/ domingo 6 de junio de 2021

El día D

Llegó por fin el día D.

El 6 de junio de 1944 fue la fecha en que los países aliados emprendieron la invasión decisiva y finalmente exitosa de la segunda guerra mundial iniciada por el nazismo alemán.

Aquel 6 de junio (conocido en secreto hasta entonces como el día “D”) marcó, por medio de las armas disponibles de mar, cielo y tierra, el principio del fin de un régimen nefasto conducido por un dictador, un populista desquiciado como han sido todos los que, una vez que ascienden al mando político por la vía electoral, lo asumen como una fuerza que les ha llegado cual obsequio de la providencia. Y en ese entendido lo ejercen como poder totalitario que niega y nulifica a los otros dos, el legislativo y el judicial, que desde la antigüedad griega y contemporáneamente por la Revolución Francesa han sido establecidos por la doctrina democrática en función de contrapesos y equilibrios, como diques al abuso y la arbitrariedad.

Este 6 de junio de 2021 será el día en que expresaremos nuestra voluntad en las urnas los ciudadanos de este país para hacer sentir nuestros desacuerdos y señalar nuevas expectativas.

Porque estamos en desacuerdo con las determinaciones regresivas del desarrollo que se han aplicado a la nación desde hace ya dos años y medio, cuando llegó al asiento ejecutivo un actor político favorecido con el voto de la mayoría de los sufragantes (lo cual es diferente a decir la mayoría de los ciudadanos) que, aunque advertidos con oportunidad, creyeron ingenuamente en todo aquello que en la práctica ha sido negado a todos.

En desacuerdo con las determinaciones retrógradas de un gobernante que, en su ignorancia evidente, se ha propuesto llevar a sus gobernados a etapas que considerábamos ya superadas de la historia nacional.

En desacuerdo con una administración pública que nada administra, que nada construye y cuyo titular se limita a la expresión discursiva todos los días, en el púlpito del palacio habilitado como residencia particular, y en cuanta ocasión considera propicia para manifestarse.

En desacuerdo con las iniciativas inconstitucionales y contra-institucionales que desde el gobierno se han lanzado, la mayoría rechazadas por la sociedad que ve, estupefacta, cómo el “mandatario” ningún mandato cumple para el bien general y sí poseen el claro objetivo de entronizar un régimen visiblemente comprometido con las dictaduras latinoamericanas.

En desacuerdo con que se dedique a negar todo lo se ha construido en el pasado reciente, fruto del trabajo de todos, y exponga alevosamente sólo aquello que es problema y porcentajes lamentables. Que hace referencia a la cantidad de pobres que había, pero malintencionadamente deje fuera de mención la cantidad de personas en las clases media y alta, que eran muchas más. Dato suplementario es el de que, según el Consejo Nacional de Evaluación (Coneval), los mexicanos en estado de pobreza (económica, se entiende) son varios millones más a la mitad de este sexenio.

En desacuerdo con el denuesto oficial a la libertad de crítica en los vehículos de comunicación, los cuales en hora buena se han afirmado en lo que deben ser: medios legítimos para señalar los errores y fallas con destino a su moderación, enderezamiento y corrección.

En desacuerdo con la oferta primero, y su realidad decepcionante después, de supuestas e insustentables transformaciones que únicamente han significado compulsiones de cambios indeseables porque atentan contra la sólida estructura democrática de este país, sensible a los cambios que procura el mismo desarrollo pero reacio a los simples canjes de ruta provocados por el capricho y los disparates de un personaje confuso, al que sigue por ambición una banda de figuras aparentemente menos limitadas y confundidas pero que cuentan con él para sus finalidades particulares.

El 6 de junio de 1944, memorable día D, comenzó el fin de la dictadura culpable de abrir una etapa aciaga contra la humanidad, muchos de cuyos estragos sigue enfrentando tres cuartos de siglo después.

Este 6 de junio de 2021, nuestro voto habrá de marcar el principio del fin de la rudimentaria dictadura militarista con que se aspiraba a limitar nuestro derecho a crecer como corresponde a un pueblo con dimensión histórica incuestionable, y a sujetar, sin cualidad alguna más allá de una peligrosa megalomanía, nuestras libertades, derechos y oportunidades.

Éste será su día D.

Llegó por fin el día D.

El 6 de junio de 1944 fue la fecha en que los países aliados emprendieron la invasión decisiva y finalmente exitosa de la segunda guerra mundial iniciada por el nazismo alemán.

Aquel 6 de junio (conocido en secreto hasta entonces como el día “D”) marcó, por medio de las armas disponibles de mar, cielo y tierra, el principio del fin de un régimen nefasto conducido por un dictador, un populista desquiciado como han sido todos los que, una vez que ascienden al mando político por la vía electoral, lo asumen como una fuerza que les ha llegado cual obsequio de la providencia. Y en ese entendido lo ejercen como poder totalitario que niega y nulifica a los otros dos, el legislativo y el judicial, que desde la antigüedad griega y contemporáneamente por la Revolución Francesa han sido establecidos por la doctrina democrática en función de contrapesos y equilibrios, como diques al abuso y la arbitrariedad.

Este 6 de junio de 2021 será el día en que expresaremos nuestra voluntad en las urnas los ciudadanos de este país para hacer sentir nuestros desacuerdos y señalar nuevas expectativas.

Porque estamos en desacuerdo con las determinaciones regresivas del desarrollo que se han aplicado a la nación desde hace ya dos años y medio, cuando llegó al asiento ejecutivo un actor político favorecido con el voto de la mayoría de los sufragantes (lo cual es diferente a decir la mayoría de los ciudadanos) que, aunque advertidos con oportunidad, creyeron ingenuamente en todo aquello que en la práctica ha sido negado a todos.

En desacuerdo con las determinaciones retrógradas de un gobernante que, en su ignorancia evidente, se ha propuesto llevar a sus gobernados a etapas que considerábamos ya superadas de la historia nacional.

En desacuerdo con una administración pública que nada administra, que nada construye y cuyo titular se limita a la expresión discursiva todos los días, en el púlpito del palacio habilitado como residencia particular, y en cuanta ocasión considera propicia para manifestarse.

En desacuerdo con las iniciativas inconstitucionales y contra-institucionales que desde el gobierno se han lanzado, la mayoría rechazadas por la sociedad que ve, estupefacta, cómo el “mandatario” ningún mandato cumple para el bien general y sí poseen el claro objetivo de entronizar un régimen visiblemente comprometido con las dictaduras latinoamericanas.

En desacuerdo con que se dedique a negar todo lo se ha construido en el pasado reciente, fruto del trabajo de todos, y exponga alevosamente sólo aquello que es problema y porcentajes lamentables. Que hace referencia a la cantidad de pobres que había, pero malintencionadamente deje fuera de mención la cantidad de personas en las clases media y alta, que eran muchas más. Dato suplementario es el de que, según el Consejo Nacional de Evaluación (Coneval), los mexicanos en estado de pobreza (económica, se entiende) son varios millones más a la mitad de este sexenio.

En desacuerdo con el denuesto oficial a la libertad de crítica en los vehículos de comunicación, los cuales en hora buena se han afirmado en lo que deben ser: medios legítimos para señalar los errores y fallas con destino a su moderación, enderezamiento y corrección.

En desacuerdo con la oferta primero, y su realidad decepcionante después, de supuestas e insustentables transformaciones que únicamente han significado compulsiones de cambios indeseables porque atentan contra la sólida estructura democrática de este país, sensible a los cambios que procura el mismo desarrollo pero reacio a los simples canjes de ruta provocados por el capricho y los disparates de un personaje confuso, al que sigue por ambición una banda de figuras aparentemente menos limitadas y confundidas pero que cuentan con él para sus finalidades particulares.

El 6 de junio de 1944, memorable día D, comenzó el fin de la dictadura culpable de abrir una etapa aciaga contra la humanidad, muchos de cuyos estragos sigue enfrentando tres cuartos de siglo después.

Este 6 de junio de 2021, nuestro voto habrá de marcar el principio del fin de la rudimentaria dictadura militarista con que se aspiraba a limitar nuestro derecho a crecer como corresponde a un pueblo con dimensión histórica incuestionable, y a sujetar, sin cualidad alguna más allá de una peligrosa megalomanía, nuestras libertades, derechos y oportunidades.

Éste será su día D.