/ domingo 19 de abril de 2020

El Atlante Juan de Ugarte (Primera de dos partes)

El 19 de abril de 1701 llegó a Loreto el jesuita Juan de Ugarte, quien de inmediato fue asignado a la misión de San Francisco Javier Viggé-Biaundó, donde inició una prodigiosa labor cuyos beneficios se extendieron a todos los establecimientos californianos.

Pero antes hablemos un poco más acerca de quien sería llamado por uno de sus biógrafos el “Atlante de las Californias”.

Juan de Ugarte nació en Tegucigalpa, capital de Honduras, el 22 de julio de 1662, hijo de un madrileño propietario de minas, y de Ana María Vargas.

Se inició desde temprana edad en el aprendizaje de las letras, la aritmética y la doctrina cristiana. Tenía entre 8 y 9 años cuando un canónigo tío suyo lo pidió para criarlo en unas haciendas que tenía, a fin de que al cabo fuesen suyas, como único heredero que era.

Poco afecto a la vida campestre, Juan solicitó a su pariente que lo mandara a estudiar a Guatemala, pues quería ser clérigo como él. Lo envió a su padre y éste cumplió el deseo del niño, a quien recomendó al cuidado de una dama guatemalteca amiga de la familia.Pronto dio muestras claras de poseer vocación especial para el aprendizaje y el ahínco que pondría en su formación religiosa y misionera.

Sus relaciones con maestros jesuitas lo inclinaron a pertenecer a la Compañía de Jesús; lo recomendaron ponderando las virtudes del muchacho, a quien de inmediato le fue ordenado ir a la ciudad de México.

Ingresó al noviciado en Tepotzotlán a los 17 años de edad. Era el de menor edad y antigüedad entre todos los novicios; sin embargo le fue conferido el cargo de prefecto de noviciado. Después de dos años pasó como maestro de Gramática de algunos hermanos jóvenes, y posteriormente al estudio de Filosofía en el Colegio Máximo de México.

Reconocido su talento, al término de su segundo año de Teología fue asignado como lector de Gramática en el colegio jesuítico de Zacatecas.

Su talento para el manejo de los asuntos económicos hizo que mejorara notablemente la calidad y cantidad de los alimentos, lo que le produjo el reconocimiento de todos. En 1693 fue ordenado sacerdote y lo destinaron como ministro al Colegio Máximo, donde tuvo actuación sobresaliente, como se esperaba de él. Lo nombraron ministro del colegio de Tepotzotlán, donde ese mismo año ingresó como novicio su hermano Pedro.

Después fue profesor de Filosofía en el Colegio Máximo, y luego rector del de San Gregorio, también en la ciudad de México.

Por entonces, los padres Eusebio Francisco Kino y Juan María de Salvatierra lograron la licencia para empezar su obra evangelizadora en la esquiva California, sin apoyo económico de la Corona.

Kino era misionero en Sonora, y Salvatierra era rector y maestro de novicios en Tepotzotlán. De aquí pasó éste a México donde halló en el padre Juan de Ugarte al compañero idóneo para la empresa que habría de acometerse sólo a base de limosnas, que comenzaron a recaudar y con las cuales dieron principio al llamado “Fondo Piadoso de las Californias”. El hondureño quedó como procurador de los socorros que desde la capital novohispánica deberían ser enviados a la lejana California.

El 7 de febrero de 1697 salió Salvatierra de México con ese destino, a donde Kino fue impedido de acompañarlo por haberse producido algunas insurrecciones de los pimas en Sonora. En Loreto fundó el padre Juan María, junto con el también jesuita Francisco María Píccolo, la primera misión permanente y primera capital de las Californias el 25 de octubre siguiente.

Por efecto de las múltiples dificultades y pérdidas que causaron a la empresa misional las endebles embarcaciones con que contaba, Salvatierra mandó a Ugarte un largo informe que concluía en la necesidad de que se adjudicase a Loreto un nuevo barco. Nada consiguió éste luego de gran cantidad invertida en tiempo, comunicaciones, entrevistas y penalidades.

El barco San Joseph estaba en arreglo en la costa de Nueva Galicia (actual estado de Jalisco), con gran costo y más de veinte meses en espera de compostura. El padre Ugarte determinó atender personalmente el caso, solicitó permiso para ir al puerto y pasar, si fuese menester, hasta la primera fundación para ver directamente con el padre Juan María los asuntos de interés mutuo.

Encontró resistencia para obtener el permiso “porque temían lo que en realidad sucedió después, y era que el padre tomase esta ocasión para quedarse como misionero de Californias” [Venegas], pero al final logró la anuencia para hacer lo que se proponía.

El 19 de abril de 1701 llegó a Loreto el jesuita Juan de Ugarte, quien de inmediato fue asignado a la misión de San Francisco Javier Viggé-Biaundó, donde inició una prodigiosa labor cuyos beneficios se extendieron a todos los establecimientos californianos.

Pero antes hablemos un poco más acerca de quien sería llamado por uno de sus biógrafos el “Atlante de las Californias”.

Juan de Ugarte nació en Tegucigalpa, capital de Honduras, el 22 de julio de 1662, hijo de un madrileño propietario de minas, y de Ana María Vargas.

Se inició desde temprana edad en el aprendizaje de las letras, la aritmética y la doctrina cristiana. Tenía entre 8 y 9 años cuando un canónigo tío suyo lo pidió para criarlo en unas haciendas que tenía, a fin de que al cabo fuesen suyas, como único heredero que era.

Poco afecto a la vida campestre, Juan solicitó a su pariente que lo mandara a estudiar a Guatemala, pues quería ser clérigo como él. Lo envió a su padre y éste cumplió el deseo del niño, a quien recomendó al cuidado de una dama guatemalteca amiga de la familia.Pronto dio muestras claras de poseer vocación especial para el aprendizaje y el ahínco que pondría en su formación religiosa y misionera.

Sus relaciones con maestros jesuitas lo inclinaron a pertenecer a la Compañía de Jesús; lo recomendaron ponderando las virtudes del muchacho, a quien de inmediato le fue ordenado ir a la ciudad de México.

Ingresó al noviciado en Tepotzotlán a los 17 años de edad. Era el de menor edad y antigüedad entre todos los novicios; sin embargo le fue conferido el cargo de prefecto de noviciado. Después de dos años pasó como maestro de Gramática de algunos hermanos jóvenes, y posteriormente al estudio de Filosofía en el Colegio Máximo de México.

Reconocido su talento, al término de su segundo año de Teología fue asignado como lector de Gramática en el colegio jesuítico de Zacatecas.

Su talento para el manejo de los asuntos económicos hizo que mejorara notablemente la calidad y cantidad de los alimentos, lo que le produjo el reconocimiento de todos. En 1693 fue ordenado sacerdote y lo destinaron como ministro al Colegio Máximo, donde tuvo actuación sobresaliente, como se esperaba de él. Lo nombraron ministro del colegio de Tepotzotlán, donde ese mismo año ingresó como novicio su hermano Pedro.

Después fue profesor de Filosofía en el Colegio Máximo, y luego rector del de San Gregorio, también en la ciudad de México.

Por entonces, los padres Eusebio Francisco Kino y Juan María de Salvatierra lograron la licencia para empezar su obra evangelizadora en la esquiva California, sin apoyo económico de la Corona.

Kino era misionero en Sonora, y Salvatierra era rector y maestro de novicios en Tepotzotlán. De aquí pasó éste a México donde halló en el padre Juan de Ugarte al compañero idóneo para la empresa que habría de acometerse sólo a base de limosnas, que comenzaron a recaudar y con las cuales dieron principio al llamado “Fondo Piadoso de las Californias”. El hondureño quedó como procurador de los socorros que desde la capital novohispánica deberían ser enviados a la lejana California.

El 7 de febrero de 1697 salió Salvatierra de México con ese destino, a donde Kino fue impedido de acompañarlo por haberse producido algunas insurrecciones de los pimas en Sonora. En Loreto fundó el padre Juan María, junto con el también jesuita Francisco María Píccolo, la primera misión permanente y primera capital de las Californias el 25 de octubre siguiente.

Por efecto de las múltiples dificultades y pérdidas que causaron a la empresa misional las endebles embarcaciones con que contaba, Salvatierra mandó a Ugarte un largo informe que concluía en la necesidad de que se adjudicase a Loreto un nuevo barco. Nada consiguió éste luego de gran cantidad invertida en tiempo, comunicaciones, entrevistas y penalidades.

El barco San Joseph estaba en arreglo en la costa de Nueva Galicia (actual estado de Jalisco), con gran costo y más de veinte meses en espera de compostura. El padre Ugarte determinó atender personalmente el caso, solicitó permiso para ir al puerto y pasar, si fuese menester, hasta la primera fundación para ver directamente con el padre Juan María los asuntos de interés mutuo.

Encontró resistencia para obtener el permiso “porque temían lo que en realidad sucedió después, y era que el padre tomase esta ocasión para quedarse como misionero de Californias” [Venegas], pero al final logró la anuencia para hacer lo que se proponía.