (que sí quiere decir desfile) a nuestro idioma, donde significa cosa muy distinta.

Otra buena manera de conceder mayor valor a la lengua propia es incrementar nuestro léxico con el aprendizaje de vocablos nuevos. Lejos de oponernos a su adopción podemos asumir el propósito de enriquecer el diccionario personal, lo cual sin duda abonará puntos a nuestro CI.

Porque ignaros irredentos hay que en sus limitaciones mentales se asustan y burlan de la existencia de palabras como empatía, holístico, testar y resiliencia, en vista de que finalmente son incapaces de poseer la primera, se resisten a la segunda, se oponen a la tercera y carecen de la última.

El efecto Flynn es conocido así por James Robert Flynn, escritor neozelandés nacido en Estados Unidos, investigador de la inteligencia humana. Consiste en la subida continua, año por año, de las puntuaciones de coeficiente o cociente intelectual (CI), registradas en la mayor parte del mundo. Una serie de estudios del Reino Unido desde 1938 hasta 2008 calculó el índice de crecimiento en alrededor de 2 o 3 puntos de CI por decenio.

Un texto subido por nuestro amigo Marcos Robledo Santana en su página de Facebook nos advirtió de este fenómeno interesante, sus implicaciones y hallazgos, así como algunas conclusiones de ello por lo que respecta a nuestra actualidad.

Se atribuye tal incremento básicamente a una mejor nutrición, una tendencia hacia la formación de familias más pequeñas y una mejor educación.

Pero en todo esto, que pudiera ser alentador, se halla agazapada una noticia lamentable. Leamos el texto atribuido a Christopher Clavé:

“El coeficiente intelectual medio de la población mundial, que desde la posguerra hasta finales de los años 90 siempre había aumentado, en los últimos veinte años está disminuyendo... Es la vuelta del efecto Flynn. Parece que el nivel de inteligencia medida por las pruebas disminuye en los países más desarrollados. Muchas pueden ser las causas de este fenómeno. Una de ellas podría ser el empobrecimiento del lenguaje [las negritas son de este columnista]. En efecto, varios estudios demuestran la disminución del conocimiento léxico y el empobrecimiento de la lengua: no sólo se trata de la reducción del vocabulario utilizado, sino también de las sutilezas lingüísticas que permiten elaborar y formular un pensamiento complejo. La desaparición gradual de los tiempos (subjuntivo, imperfecto, formas compuestas del futuro, participio pasado) da lugar a un pensamiento casi siempre al presente, limitado en el momento: incapaz de proyecciones en el tiempo.

La simplificación de los tutoriales, la desaparición de mayúsculas y la puntuación son ejemplos de ′′golpes mortales′′ a la precisión y variedad de la expresión… Menos palabras y menos verbos conjugados implican menos capacidad para expresar las emociones y menos posibilidades de elaborar un pensamiento. Los estudios han demostrado que parte de la violencia en la esfera pública y privada proviene directamente de la incapacidad de describir sus emociones a través de las palabras…”

Así que, para empezar el año, pudiéramos pensar en el reencuentro con nuestro idioma, ese tesoro abundantísimo que nos ha sido legado por las ricas culturas indoeuropea, grecorromana e hispanoamericana y que, en general, ha sido lamentablemente descuidado por diversos motivos e injustificables pretextos o una malentendida actualización en la tecnología.

Quizá fuese hora ya de reconciliarnos con nuestro lenguaje adquiriendo o retomando la costumbre de leer libros, y comenzar la tarea recuperando la jerarquía y dignidad de muchas palabras en español que, sin pensarlo tal vez, han sido sustituidas en los últimos tiempos por extranjerismos innecesarios y ajenos al espíritu de la lengua castellana, espíritu nutricio que la ha integrado y enriquecido.

Comenzaríamos, para recordar algunos ejemplos, con el reciente anglicismo “sanitized” con que se ha pretendido suplantar al participio “desinfectado”. A ello súmense términos como “accesar”, que constituye una importación servil del inglés “access”, para lo cual en español tenemos “acceder”.

“Aperturar” (del inglés “to apert”) es término adoptado por las nuevas tecnologías, completamente inadecuado e inútil en virtud de que ya existe en nuestra lengua el verbo “abrir”.

En todo caso, “apert” constituye, en el diccionario médico, un trastorno congénito caracterizado por deformaciones en el cráneo, cara, manos y pies.

Desfile es acción de desfilar, marchar en fila, una tras otra, pasar las tropas en formación; pero estas acepciones de ningún modo mantienen vínculo alguno con “parada”, que en español es acción de parar o detenerse, totalmente opuesta a desfile, que es movimiento. Lo que pasa es que algunos trasladan directa e indebidamente el “parade” del inglés (que sí quiere decir desfile) a nuestro idioma, donde significa cosa muy distinta.

Otra buena manera de conceder mayor valor a la lengua propia es incrementar nuestro léxico con el aprendizaje de vocablos nuevos. Lejos de oponernos a su adopción podemos asumir el propósito de enriquecer el diccionario personal, lo cual sin duda abonará puntos a nuestro CI.

Porque ignaros irredentos hay que en sus limitaciones mentales se asustan y burlan de la existencia de palabras como empatía, holístico, testar y resiliencia, en vista de que finalmente son incapaces de poseer la primera, se resisten a la segunda, se oponen a la tercera y carecen de la última.