/ domingo 20 de septiembre de 2020

El movimiento independentista en las Californias

En el año del inicio de la Revolución Francesa (1789), lo que hoy es México aún estaba lejos de constituirse como nación, poseía más del doble del territorio actual y su nombre era Nueva España.

Extracto

En todo el territorio novohispano empezaba a darse un rápido proceso de difusión de las ideas, y la efervescencia social a exigir cauces hacia el cambio, factores que habrían de desembocar pronto en las luchas independentistas de las colonias de América.

En esos tiempos la situación era grandemente difícil para los sudcalifornianos: las sequías hacían infructuosos los empeños agrícolas, la carencia y la carestía de lo indispensable eran azote cotidianos en las misiones ahora a cargo de los religiosos dominicos, y en los reales mineros.

De acuerdo con un censo oficial de la época, desde San Ignacio hasta San José del Cabo vivían poco más de 2,000 personas (hombre, mujeres y niños), entre indios y “gente de razón”.

Un informe de entonces sobre la península hace saber que “la principal causa de su ruina es la falta de agua”, y que “algunas misiones iban “a pasos agigantados a su total extinción” a causa demal gálico o sea la sífilis, importada por los europeos. Sobre esto mismo se dice que, en la mayoría de las poblaciones “ha más de un año y meses que no se ha bautizado a criatura alguna [...]”

Los finales del siglo XVIII dejaron en Sudcalifornia el ejercicio de la autoridad civil y la iniciación de la colonización secular (o no religiosa). Y en la nueva centuria se propiciaría la formación de la identidad mexicana y habrían de desatarse las ambiciones extranjeras que, entre sus más terribles resultados estuvo la pérdida, para México, de la rica California continental.

En opinión de don Pablo L. Martínez, durante el periodo que va “de 1810 a 1822, en que se juró la independencia (en esta tierra), el único efecto que sobre la Baja California tuvo la revolución iniciada por Miguel Hidalgo, fue la de haber ocasionado durante la mayor parte ese lapso, la falta de pago de los sueldos de la tropa, lo cual produjo aún más miseria y escasez en todos los pueblos, ya que se carecía en ella, como sabemos, de suficiente agricultura, de comercio e industria.” Además, afirma que, “debido a que los revolucionarios habían cortado las vías de comunicación, no podían llegar a ella las remesas desde México o Guadalajara.”

Alfonso Salazar Rovirosa, por su parte, afirma que en ambas Californias (peninsular y continental) “produce agitación el movimiento de independencia [...], pero de momento no se realiza ningún acto concreto de insurgencia por la falta de vías de comunicación, la escasez de la población, la predominancia de población española y la influencia que ésta ejerce sobre la nativa.”

El 17 de febrero de 1822, el pueblo de San José del Cabo sufrió el ataque y el saqueo de la armada de un tal lord Thomas de Cochrane, con el argumento de que las Californias se hallaban todavía bajo el dominio español. Recuérdese que la independencia del país había sido promulgada el 27 de septiembre de 1821, o sea casi cinco meses antes de estas ocurrencias.

Cochrane, que ya había participado en las guerras autonomistas de Chile y Perú, ofreció a Agustín de Iturbide sus servicios para consolidar la soberanía de la nueva nación en todos sus territorios, lo cual le fue denegado. A pesar de ello, dos barcos del inglés, el “Araucano” y el “Independencia”, llegaron a la actual cabecera municipal de Los Cabos con bandera chilena. El primero continuó el viaje rumbo a Loreto, y los tripulantes del segundo se dedicaron a un desmedido atraco. Quizá el nombre del llamado puerto “Chileno” sea una lamentable recordación de ese acontecimiento.

Dos días más tarde, los habitantes de Todos Santos repelieron el ataque de doce de estos saqueadores que envió el capitán del “Independencia” hasta ese lugar, ocho de los cuales fueron muertos por los indignados todosanteños.

El 4 de marzo llegaron los del “Araucano” a Loreto, donde fueron combatidos exitosamente por el alférez José María Mata, quien el día 7 siguiente, en compañía del alcalde Juan Higuera hizo jurar por habitantes y autoridades la independencia nacional en aquella --por entonces todavía—capital de las Californias.

Fue oficialmente la primera de varias declaratorias de la independencia nacional que se efectuaron en esta región.

Algún tiempo después, el presunto capitán José María López, supuestamente nombrado por las autoridades del imperio de Iturbide, ratificó en la misma población la jura y lealtad al plan de Iguala. El tercero y último acto de adhesión californiana a la independencia de México fue organizado y realizado, nuevamente en la capital lauretana, por fray Agustín Fernández de San Vicente, representante oficial del gobierno iturbidista, el 7 de julio del propio 1822.

Sin embargo, el sur de la península californiana continuó enfrentando las penurias habituales, y aun le esperaban la guerra y el acoso filibustero que le llegarían del norte.

em_coronado@yahoo.com

https://www.facebook.com/eligiomoises.coronado/

En el año del inicio de la Revolución Francesa (1789), lo que hoy es México aún estaba lejos de constituirse como nación, poseía más del doble del territorio actual y su nombre era Nueva España.

Extracto

En todo el territorio novohispano empezaba a darse un rápido proceso de difusión de las ideas, y la efervescencia social a exigir cauces hacia el cambio, factores que habrían de desembocar pronto en las luchas independentistas de las colonias de América.

En esos tiempos la situación era grandemente difícil para los sudcalifornianos: las sequías hacían infructuosos los empeños agrícolas, la carencia y la carestía de lo indispensable eran azote cotidianos en las misiones ahora a cargo de los religiosos dominicos, y en los reales mineros.

De acuerdo con un censo oficial de la época, desde San Ignacio hasta San José del Cabo vivían poco más de 2,000 personas (hombre, mujeres y niños), entre indios y “gente de razón”.

Un informe de entonces sobre la península hace saber que “la principal causa de su ruina es la falta de agua”, y que “algunas misiones iban “a pasos agigantados a su total extinción” a causa demal gálico o sea la sífilis, importada por los europeos. Sobre esto mismo se dice que, en la mayoría de las poblaciones “ha más de un año y meses que no se ha bautizado a criatura alguna [...]”

Los finales del siglo XVIII dejaron en Sudcalifornia el ejercicio de la autoridad civil y la iniciación de la colonización secular (o no religiosa). Y en la nueva centuria se propiciaría la formación de la identidad mexicana y habrían de desatarse las ambiciones extranjeras que, entre sus más terribles resultados estuvo la pérdida, para México, de la rica California continental.

En opinión de don Pablo L. Martínez, durante el periodo que va “de 1810 a 1822, en que se juró la independencia (en esta tierra), el único efecto que sobre la Baja California tuvo la revolución iniciada por Miguel Hidalgo, fue la de haber ocasionado durante la mayor parte ese lapso, la falta de pago de los sueldos de la tropa, lo cual produjo aún más miseria y escasez en todos los pueblos, ya que se carecía en ella, como sabemos, de suficiente agricultura, de comercio e industria.” Además, afirma que, “debido a que los revolucionarios habían cortado las vías de comunicación, no podían llegar a ella las remesas desde México o Guadalajara.”

Alfonso Salazar Rovirosa, por su parte, afirma que en ambas Californias (peninsular y continental) “produce agitación el movimiento de independencia [...], pero de momento no se realiza ningún acto concreto de insurgencia por la falta de vías de comunicación, la escasez de la población, la predominancia de población española y la influencia que ésta ejerce sobre la nativa.”

El 17 de febrero de 1822, el pueblo de San José del Cabo sufrió el ataque y el saqueo de la armada de un tal lord Thomas de Cochrane, con el argumento de que las Californias se hallaban todavía bajo el dominio español. Recuérdese que la independencia del país había sido promulgada el 27 de septiembre de 1821, o sea casi cinco meses antes de estas ocurrencias.

Cochrane, que ya había participado en las guerras autonomistas de Chile y Perú, ofreció a Agustín de Iturbide sus servicios para consolidar la soberanía de la nueva nación en todos sus territorios, lo cual le fue denegado. A pesar de ello, dos barcos del inglés, el “Araucano” y el “Independencia”, llegaron a la actual cabecera municipal de Los Cabos con bandera chilena. El primero continuó el viaje rumbo a Loreto, y los tripulantes del segundo se dedicaron a un desmedido atraco. Quizá el nombre del llamado puerto “Chileno” sea una lamentable recordación de ese acontecimiento.

Dos días más tarde, los habitantes de Todos Santos repelieron el ataque de doce de estos saqueadores que envió el capitán del “Independencia” hasta ese lugar, ocho de los cuales fueron muertos por los indignados todosanteños.

El 4 de marzo llegaron los del “Araucano” a Loreto, donde fueron combatidos exitosamente por el alférez José María Mata, quien el día 7 siguiente, en compañía del alcalde Juan Higuera hizo jurar por habitantes y autoridades la independencia nacional en aquella --por entonces todavía—capital de las Californias.

Fue oficialmente la primera de varias declaratorias de la independencia nacional que se efectuaron en esta región.

Algún tiempo después, el presunto capitán José María López, supuestamente nombrado por las autoridades del imperio de Iturbide, ratificó en la misma población la jura y lealtad al plan de Iguala. El tercero y último acto de adhesión californiana a la independencia de México fue organizado y realizado, nuevamente en la capital lauretana, por fray Agustín Fernández de San Vicente, representante oficial del gobierno iturbidista, el 7 de julio del propio 1822.

Sin embargo, el sur de la península californiana continuó enfrentando las penurias habituales, y aun le esperaban la guerra y el acoso filibustero que le llegarían del norte.

em_coronado@yahoo.com

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