/ lunes 13 de mayo de 2019

El edificio “Sobarzo” de La Paz

Hogar, sanatorio y presidio fueron los destinos previos que debió tener este noble edificio antes de convertirse en albergue final de la biblioteca pública “Maestro Justo Sierra”, que en este 2019 llega por su cuenta a cumplir ochenta años de servicio a la comunidad paceña.

De acuerdo con información del sitio en la red digital de la biblioteca “Maestro Justo Sierra”, en 1918 fue terminada de construir la obra con paredes de piedra cantera y techos de madera por el ingeniero Manuel Balarezo, a petición del entonces jefe político general Manuel Mezta, para ser utilizada como casa habitación

En su libro Crónicas de mi puerto, Rosa María Mendoza dice al respecto: “Esta regia edificación, ubicada en Altamirano y Constitución, es una de las pocas que se han respetado en nuestra ciudad, conservando la arquitectura original en su fachada.

Fue construida por general Manuel Mezta para su esposa María Balarezo Moreno, ella oriunda del puerto de La Paz. Su construcción se inició a la par que el Gral. Mezta iniciaba su gestión como gobernador del Distrito Sur de Baja California en 1917…

Al concluir la gestión del Gral. Mezta en el gobierno (1920) y pasado un tiempo, el matrimonio se trasladó a Sonora donde el general muere a finales de la década de 1930.

Ya viuda, la Sra. María Balarezo de Mezta regresa a La Paz y vende la casa al gobierno del Territorio, entonces bajo el mando del Gral. Olachea Avilés, quien le da uso como hospital antituberculoso con el nombre del general Manuel Sobarzo.

Posteriormente, la casa es habilitada como cárcel pública durante la administración gubernamental del Gral. Manuel M. Pedrajo, a inicios de 1940…”

Más tarde se establecieron ahí las oficinas de la delegación de gobierno de La Paz, donde permaneció hasta 1972.

Otra nota importante de este ilustre inmueble la constituye el hecho de que en su parte alta se conservaban los papeles más antiguos de la administración pública de la entidad.

La breve historia de esto último consiste en que al final de una serie larga de avatares entre las que se cuenta el secuestro que hizo de los documentos oficiales del gobierno del distrito Sur de la Baja California el filibustero norteamericano William Walker, en 1853, los manuscritos y primitivos textos a máquina que constituían el incipiente archivo histórico sudcaliforniano fueron embodegados y olvidados en una pequeña torre construida sobre el techo del Sobarzo.

Hacia 1968, el doctor Miguel León-Portilla, invitado por el gobernador Hugo Cervantes del Río y atendido por el profesor Armando Trasviña Taylor, funcionario de la administración territorial, para ofrecer algunas conferencias sobre el pasado de nuestra entidad, preguntó por el repositorio dónde se guardaban los documentos de la historia sudcaliforniana. La pesquisa llegó hasta la torre del Sobarzo, desde donde comenzaron a ser bajados los legajos con la ayuda de varios reclusos “de confianza” que se prestaron gustosamente a la tarea.

El propio León-Portilla en su libro La California mexicana, ensayos acerca de su historia, que publicaron las universidades Nacional y de Baja California en 1995, relata que “se me dio acceso al sitio en que se conservaban numerosos legajos de antiguos documentos procedentes del archivo del gobierno territorial y del que había tenido el municipio de La Paz… Un somero examen de los materiales ahí reunidos, hecho con auxilio de algunos funcionarios de Acción Social, permitió ver que allí había documentos de gran valor para la historia peninsular sobre todo del siglo XIX y en menor grado de los últimos años del XVIII.

“En mi calidad de director del Instituto de Investigaciones Históricas [IIH] de la UNAM manifesté al gobernador del Territorio la conveniencia de que esos materiales pudieran organizarse, clasificarse e igualmente la de que fueran trasladados a un sitio más adecuado. Me es grato dejar constancia de la excelente acogida que tuvo esta idea. Dos miembros del IIH, las profesoras Guadalupe Pérez San Vicente y Beatriz Arteaga se trasladaron entonces a La Paz para colaborar en la realización de este proyecto. Como resultado de sus trabajos, así como del personal de Acción Social del Territorio, la antigua documentación quedó instalada en un local de la planta baja de la Casa de la Cultura…”, en 5 de Mayo y Belisario Domínguez.

Hogar, sanatorio y presidio fueron los destinos previos que debió tener este noble edificio antes de convertirse en albergue final de la biblioteca pública “Maestro Justo Sierra”, que en este 2019 llega por su cuenta a cumplir ochenta años de servicio a la comunidad paceña.

Hogar, sanatorio y presidio fueron los destinos previos que debió tener este noble edificio antes de convertirse en albergue final de la biblioteca pública “Maestro Justo Sierra”, que en este 2019 llega por su cuenta a cumplir ochenta años de servicio a la comunidad paceña.

De acuerdo con información del sitio en la red digital de la biblioteca “Maestro Justo Sierra”, en 1918 fue terminada de construir la obra con paredes de piedra cantera y techos de madera por el ingeniero Manuel Balarezo, a petición del entonces jefe político general Manuel Mezta, para ser utilizada como casa habitación

En su libro Crónicas de mi puerto, Rosa María Mendoza dice al respecto: “Esta regia edificación, ubicada en Altamirano y Constitución, es una de las pocas que se han respetado en nuestra ciudad, conservando la arquitectura original en su fachada.

Fue construida por general Manuel Mezta para su esposa María Balarezo Moreno, ella oriunda del puerto de La Paz. Su construcción se inició a la par que el Gral. Mezta iniciaba su gestión como gobernador del Distrito Sur de Baja California en 1917…

Al concluir la gestión del Gral. Mezta en el gobierno (1920) y pasado un tiempo, el matrimonio se trasladó a Sonora donde el general muere a finales de la década de 1930.

Ya viuda, la Sra. María Balarezo de Mezta regresa a La Paz y vende la casa al gobierno del Territorio, entonces bajo el mando del Gral. Olachea Avilés, quien le da uso como hospital antituberculoso con el nombre del general Manuel Sobarzo.

Posteriormente, la casa es habilitada como cárcel pública durante la administración gubernamental del Gral. Manuel M. Pedrajo, a inicios de 1940…”

Más tarde se establecieron ahí las oficinas de la delegación de gobierno de La Paz, donde permaneció hasta 1972.

Otra nota importante de este ilustre inmueble la constituye el hecho de que en su parte alta se conservaban los papeles más antiguos de la administración pública de la entidad.

La breve historia de esto último consiste en que al final de una serie larga de avatares entre las que se cuenta el secuestro que hizo de los documentos oficiales del gobierno del distrito Sur de la Baja California el filibustero norteamericano William Walker, en 1853, los manuscritos y primitivos textos a máquina que constituían el incipiente archivo histórico sudcaliforniano fueron embodegados y olvidados en una pequeña torre construida sobre el techo del Sobarzo.

Hacia 1968, el doctor Miguel León-Portilla, invitado por el gobernador Hugo Cervantes del Río y atendido por el profesor Armando Trasviña Taylor, funcionario de la administración territorial, para ofrecer algunas conferencias sobre el pasado de nuestra entidad, preguntó por el repositorio dónde se guardaban los documentos de la historia sudcaliforniana. La pesquisa llegó hasta la torre del Sobarzo, desde donde comenzaron a ser bajados los legajos con la ayuda de varios reclusos “de confianza” que se prestaron gustosamente a la tarea.

El propio León-Portilla en su libro La California mexicana, ensayos acerca de su historia, que publicaron las universidades Nacional y de Baja California en 1995, relata que “se me dio acceso al sitio en que se conservaban numerosos legajos de antiguos documentos procedentes del archivo del gobierno territorial y del que había tenido el municipio de La Paz… Un somero examen de los materiales ahí reunidos, hecho con auxilio de algunos funcionarios de Acción Social, permitió ver que allí había documentos de gran valor para la historia peninsular sobre todo del siglo XIX y en menor grado de los últimos años del XVIII.

“En mi calidad de director del Instituto de Investigaciones Históricas [IIH] de la UNAM manifesté al gobernador del Territorio la conveniencia de que esos materiales pudieran organizarse, clasificarse e igualmente la de que fueran trasladados a un sitio más adecuado. Me es grato dejar constancia de la excelente acogida que tuvo esta idea. Dos miembros del IIH, las profesoras Guadalupe Pérez San Vicente y Beatriz Arteaga se trasladaron entonces a La Paz para colaborar en la realización de este proyecto. Como resultado de sus trabajos, así como del personal de Acción Social del Territorio, la antigua documentación quedó instalada en un local de la planta baja de la Casa de la Cultura…”, en 5 de Mayo y Belisario Domínguez.

Hogar, sanatorio y presidio fueron los destinos previos que debió tener este noble edificio antes de convertirse en albergue final de la biblioteca pública “Maestro Justo Sierra”, que en este 2019 llega por su cuenta a cumplir ochenta años de servicio a la comunidad paceña.