/ viernes 15 de enero de 2021

El Espectador | La privacidad siempre ha sido muy importante

Hemos visto una aceleración de la adopción de la tecnología, hemos hablado de cómo la gente ha adoptado nuevos servicios y productos, pero lo que vivimos va más allá, dijo Keith Enright, Chief Privacy Officer de Google.

Keith recordó que las experiencias de la gente en el nuevo mundo cada vez tienen más intermediación de la tecnología. La privacidad entre los profesionales de la industria y en muchos otros campos siempre ha implicado un cierto nivel de ansiedad y de aprehensión. No es algo nuevo para desarrolladores, militares, narcotraficantes, periodistas o políticos. Ellos, las empresas, tienen la obligación de explicarle a los clientes cómo se utiliza la información que recopilan, qué saben de ellos, y qué controles tienen sobre sus propios datos. Los otros, siempre han buscado métodos para no dejar rastro de sus conversaciones, ni pistas de sus movimientos o intenciones.

Keith Enright dice que cuando ven todo el panorama completo, notan que los usuarios se sienten más nerviosos en el 2021, que en el pasado. “Hoy confían en la tecnología más que en el pasado para vivir sus vidas y hacer las cosas”, explicó el experto en privacidad de Google, en el marco de The Consumer Electronics Show, que en esta ocasión no fue en Las Vegas, sino totalmente a través de pantallas conectadas desde distintos puntos del planeta Tierra.

Eso podría explicar por qué recientemente en México se generó un escándalo en redes sociales porque supuestamente miles de personas estaban buscando un servicio de mensajería más seguro que WhatsApp, de Facebook. Miles comenzaron a abrir cuentas de Telegram, pensando que eso era mejor para proteger su privacidad. Lo cierto es que ningún sistema es seguro y que no hay nada gratis en este mundo. En algún momento alguien me decía, en alguna reunión de hackers en Reino Unido: “Si no quieres que alguien lo sepa, no lo pienses”. Así de vulnerables somos los humanos ante la ingeniería social. Telegram, por cierto, fue la herramienta que vulneró el brasileño Walter Delgatti Neto para filtrarle información a Glenn Greenwald sobre las conversaciones de los políticos alrededor de Jair Bolsonaro y Lula da Silva, y otros personajes ligados al caso Lava Jato. Los ejemplos son muchos, ya les contábamos en otra entrega cómo espiaron a El Chapo y cómo todavía guardan sus mensajes las autoridades estadounidenses. O cómo han surgido los sistemas de encriptación que hoy utiliza Apple y cómo su creador, Phil Zimmermann, fue perseguido por el gobierno de Estados Unidos por no compartir las claves de Pretty Good Privacy.

Para todos los usuarios de tecnología, recuerda Keith, es importante proteger a sus familias y mantenerse a la vez conectados con sus seres queridos y sus empleadores, para continuar siendo productivos.

La privacidad siempre ha sido importante, es un buen momento para decidir cuánto comparte en Facebook, Twitter o Tik Tok, porque todo lo que diga también en WhatsApp, Signal, Threema o Telegram podrá ser usado en su contra en el mundo real.

La tecnología no tiene la culpa.

Hemos visto una aceleración de la adopción de la tecnología, hemos hablado de cómo la gente ha adoptado nuevos servicios y productos, pero lo que vivimos va más allá, dijo Keith Enright, Chief Privacy Officer de Google.

Keith recordó que las experiencias de la gente en el nuevo mundo cada vez tienen más intermediación de la tecnología. La privacidad entre los profesionales de la industria y en muchos otros campos siempre ha implicado un cierto nivel de ansiedad y de aprehensión. No es algo nuevo para desarrolladores, militares, narcotraficantes, periodistas o políticos. Ellos, las empresas, tienen la obligación de explicarle a los clientes cómo se utiliza la información que recopilan, qué saben de ellos, y qué controles tienen sobre sus propios datos. Los otros, siempre han buscado métodos para no dejar rastro de sus conversaciones, ni pistas de sus movimientos o intenciones.

Keith Enright dice que cuando ven todo el panorama completo, notan que los usuarios se sienten más nerviosos en el 2021, que en el pasado. “Hoy confían en la tecnología más que en el pasado para vivir sus vidas y hacer las cosas”, explicó el experto en privacidad de Google, en el marco de The Consumer Electronics Show, que en esta ocasión no fue en Las Vegas, sino totalmente a través de pantallas conectadas desde distintos puntos del planeta Tierra.

Eso podría explicar por qué recientemente en México se generó un escándalo en redes sociales porque supuestamente miles de personas estaban buscando un servicio de mensajería más seguro que WhatsApp, de Facebook. Miles comenzaron a abrir cuentas de Telegram, pensando que eso era mejor para proteger su privacidad. Lo cierto es que ningún sistema es seguro y que no hay nada gratis en este mundo. En algún momento alguien me decía, en alguna reunión de hackers en Reino Unido: “Si no quieres que alguien lo sepa, no lo pienses”. Así de vulnerables somos los humanos ante la ingeniería social. Telegram, por cierto, fue la herramienta que vulneró el brasileño Walter Delgatti Neto para filtrarle información a Glenn Greenwald sobre las conversaciones de los políticos alrededor de Jair Bolsonaro y Lula da Silva, y otros personajes ligados al caso Lava Jato. Los ejemplos son muchos, ya les contábamos en otra entrega cómo espiaron a El Chapo y cómo todavía guardan sus mensajes las autoridades estadounidenses. O cómo han surgido los sistemas de encriptación que hoy utiliza Apple y cómo su creador, Phil Zimmermann, fue perseguido por el gobierno de Estados Unidos por no compartir las claves de Pretty Good Privacy.

Para todos los usuarios de tecnología, recuerda Keith, es importante proteger a sus familias y mantenerse a la vez conectados con sus seres queridos y sus empleadores, para continuar siendo productivos.

La privacidad siempre ha sido importante, es un buen momento para decidir cuánto comparte en Facebook, Twitter o Tik Tok, porque todo lo que diga también en WhatsApp, Signal, Threema o Telegram podrá ser usado en su contra en el mundo real.

La tecnología no tiene la culpa.