/ lunes 1 de noviembre de 2021

Día de Muertos

En México, todos los días son días de muerto.

Aquí, desde hace mucho —nos recuerda Edmundo Valadés—la muerte tiene permiso. Estos días visten de negro: por los hogares en luto, por las familias rotas a fuerza de bala o COVID.

La devastación humana es brutal.

El año pasado hubo 200 mil muertos por la pandemia. Otro medio millón por la violencia desmedida, en tres lustros.

A esos hay que agregarles casi cien mil desaparecidos: gente que se ha evaporado. Que no tiene tumba, pero ya, tampoco hogar, ni refugio, ni latido.

800 mil decesos. De violencia o indolencia. Que desnudan un estado ausente, quebrado, inútil.

La magnitud de la tragedia es la siguiente: esa cifra es 20% más que todos los soldados norteamericanos muertos en todas las guerras de su historia.

La radiografía de por qué mueren las y los mexicanos es descarnada y brutal: de los 15 a los 34 años, la principal causa de muerte es el homicidio. Estamos, literal, ejecutando a nuestra juventud, es decir: a nuestro porvenir.

Entre los 35 y los 64, fue el COVID. No son adultos mayores: el grupo más vulnerable. Muchos fueron personas que, o no se cuidaron, o no recibieron la atención adecuada.

La autoridad (sic) subestimó los decesos de la pandemia en 75 mil. Esa incompetencia palidece ante el hecho de que muchas de esas muertes fueron evitables, si se hubiera atendido la pandemia con responsabilidad, rigor científico y humildad.

Pero subyace un dato desgarrador. La tercera causa de muerte entre los 10 y los 25 años es el suicidio. La infancia y la juventud nacional se quitan la vida ante la perspectiva de un futuro vacío e inútil.

Somos un país que ha instalado en el centro de su cultura el culto a la muerte. Los árboles de la vida marchitaron. Cada día, a toda la hora, la muerte recorre insaciable el territorio.

4 personas son ejecutadas por hora. 10 mujeres al día.

La muerte tiene permiso. Por eso ya no la vemos, ni la lamentamos. Su tarea inagotable ya no conmueve. Al no hacerlo invita a que muchas, muchos, anticipen su final por su propia mano.

Habrá que dejar los altares para que, poco a poco, se vayan llenando de fotografías nuevas.

Todos los días, aquí, es día de muertos.

@fvazquezrig

En México, todos los días son días de muerto.

Aquí, desde hace mucho —nos recuerda Edmundo Valadés—la muerte tiene permiso. Estos días visten de negro: por los hogares en luto, por las familias rotas a fuerza de bala o COVID.

La devastación humana es brutal.

El año pasado hubo 200 mil muertos por la pandemia. Otro medio millón por la violencia desmedida, en tres lustros.

A esos hay que agregarles casi cien mil desaparecidos: gente que se ha evaporado. Que no tiene tumba, pero ya, tampoco hogar, ni refugio, ni latido.

800 mil decesos. De violencia o indolencia. Que desnudan un estado ausente, quebrado, inútil.

La magnitud de la tragedia es la siguiente: esa cifra es 20% más que todos los soldados norteamericanos muertos en todas las guerras de su historia.

La radiografía de por qué mueren las y los mexicanos es descarnada y brutal: de los 15 a los 34 años, la principal causa de muerte es el homicidio. Estamos, literal, ejecutando a nuestra juventud, es decir: a nuestro porvenir.

Entre los 35 y los 64, fue el COVID. No son adultos mayores: el grupo más vulnerable. Muchos fueron personas que, o no se cuidaron, o no recibieron la atención adecuada.

La autoridad (sic) subestimó los decesos de la pandemia en 75 mil. Esa incompetencia palidece ante el hecho de que muchas de esas muertes fueron evitables, si se hubiera atendido la pandemia con responsabilidad, rigor científico y humildad.

Pero subyace un dato desgarrador. La tercera causa de muerte entre los 10 y los 25 años es el suicidio. La infancia y la juventud nacional se quitan la vida ante la perspectiva de un futuro vacío e inútil.

Somos un país que ha instalado en el centro de su cultura el culto a la muerte. Los árboles de la vida marchitaron. Cada día, a toda la hora, la muerte recorre insaciable el territorio.

4 personas son ejecutadas por hora. 10 mujeres al día.

La muerte tiene permiso. Por eso ya no la vemos, ni la lamentamos. Su tarea inagotable ya no conmueve. Al no hacerlo invita a que muchas, muchos, anticipen su final por su propia mano.

Habrá que dejar los altares para que, poco a poco, se vayan llenando de fotografías nuevas.

Todos los días, aquí, es día de muertos.

@fvazquezrig

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