/ domingo 8 de noviembre de 2020

El nombre de California

El 10 de noviembre 1539 se mencionó, en la Relación de Francisco Preciado, por primera vez el nombre de California aplicado a un punto preciso del planeta: la península hoy llamada de Baja California. En esta semana se cumplirán 481 años de tan venturoso registro.

Casi medio siglo después fue publicado el mapa donde la misma península aparece con el nombre de California, y el extremo sur (el cabo de San Lucas) como cabo California.

Pero deje el lector que le cuente:

Cinco siglos antes de ubicarse las Californias en la geografía del mundo, su nombre ya se hallaba inserto en la leyenda, la fantasía y la literatura.

La palabra California nació en el siglo XI, mucho tiempo antes de la llegada de los europeos a América y a la península noroccidental mexicana.

Apareció por primera vez en el poema épico francés La Chanson de Rolan o La Canción de Rolando (o Roldán), que en su parte relativa describe la derrota que sufrió Carlomagno por el rey moro en la frontera entre España y Francia, en la cual murió Roldán, sobrino del propio emperador.

Tal desastre impresionó tanto que se mantuvo en la memoria de las generaciones, transmitiéndose por tradición y en el repertorio de los trovadores y juglares de la Edad Media, que eran cantadores populares tanto de los castillos como de las aldeas.

A medida que transcurrió el tiempo, la figura de Roldán fue agigantándose hasta convertirse en un héroe legendario al que adjudicaban hazañas y características extraordinarias. Así, en la estrofa 209 de La Canción…, aparecen las quejas de Carlomagno:

“Muerto está mi sobrino que tantas tierras conquistara, y ahora se rebelarán en contra mía los sajones y lo húngaros y los de Bulgaria…, los romanos, los de Pulia y todos los de Palermo y los de África y los de Califerne.”

Aquí se leyó por primera vez la palabra que, trasladada a la lengua española, fue convertida en California.

En julio de 1510, en Sevilla, fue editada otra obra fantasiosa que relata las peripecias y hazañas extraordinarias de un personaje español llamado Esplandián, del español Garci Rodríguez de Montalbo. La llamó Las sergas de Esplandián. En el capítulo 157 del volumen, dice:

“Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada a la parte del paraíso terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las amazonas era su modo de vivir. Eran éstas de valientes cuerpos y esforzados y ardientes corazones y de grandes fuerzas; la ínsula en sí la más fuerte de riscos y bravas peñas que en el mundo se hallaba; sus armas eran todas de oro y también las guarniciones de las bestias fieras en que, después de haberlas amansado, cabalgaban; que en toda la isla no había otro metal alguno. Moraban en cuevas muy bien labradas; tenían navíos muchos en que salían a otras partes a hacer sus cabalgaduras, y los hombres que prendían llevábanlos consigo, dándoles las muertes que adelante oiréis...”

Las amazonas era otro mito de la época al que incluso Colón aludió algunos años antes en la crónica del primero de sus viajes al Nuevo Mundo, donde narró a los reyes Católicos tener informes de la existencia de una isla poblada únicamente por mujeres.

Las sergas (o hazañas) de Esplandián relatan el sitio de la ciudad de Constantinopla y su caída a manos de los sarracenos, quienes, de no haber contado con la ayuda de la reina Calafia, de la isla de California, y de sus aguerridas amazonas, no hubieran podido abatir la resistencia de los cristianos.

El norteamericano Edward Everett Hale fue quien aclaró en 1862 el misterio de la palabra, al encontrarla en las ya citadas Sergas de Esplandián, invalidando así todas las anteriores interpretaciones.

Francisco Preciado acompañó como piloto a Francisco de Ulloa en su navegación a esta parte de Nueva España en 1539 por encargo de Hernán Cortés, y de ese viaje produjo para la historia lo que se conoce como su Relación...

Entre otros asuntos igualmente relevantes de esa crónica sobresale el hecho de que en ella se lee en tres ocasiones la denominación de “California”, lo que parece ser la más antigua designación en referencia a la península. En la primera de ellas expresa:

“Continuábamos nuestro recorrido hasta los diez del dicho mes de noviembre [1539]... y cuanto más avanzábamos siempre encontrábamos tierras más deleitables y hermosas tanto por lo verdeante como por mostrar algunas llanuras y valles de ríos que descendían hacia abajo hacia tierra adentro, desde ciertas montañas y colinas de grandes selvas, pero no muy altas que se veían al interior de la tierra… Aquí nos encontramos a 54 leguas de distancia de la California...

Es decir de cabo San Lucas, ya que en ese momento se encontraban en la bahía de La Paz.

Dicha extensa provincia recibió otros nombres, pero prevaleció el de California, que es, al fin de cuentas y de cuentos, nombre mítico, mágico y literario que tenemos el agrado y deber de preservar como parte del patrimonio histórico de esta parte de México y sus habitantes.

El 10 de noviembre 1539 se mencionó, en la Relación de Francisco Preciado, por primera vez el nombre de California aplicado a un punto preciso del planeta: la península hoy llamada de Baja California. En esta semana se cumplirán 481 años de tan venturoso registro.

Casi medio siglo después fue publicado el mapa donde la misma península aparece con el nombre de California, y el extremo sur (el cabo de San Lucas) como cabo California.

Pero deje el lector que le cuente:

Cinco siglos antes de ubicarse las Californias en la geografía del mundo, su nombre ya se hallaba inserto en la leyenda, la fantasía y la literatura.

La palabra California nació en el siglo XI, mucho tiempo antes de la llegada de los europeos a América y a la península noroccidental mexicana.

Apareció por primera vez en el poema épico francés La Chanson de Rolan o La Canción de Rolando (o Roldán), que en su parte relativa describe la derrota que sufrió Carlomagno por el rey moro en la frontera entre España y Francia, en la cual murió Roldán, sobrino del propio emperador.

Tal desastre impresionó tanto que se mantuvo en la memoria de las generaciones, transmitiéndose por tradición y en el repertorio de los trovadores y juglares de la Edad Media, que eran cantadores populares tanto de los castillos como de las aldeas.

A medida que transcurrió el tiempo, la figura de Roldán fue agigantándose hasta convertirse en un héroe legendario al que adjudicaban hazañas y características extraordinarias. Así, en la estrofa 209 de La Canción…, aparecen las quejas de Carlomagno:

“Muerto está mi sobrino que tantas tierras conquistara, y ahora se rebelarán en contra mía los sajones y lo húngaros y los de Bulgaria…, los romanos, los de Pulia y todos los de Palermo y los de África y los de Califerne.”

Aquí se leyó por primera vez la palabra que, trasladada a la lengua española, fue convertida en California.

En julio de 1510, en Sevilla, fue editada otra obra fantasiosa que relata las peripecias y hazañas extraordinarias de un personaje español llamado Esplandián, del español Garci Rodríguez de Montalbo. La llamó Las sergas de Esplandián. En el capítulo 157 del volumen, dice:

“Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada a la parte del paraíso terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las amazonas era su modo de vivir. Eran éstas de valientes cuerpos y esforzados y ardientes corazones y de grandes fuerzas; la ínsula en sí la más fuerte de riscos y bravas peñas que en el mundo se hallaba; sus armas eran todas de oro y también las guarniciones de las bestias fieras en que, después de haberlas amansado, cabalgaban; que en toda la isla no había otro metal alguno. Moraban en cuevas muy bien labradas; tenían navíos muchos en que salían a otras partes a hacer sus cabalgaduras, y los hombres que prendían llevábanlos consigo, dándoles las muertes que adelante oiréis...”

Las amazonas era otro mito de la época al que incluso Colón aludió algunos años antes en la crónica del primero de sus viajes al Nuevo Mundo, donde narró a los reyes Católicos tener informes de la existencia de una isla poblada únicamente por mujeres.

Las sergas (o hazañas) de Esplandián relatan el sitio de la ciudad de Constantinopla y su caída a manos de los sarracenos, quienes, de no haber contado con la ayuda de la reina Calafia, de la isla de California, y de sus aguerridas amazonas, no hubieran podido abatir la resistencia de los cristianos.

El norteamericano Edward Everett Hale fue quien aclaró en 1862 el misterio de la palabra, al encontrarla en las ya citadas Sergas de Esplandián, invalidando así todas las anteriores interpretaciones.

Francisco Preciado acompañó como piloto a Francisco de Ulloa en su navegación a esta parte de Nueva España en 1539 por encargo de Hernán Cortés, y de ese viaje produjo para la historia lo que se conoce como su Relación...

Entre otros asuntos igualmente relevantes de esa crónica sobresale el hecho de que en ella se lee en tres ocasiones la denominación de “California”, lo que parece ser la más antigua designación en referencia a la península. En la primera de ellas expresa:

“Continuábamos nuestro recorrido hasta los diez del dicho mes de noviembre [1539]... y cuanto más avanzábamos siempre encontrábamos tierras más deleitables y hermosas tanto por lo verdeante como por mostrar algunas llanuras y valles de ríos que descendían hacia abajo hacia tierra adentro, desde ciertas montañas y colinas de grandes selvas, pero no muy altas que se veían al interior de la tierra… Aquí nos encontramos a 54 leguas de distancia de la California...

Es decir de cabo San Lucas, ya que en ese momento se encontraban en la bahía de La Paz.

Dicha extensa provincia recibió otros nombres, pero prevaleció el de California, que es, al fin de cuentas y de cuentos, nombre mítico, mágico y literario que tenemos el agrado y deber de preservar como parte del patrimonio histórico de esta parte de México y sus habitantes.