/ miércoles 8 de agosto de 2018

El demonio tras el temido servidor público

Brenda I. Madrid Velarde

No importa a qué te dediques, tu estado civil o posición económica, tarde o temprano tendrás frente a ti a un servidor público. En ocasiones serán dos o tres, tal vez en diferentes lugares y a distintas horas del día. ¡Estamos condenados a esta escalofriante pesadilla cada vez más común en nuestras vidas! Nadie es inmune, nadie está a salvo…

Pero ¿qué es lo que ocurre? ¿Por qué abundan estos seres insensibles? ¿Por qué cada dependencia gubernamental es guarida perfecta para algunos de estos intolerantes servidores que casi no sirven, que dan ayuda que no ayuda y que hasta pueden regañarnos por no facilitarles su trabajo?

Te contaré que antes de ser atrapados por un despiadado y mortífero demonio bicéfalo, ellos eran -y son- personas como tú y como yo. Navegan en el laberinto de los problemas familiares, de pareja, económicos, de salud; algunos se casan, otros atraviesan duelos, viven relaciones tóxicas, tienen problemas laborales y a veces ¡hasta mal les cae su jefe! Como dije anteriormente: personas como tú y como yo.

La gran diferencia es que las actividades que estos servidores públicos realizan los desgastan emocionalmente, porque los llevan a estar en contacto permanente con otras personas, llamémosles usuarios, que viven las mismas situaciones, que tienen dificultades que los dañan, que les causan sufrimiento y que los orillan a solicitar ayuda. Justo ahí servidores públicos y usuarios se encuentran frente a frente, mientras el demonio bicéfalo ronda por los pasillos de las distintas instituciones, acechando a aquellos servidores públicos que no cuentan con las herramientas mínimas indispensables para hacerles frente… ¡y no me refiero precisamente a una estaca para clavarla en su corazón, a una bala de plata o algún conjuro!

Lee también: El color de la memoria

Este mortal demonio bicéfalo, tiene un nombre para cada una de sus cabezas, a una de ellas se le conoce como Burnout y a la otra cabeza le llaman Síndrome de Desgaste Profesional por Empatía (SDPE). ¡Es realmente peligroso! Cuando atrapa a un servidor público hace que se autodestruya lentamente y en ese proceso, dañe a los usuarios a quienes debería servir.

¿Cómo es que pasa esto? Este demonio aprovecha el nivel de estrés del servidor público que no percibe alternativas de solución a su situación particular, provocándole desinterés por su trabajo, por los usuarios, por sus relaciones interpersonales, por su salud. Causando una baja en la tolerancia a la frustración, por lo que el servidor público se muestra con poca paciencia hacia su entorno. Ocasiona irritabilidad generalizada para afectar el organismo de su víctima generando úlceras gástricas, colitis, gastritis, dermatitis, alteraciones en el sueño, en los hábitos alimentarios, dolores de cabeza, de espalda, fibromialgia, entre un sinnúmero de otras afecciones que deterioran a su víctima hasta llegar incluso a la muerte o a la decisión del suicidio.

Al principio el servidor público como víctima puede pasar inadvertido, pues este demonio nos ha acostumbrado a su arma letal el “estrés”. Y todos hemos escuchado o hemos dicho alguna vez “me siento estresado” ¡Cuidado! Esto es el equivalente a estar solo en una lúgubre habitación y sentir mucho frío o que alguien tras de ti está listo para atraparte, porque sí en efecto, es el Burnout. Y no tiene que ver sólo con el hecho de sentir estrés, porque en realidad todo lo que rompe nuestro equilibrio físico o emocional puede ser considerado estrés y algo de eso es incluso, necesario y positivo para la vida. El problema radica en el hecho de acostumbrarnos a vivir con estrés… porque se torna en estrés crónico, en el demonio bicéfalo.

El servidor público que es víctima de este demonio, automáticamente convierte al usuario en su propia víctima. ¡Y no es una justificación a las conductas inapropiadas de algunos servidores públicos! Más bien es una explicación de su errático y autodestructivo actuar a causa de tan temido demonio.

Por los usuarios, por el servidor público y por la productividad de la institución a la que pertenece, se debe trabajar en conjunto para salir de este trance. Durante el proceso de convertirse en una persona emocionalmente saludable, el servidor público necesita ser respaldado por toda la institución sin importar el rango jerárquico, todos deberán involucrarse seriamente en el autoblindaje contra este demonio. La institución debe empezar por ver al servidor público como lo que es, una persona. Acto seguido implementar diversas acciones como la asistencia y orientación psicológica para el servidor público. Brindarle alternativas para su desarrollo integral tanto personal como profesional. Ser flexible y promover relaciones interpersonales sanas tanto entre alternos y subalternos como entre pares.

Lee también: Mortaja

Al servidor público le toca encargarse del trabajo con su persona, de hacer lo que sea necesario para fortalecer su salud física, su autoconocimiento y autoestima. Recrearse en lo que lo reconforta, en lo divertido, en la convivencia e incluso en la fe. Y llevar a cabo sus compromisos con base en la administración de su tiempo y demás recursos. ¡Este es el único ritual que funciona para ahuyentar al terrible demonio bicéfalo!

Porque no es al servidor público al que debemos temer, es al acechante y mortal demonio del Burnout y del SDPE. A él sí hay que tenerle miedo, de él debemos protegernos todos y principalmente el servidor público que trabaja con personas que sufren algún daño o menoscabo en su persona o sus bienes.

Si tú eres uno de esos servidores públicos ponte muy atento a cualquier señal de alerta. Este demonio no duerme… ¡y tampoco a ti te dejará dormir!

Psicoterapeuta

Brenda I. Madrid Velarde

No importa a qué te dediques, tu estado civil o posición económica, tarde o temprano tendrás frente a ti a un servidor público. En ocasiones serán dos o tres, tal vez en diferentes lugares y a distintas horas del día. ¡Estamos condenados a esta escalofriante pesadilla cada vez más común en nuestras vidas! Nadie es inmune, nadie está a salvo…

Pero ¿qué es lo que ocurre? ¿Por qué abundan estos seres insensibles? ¿Por qué cada dependencia gubernamental es guarida perfecta para algunos de estos intolerantes servidores que casi no sirven, que dan ayuda que no ayuda y que hasta pueden regañarnos por no facilitarles su trabajo?

Te contaré que antes de ser atrapados por un despiadado y mortífero demonio bicéfalo, ellos eran -y son- personas como tú y como yo. Navegan en el laberinto de los problemas familiares, de pareja, económicos, de salud; algunos se casan, otros atraviesan duelos, viven relaciones tóxicas, tienen problemas laborales y a veces ¡hasta mal les cae su jefe! Como dije anteriormente: personas como tú y como yo.

La gran diferencia es que las actividades que estos servidores públicos realizan los desgastan emocionalmente, porque los llevan a estar en contacto permanente con otras personas, llamémosles usuarios, que viven las mismas situaciones, que tienen dificultades que los dañan, que les causan sufrimiento y que los orillan a solicitar ayuda. Justo ahí servidores públicos y usuarios se encuentran frente a frente, mientras el demonio bicéfalo ronda por los pasillos de las distintas instituciones, acechando a aquellos servidores públicos que no cuentan con las herramientas mínimas indispensables para hacerles frente… ¡y no me refiero precisamente a una estaca para clavarla en su corazón, a una bala de plata o algún conjuro!

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Este mortal demonio bicéfalo, tiene un nombre para cada una de sus cabezas, a una de ellas se le conoce como Burnout y a la otra cabeza le llaman Síndrome de Desgaste Profesional por Empatía (SDPE). ¡Es realmente peligroso! Cuando atrapa a un servidor público hace que se autodestruya lentamente y en ese proceso, dañe a los usuarios a quienes debería servir.

¿Cómo es que pasa esto? Este demonio aprovecha el nivel de estrés del servidor público que no percibe alternativas de solución a su situación particular, provocándole desinterés por su trabajo, por los usuarios, por sus relaciones interpersonales, por su salud. Causando una baja en la tolerancia a la frustración, por lo que el servidor público se muestra con poca paciencia hacia su entorno. Ocasiona irritabilidad generalizada para afectar el organismo de su víctima generando úlceras gástricas, colitis, gastritis, dermatitis, alteraciones en el sueño, en los hábitos alimentarios, dolores de cabeza, de espalda, fibromialgia, entre un sinnúmero de otras afecciones que deterioran a su víctima hasta llegar incluso a la muerte o a la decisión del suicidio.

Al principio el servidor público como víctima puede pasar inadvertido, pues este demonio nos ha acostumbrado a su arma letal el “estrés”. Y todos hemos escuchado o hemos dicho alguna vez “me siento estresado” ¡Cuidado! Esto es el equivalente a estar solo en una lúgubre habitación y sentir mucho frío o que alguien tras de ti está listo para atraparte, porque sí en efecto, es el Burnout. Y no tiene que ver sólo con el hecho de sentir estrés, porque en realidad todo lo que rompe nuestro equilibrio físico o emocional puede ser considerado estrés y algo de eso es incluso, necesario y positivo para la vida. El problema radica en el hecho de acostumbrarnos a vivir con estrés… porque se torna en estrés crónico, en el demonio bicéfalo.

El servidor público que es víctima de este demonio, automáticamente convierte al usuario en su propia víctima. ¡Y no es una justificación a las conductas inapropiadas de algunos servidores públicos! Más bien es una explicación de su errático y autodestructivo actuar a causa de tan temido demonio.

Por los usuarios, por el servidor público y por la productividad de la institución a la que pertenece, se debe trabajar en conjunto para salir de este trance. Durante el proceso de convertirse en una persona emocionalmente saludable, el servidor público necesita ser respaldado por toda la institución sin importar el rango jerárquico, todos deberán involucrarse seriamente en el autoblindaje contra este demonio. La institución debe empezar por ver al servidor público como lo que es, una persona. Acto seguido implementar diversas acciones como la asistencia y orientación psicológica para el servidor público. Brindarle alternativas para su desarrollo integral tanto personal como profesional. Ser flexible y promover relaciones interpersonales sanas tanto entre alternos y subalternos como entre pares.

Lee también: Mortaja

Al servidor público le toca encargarse del trabajo con su persona, de hacer lo que sea necesario para fortalecer su salud física, su autoconocimiento y autoestima. Recrearse en lo que lo reconforta, en lo divertido, en la convivencia e incluso en la fe. Y llevar a cabo sus compromisos con base en la administración de su tiempo y demás recursos. ¡Este es el único ritual que funciona para ahuyentar al terrible demonio bicéfalo!

Porque no es al servidor público al que debemos temer, es al acechante y mortal demonio del Burnout y del SDPE. A él sí hay que tenerle miedo, de él debemos protegernos todos y principalmente el servidor público que trabaja con personas que sufren algún daño o menoscabo en su persona o sus bienes.

Si tú eres uno de esos servidores públicos ponte muy atento a cualquier señal de alerta. Este demonio no duerme… ¡y tampoco a ti te dejará dormir!

Psicoterapeuta

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