/ domingo 8 de mayo de 2022

Después del 3 de mayo

Luego de celebrar el nuevo aniversario de la fundación que hizo Hernán Cortés de Santa Cruz (hoy La Paz) aquel 3 de mayo de 1535, permitamos que sea el propio Conquistador quien nos cuente lo que ocurrió a partir de ahí, mediante el informe que envió cuatro años después al rey Carlos V. Para mejor comprensión de su contenido he modernizado ortografía y redacción.

Resume los tres viajes anteriores de exploración patrocinados por él en el Pacífico: el de 1532 que comandó Diego Hurtado de Mendoza, el de Diego Becerra al año siguiente, el que capitaneó él mismo y el de Francisco de Ulloa en 1539.

Y apunta que llegó a “la dicha tierra e isla a donde había estado el navío enviado con Diego Becerra, y torné a enviar por la demás gente que me quedaba en la costa [del sur de Sinaloa], por ser tanta que en los navíos no la pude pasar, y por tormentas y casos no pude ser socorrido por los navíos porque se perdieron…, por manera que yo y la gente que conmigo estaba pasamos mucha hambre y trabajo, y no tuve lugar ni pude pasar la dicha tierra adentro, y vine en persona con uno de los navíos que me había quedado, otra vez a esta Nueva España, a la Nueva Galicia [actuales Jalisco, Nayarit y parte de Sinaloa] a tomar y recoger bastimentos para la gente que tenía, conociendo y viendo que si en persona no me ponía a los trabajos y peligros, no bastaba nadie de los que conmigo estaban, a poder hacerlo y proveer, a lo menos con la brevedad que se requería, para que la gente no pereciese de hambre.”

Explica que en aquel viaje pasó muchos peligros y estuvo algunas veces en riesgo de ahogarse junto con sus compañeros, pero finalmente volvió con los bastimentos que aliviaron por el momento las necesidades de su gente.

Al mismo tiempo su esposa Juana de Zúñiga y el virrey Antonio de Mendoza lo instaron a volver a México, a lo que accedió pero “dejé poblada la dicha tierra [Santa Cruz, extensión de lo que desde ese tiempo comenzó a tomar el nombre de California], y en ella hasta treinta hombres españoles con doce caballos, y les dejé… proveídos para diez meses, así de maíz como de ovejas y tocinos y puercos, gallinas y otras cosas…”

A pesar de ello se ve precisado a enviar por la gente que dejó en la incipiente colonia, aunque deja en claro su decidida intención de volver con más y mejores elementos, proyecto que estuvo impedido de realizar personalmente, pero “torné a enviar otra armada en prosecución del dicho viaje y tierra, de la cual fue por capitán Francisco de Ulloa con tres navíos abastecidos y aderezados como conviene…, el cual salió… con los dichos navíos a ocho días del mes de julio del presente año [1539] del puerto de Acapulco.”

En su escrito al monarca, Cortés hace mención de la fortuna, el tiempo, los riesgos y pérdidas que ha aplicado por su cuenta a esas tareas, y por tanto le pide mandar “que no se me ponga embargo ni impedimento alguno para ir a la dicha tierra… en la prosecución del descubrimiento en la mar del Sur [océano Pacífico]… pues tengo navíos y aparejo para hacerlo, y está a punto a lo menos uno de los navíos… [todo lo cual] se perderá no dándoseme la dicha licencia, pues para estorbármelo no hay razón ni causa alguna…”

Las naves de Ulloa subieron por las costas de los actuales estados de Michoacán, Colima, Jalisco, Nayarit y Sinaloa; de ahí se dirigieron al ya conocido puerto de Santa Cruz, al que habían acordado como punto de reunión.

A principios de septiembre salieron de Santa Cruz a reanudar el viaje con un californio a bordo en funciones de intérprete. Llegaron un poco al norte de Culiacán y siguieron hasta encontrarse con el fondo del golfo al que bautizaron “ancón de San Andrés y mar Bermejo”, de donde le viene esa otra designación con que es conocido el seno californiano.

Buscaron un canal por el cual pudiesen proseguir en sus naves al norte, sin hallarlo, obviamente, y continuando hubieron de avanzar por el litoral oriental de la California, cuya peninsularidad quedó así demostrada por primera vez, pues vieron salida al mar abierto después de haber regresado a Santa Cruz, lo que ocurrió el 19 de octubre de ese 1539.

Salieron diez días después, pasaron por cabo San Lucas el 4 de noviembre y emprendieron el ascenso por la costa hasta llegar, luego de los muchísimos y consabidos contratiempos, a la isla de Cedros el 9 de enero del año siguiente. Desde entonces los temporales les impidieron adelantar la expedición.

El viaje de Ulloa constituyó el final de la empresa californiana en la que don Hernando puso tantos afanes y a la que estaba más que dispuesto a regresar si las circunstancias le hubiesen sido más propicias.

Luego de celebrar el nuevo aniversario de la fundación que hizo Hernán Cortés de Santa Cruz (hoy La Paz) aquel 3 de mayo de 1535, permitamos que sea el propio Conquistador quien nos cuente lo que ocurrió a partir de ahí, mediante el informe que envió cuatro años después al rey Carlos V. Para mejor comprensión de su contenido he modernizado ortografía y redacción.

Resume los tres viajes anteriores de exploración patrocinados por él en el Pacífico: el de 1532 que comandó Diego Hurtado de Mendoza, el de Diego Becerra al año siguiente, el que capitaneó él mismo y el de Francisco de Ulloa en 1539.

Y apunta que llegó a “la dicha tierra e isla a donde había estado el navío enviado con Diego Becerra, y torné a enviar por la demás gente que me quedaba en la costa [del sur de Sinaloa], por ser tanta que en los navíos no la pude pasar, y por tormentas y casos no pude ser socorrido por los navíos porque se perdieron…, por manera que yo y la gente que conmigo estaba pasamos mucha hambre y trabajo, y no tuve lugar ni pude pasar la dicha tierra adentro, y vine en persona con uno de los navíos que me había quedado, otra vez a esta Nueva España, a la Nueva Galicia [actuales Jalisco, Nayarit y parte de Sinaloa] a tomar y recoger bastimentos para la gente que tenía, conociendo y viendo que si en persona no me ponía a los trabajos y peligros, no bastaba nadie de los que conmigo estaban, a poder hacerlo y proveer, a lo menos con la brevedad que se requería, para que la gente no pereciese de hambre.”

Explica que en aquel viaje pasó muchos peligros y estuvo algunas veces en riesgo de ahogarse junto con sus compañeros, pero finalmente volvió con los bastimentos que aliviaron por el momento las necesidades de su gente.

Al mismo tiempo su esposa Juana de Zúñiga y el virrey Antonio de Mendoza lo instaron a volver a México, a lo que accedió pero “dejé poblada la dicha tierra [Santa Cruz, extensión de lo que desde ese tiempo comenzó a tomar el nombre de California], y en ella hasta treinta hombres españoles con doce caballos, y les dejé… proveídos para diez meses, así de maíz como de ovejas y tocinos y puercos, gallinas y otras cosas…”

A pesar de ello se ve precisado a enviar por la gente que dejó en la incipiente colonia, aunque deja en claro su decidida intención de volver con más y mejores elementos, proyecto que estuvo impedido de realizar personalmente, pero “torné a enviar otra armada en prosecución del dicho viaje y tierra, de la cual fue por capitán Francisco de Ulloa con tres navíos abastecidos y aderezados como conviene…, el cual salió… con los dichos navíos a ocho días del mes de julio del presente año [1539] del puerto de Acapulco.”

En su escrito al monarca, Cortés hace mención de la fortuna, el tiempo, los riesgos y pérdidas que ha aplicado por su cuenta a esas tareas, y por tanto le pide mandar “que no se me ponga embargo ni impedimento alguno para ir a la dicha tierra… en la prosecución del descubrimiento en la mar del Sur [océano Pacífico]… pues tengo navíos y aparejo para hacerlo, y está a punto a lo menos uno de los navíos… [todo lo cual] se perderá no dándoseme la dicha licencia, pues para estorbármelo no hay razón ni causa alguna…”

Las naves de Ulloa subieron por las costas de los actuales estados de Michoacán, Colima, Jalisco, Nayarit y Sinaloa; de ahí se dirigieron al ya conocido puerto de Santa Cruz, al que habían acordado como punto de reunión.

A principios de septiembre salieron de Santa Cruz a reanudar el viaje con un californio a bordo en funciones de intérprete. Llegaron un poco al norte de Culiacán y siguieron hasta encontrarse con el fondo del golfo al que bautizaron “ancón de San Andrés y mar Bermejo”, de donde le viene esa otra designación con que es conocido el seno californiano.

Buscaron un canal por el cual pudiesen proseguir en sus naves al norte, sin hallarlo, obviamente, y continuando hubieron de avanzar por el litoral oriental de la California, cuya peninsularidad quedó así demostrada por primera vez, pues vieron salida al mar abierto después de haber regresado a Santa Cruz, lo que ocurrió el 19 de octubre de ese 1539.

Salieron diez días después, pasaron por cabo San Lucas el 4 de noviembre y emprendieron el ascenso por la costa hasta llegar, luego de los muchísimos y consabidos contratiempos, a la isla de Cedros el 9 de enero del año siguiente. Desde entonces los temporales les impidieron adelantar la expedición.

El viaje de Ulloa constituyó el final de la empresa californiana en la que don Hernando puso tantos afanes y a la que estaba más que dispuesto a regresar si las circunstancias le hubiesen sido más propicias.