/ domingo 7 de noviembre de 2021

En torno al nombre California Actualidad de propuestas (casi) cincuentenarias

En su edición del 2 de octubre de 1974, el diario Excélsior publicó el artículo del erudito y mordaz don Raúl Prieto titulado “Topónimos dignos”, del que he seleccionado algunas expresiones a propósito del renovado interés que ha merecido en nuestros días el nombre de California.

“Son tres las Californias: una ya no nuestra, la Alta o Nueva California, arrebatada a México por Estados Unidos; otra, el estado de Baja California (antes tenía añadida la palabra norte), y una más: el hasta hace poco territorio de Baja California (que a su vez se llamó territorio sur –perdura el gentilicio terrisureño-). Por supuesto, es inverso el orden cronológico de las tres partes: la última de las mexicanas citadas debe considerarse, históricamente, la primera California. A su punta arribaron los descubridores de esa tierra que supusieron insular y que Ulloa y más tarde Kino definieron, con propiedad, península.”

Y continúa: “En declaraciones recientes (Excélsior, 18 de septiembre), Miguel León-Portilla concedió su visto bueno al nombre estado de Sudcalifornia, el cual sustituiría a territorio de Baja California. Imagino que fue su gentileza la que movió al doctor Portilla a dar una aprobación precipitada.”

Su aseveración la explica de la siguiente manera: “Porque Sudcalifornia es inadmisible a causa de cinco defectos. Primero: es un nombre pobre por su forma (compárese con California Meridional); segundo: en cierta forma es peyorativo (en Sudcalifornia se relega a segundo término a California); tercero: es cacofónico (el encuentro de las consonantes dc de Sudcalifornia repugna al oído del hispanohablante; cuarto: es extranjerizo (al igual que Sudcorea –evidentemente son más castizas las designaciones California del Sur o Corea del Sur-); y, quinto: es ambiguo (en relación con la California de Estados Unidos, puede llamarse California del Sur tanto a la mitad septentrional como a la meridional de nuestra península).”

“Quizá todo se resolverá no racional sino burocráticamente, y pronto veremos en el mapa de México el estado de Sudcalifornia (a fin de cuentas, lo mismo que estado de Baja California).”

A tal distancia sabemos que el pronóstico, aunque resultó desacertado, quizá de cumplirse hubiese evitado las dificultades posteriores y actuales que ha suscitado el innecesariamente kilométrico y pleonástico nombre de Baja California Sur.

Luego de un breve intermedio para referirse a la confusión de los cuatro Méxicos (el país, el estado, el valle y la ciudad), continúan los comentarios del señor Prieto en torno al tema principal y dice: “El calificativo baja ha pasado, en boca de nuestros vecinos, de equivalente del prefijo sud- a corresponder a la partícula sub-. Al llamar Baja, a veces, a la California mexicana, dan a entender que la auténtica y la única que merece el nombre es la que nos robaron, la California estadunidense; en tanto que la nuestra resulta apenas su apéndice: más que Sud, Subcalifornia. La ambivalencia de aquel adjetivo, aplicable a lo que está en el sur, pero también a lo inferior, mueve a eludirlo. Alta California es lo mismo que California del Norte, más también puede ser la California Superior –Su Alteza California-; al igual que Baja California, la California del Sur pasa por la California Subdesarrollada.”

Advierte que “Vale la pena fijarse que el mar de Cortés no ha dejado de llamarse golfo de California… Tal brazo del Pacífico no fue denominado, afortunadamente, golfo de Baja California: es el golfo de la primitiva California, la que aún nos pertenece.”

“La península, en cambio, se conoce por península de Baja California. He aquí el primer nombre que debe modificarse, sustituyéndolo –para evitar aquella significación discriminatoria- por el de península de Antigua California…”

Concluye en que “Estas propuestas… persiguen acentuar la mexicanidad de la península y de sus dos porciones, muy de acuerdo con el patriotismo de sus habitantes. Porque, sobre todo los del territorio, heredan una gloria envidiable. Sus antepasados rechazaron a los invasores criminales y fueron los últimos en rendirse, obligados por el gobierno nacional, que ya había aceptado cobardemente su derrota, en abril de 1848, dos meses después de firmarse el ignominioso tratado de Guadalupe.”

Rememorativa contribución al asunto que justamente ocupa a muchos en estos días…

En su edición del 2 de octubre de 1974, el diario Excélsior publicó el artículo del erudito y mordaz don Raúl Prieto titulado “Topónimos dignos”, del que he seleccionado algunas expresiones a propósito del renovado interés que ha merecido en nuestros días el nombre de California.

“Son tres las Californias: una ya no nuestra, la Alta o Nueva California, arrebatada a México por Estados Unidos; otra, el estado de Baja California (antes tenía añadida la palabra norte), y una más: el hasta hace poco territorio de Baja California (que a su vez se llamó territorio sur –perdura el gentilicio terrisureño-). Por supuesto, es inverso el orden cronológico de las tres partes: la última de las mexicanas citadas debe considerarse, históricamente, la primera California. A su punta arribaron los descubridores de esa tierra que supusieron insular y que Ulloa y más tarde Kino definieron, con propiedad, península.”

Y continúa: “En declaraciones recientes (Excélsior, 18 de septiembre), Miguel León-Portilla concedió su visto bueno al nombre estado de Sudcalifornia, el cual sustituiría a territorio de Baja California. Imagino que fue su gentileza la que movió al doctor Portilla a dar una aprobación precipitada.”

Su aseveración la explica de la siguiente manera: “Porque Sudcalifornia es inadmisible a causa de cinco defectos. Primero: es un nombre pobre por su forma (compárese con California Meridional); segundo: en cierta forma es peyorativo (en Sudcalifornia se relega a segundo término a California); tercero: es cacofónico (el encuentro de las consonantes dc de Sudcalifornia repugna al oído del hispanohablante; cuarto: es extranjerizo (al igual que Sudcorea –evidentemente son más castizas las designaciones California del Sur o Corea del Sur-); y, quinto: es ambiguo (en relación con la California de Estados Unidos, puede llamarse California del Sur tanto a la mitad septentrional como a la meridional de nuestra península).”

“Quizá todo se resolverá no racional sino burocráticamente, y pronto veremos en el mapa de México el estado de Sudcalifornia (a fin de cuentas, lo mismo que estado de Baja California).”

A tal distancia sabemos que el pronóstico, aunque resultó desacertado, quizá de cumplirse hubiese evitado las dificultades posteriores y actuales que ha suscitado el innecesariamente kilométrico y pleonástico nombre de Baja California Sur.

Luego de un breve intermedio para referirse a la confusión de los cuatro Méxicos (el país, el estado, el valle y la ciudad), continúan los comentarios del señor Prieto en torno al tema principal y dice: “El calificativo baja ha pasado, en boca de nuestros vecinos, de equivalente del prefijo sud- a corresponder a la partícula sub-. Al llamar Baja, a veces, a la California mexicana, dan a entender que la auténtica y la única que merece el nombre es la que nos robaron, la California estadunidense; en tanto que la nuestra resulta apenas su apéndice: más que Sud, Subcalifornia. La ambivalencia de aquel adjetivo, aplicable a lo que está en el sur, pero también a lo inferior, mueve a eludirlo. Alta California es lo mismo que California del Norte, más también puede ser la California Superior –Su Alteza California-; al igual que Baja California, la California del Sur pasa por la California Subdesarrollada.”

Advierte que “Vale la pena fijarse que el mar de Cortés no ha dejado de llamarse golfo de California… Tal brazo del Pacífico no fue denominado, afortunadamente, golfo de Baja California: es el golfo de la primitiva California, la que aún nos pertenece.”

“La península, en cambio, se conoce por península de Baja California. He aquí el primer nombre que debe modificarse, sustituyéndolo –para evitar aquella significación discriminatoria- por el de península de Antigua California…”

Concluye en que “Estas propuestas… persiguen acentuar la mexicanidad de la península y de sus dos porciones, muy de acuerdo con el patriotismo de sus habitantes. Porque, sobre todo los del territorio, heredan una gloria envidiable. Sus antepasados rechazaron a los invasores criminales y fueron los últimos en rendirse, obligados por el gobierno nacional, que ya había aceptado cobardemente su derrota, en abril de 1848, dos meses después de firmarse el ignominioso tratado de Guadalupe.”

Rememorativa contribución al asunto que justamente ocupa a muchos en estos días…