/ domingo 3 de octubre de 2021

De Santa Cruz a La Paz

Este 3 de octubre se cumplen 425 años de la fecha en que Sebastián Vizcaíno dio el nombre actual a la que es, desde el primer tercio del siglo XIX, la capital de Baja California Sur.

Según la crónica del viaje, fue tal día de 1596 cuando el navegante español expresó que “descubrí otra ensenada grandísima y alguna parte de tierra llana me pareció buena... Hallamos muchos indios que se nos dieron por amigos... los cuales nos trajeron gran cantidad de ciruelas... Salí del dicho puerto que llamamos de La Paz y fui en seguimiento de mi viaje...”, con lo cual eliminó definitivamente la denominación que le había impuesto Hernán Cortés hacía poco más de sesenta años.
Escasamente se pudiera justificar la osadía de Vizcaíno al pasar por encima de la designación cortesiana: para hacer el viaje a California (el primero de dos) tuvo que haber consultado la documentación que existía sobre la presencia del conquistador de Tenochtitlan en esta tierra; en ella se encontraba el Auto de posesión del puerto y bahía de Santa Cruz, del 3 de mayo de 1535.

Por otro lado, reconoció que el sitio era el mismo de la colonia que estableció don Hernando en esa fecha, por lo que resultaba supuesto que hubiera recibido un nombre en aquella ocasión.

El de California, por otra parte, se aplicaba a toda la provincia.

Cortés había muerto en 1547, de manera que poco podía inconformarse por el atrevimiento.

Eusebio Francisco Kino le adjudicó después la advocación mariana de Guadalupe en 1683; Jaime Bravo la puso bajo el patrocinio de la virgen del Pilar en 1720; y José Mariano Monterde logró finalmente el propósito oficial de asentar en 1830 los poderes provinciales en la que es desde entonces capital sudcaliforniana, luego de que lo fue Loreto durante 132 años, y el núcleo minero de San Antonio durante un año.

Pero con ninguno de los tres primeros caracteres tuvo existencia permanente: la colonia fundada por el vencedor de los aztecas se vio imposibilitada de prosperar por la carencia de población aborigen y de abastecimientos de toda índole; el asentamiento dispuesto por Kino y Atondo debió ser levantado por la escasez de agua y la hostilidad de los naturales que razonablemente disputaban a los extranjeros ese recurso; más tarde el empeño misionero se vio frustrado por la sublevación indígena de 1734-1736 y las epidemias que literalmente aniquilaron a sus pobladores.

Treinta y tres años después, el visitador Joseph de Gálvez dispuso reubicar en la misión de Santa Rosa de Todos Santos a los pocos naturales que habitaban La Paz, a donde se trasladaron con su arraigada devoción por la virgen del Pilar, que fue adoptada en la nueva comunidad guaycura-pericú.

Así, en los inventarios de los bienes custodiados por los franciscanos para su entrega a los dominicos, de 1773, se halla ausente toda mención relativa a la misión de La Paz.

En 1811, el soldado José Espinoza recibió como gratificación a sus servicios la concesión de ocupar el olvidado puerto de La Paz, a cambio de que cumpliese la tarea de proveer de agua a las embarcaciones que ahí anclaban para el embarque de productos originarios de las minas del sur. Espinoza incumplió su compromiso con la consecuente queja de las tripulaciones que arribaban al puerto.

El nacimiento de la ciudad pudiere atribuirse al señor Juan García, quien obtuvo el primer permiso de los otorgados por el gobernador José Manuel Ruiz en 1823 para poblar aquel paraje con gente del sur peninsular. García construyó ahí la casa en la cual hizo un preliminar acopio de mercancías, lo cual debe considerarse el origen de la vida comercial en esta región.

Aquello reinició el interés económico de la escala paceña al grado de que en 1829, la Junta de Fomento de las Californias (creada por iniciativa del ministro Lucas Alamán) decretó el establecimiento de una aduana en cada una de las Californias; por lo que toca a la parte meridional quedó instalada en la antigua Santa Cruz, ya con aproximadamente cuatro centenas de habitantes.

De vuelta a la efeméride del 3 de octubre, agregaré que viene a sumarse a las conmemoraciones del mes de la Sudcalifornidad, como el congreso sudcaliforniano determinó desde 2008 que se diese la designación a octubre de cada año, pues en él ha ocurrido buena cantidad de acontecimientos relevantes en la historia de esta mitad peninsular.

Este 3 de octubre se cumplen 425 años de la fecha en que Sebastián Vizcaíno dio el nombre actual a la que es, desde el primer tercio del siglo XIX, la capital de Baja California Sur.

Según la crónica del viaje, fue tal día de 1596 cuando el navegante español expresó que “descubrí otra ensenada grandísima y alguna parte de tierra llana me pareció buena... Hallamos muchos indios que se nos dieron por amigos... los cuales nos trajeron gran cantidad de ciruelas... Salí del dicho puerto que llamamos de La Paz y fui en seguimiento de mi viaje...”, con lo cual eliminó definitivamente la denominación que le había impuesto Hernán Cortés hacía poco más de sesenta años.
Escasamente se pudiera justificar la osadía de Vizcaíno al pasar por encima de la designación cortesiana: para hacer el viaje a California (el primero de dos) tuvo que haber consultado la documentación que existía sobre la presencia del conquistador de Tenochtitlan en esta tierra; en ella se encontraba el Auto de posesión del puerto y bahía de Santa Cruz, del 3 de mayo de 1535.

Por otro lado, reconoció que el sitio era el mismo de la colonia que estableció don Hernando en esa fecha, por lo que resultaba supuesto que hubiera recibido un nombre en aquella ocasión.

El de California, por otra parte, se aplicaba a toda la provincia.

Cortés había muerto en 1547, de manera que poco podía inconformarse por el atrevimiento.

Eusebio Francisco Kino le adjudicó después la advocación mariana de Guadalupe en 1683; Jaime Bravo la puso bajo el patrocinio de la virgen del Pilar en 1720; y José Mariano Monterde logró finalmente el propósito oficial de asentar en 1830 los poderes provinciales en la que es desde entonces capital sudcaliforniana, luego de que lo fue Loreto durante 132 años, y el núcleo minero de San Antonio durante un año.

Pero con ninguno de los tres primeros caracteres tuvo existencia permanente: la colonia fundada por el vencedor de los aztecas se vio imposibilitada de prosperar por la carencia de población aborigen y de abastecimientos de toda índole; el asentamiento dispuesto por Kino y Atondo debió ser levantado por la escasez de agua y la hostilidad de los naturales que razonablemente disputaban a los extranjeros ese recurso; más tarde el empeño misionero se vio frustrado por la sublevación indígena de 1734-1736 y las epidemias que literalmente aniquilaron a sus pobladores.

Treinta y tres años después, el visitador Joseph de Gálvez dispuso reubicar en la misión de Santa Rosa de Todos Santos a los pocos naturales que habitaban La Paz, a donde se trasladaron con su arraigada devoción por la virgen del Pilar, que fue adoptada en la nueva comunidad guaycura-pericú.

Así, en los inventarios de los bienes custodiados por los franciscanos para su entrega a los dominicos, de 1773, se halla ausente toda mención relativa a la misión de La Paz.

En 1811, el soldado José Espinoza recibió como gratificación a sus servicios la concesión de ocupar el olvidado puerto de La Paz, a cambio de que cumpliese la tarea de proveer de agua a las embarcaciones que ahí anclaban para el embarque de productos originarios de las minas del sur. Espinoza incumplió su compromiso con la consecuente queja de las tripulaciones que arribaban al puerto.

El nacimiento de la ciudad pudiere atribuirse al señor Juan García, quien obtuvo el primer permiso de los otorgados por el gobernador José Manuel Ruiz en 1823 para poblar aquel paraje con gente del sur peninsular. García construyó ahí la casa en la cual hizo un preliminar acopio de mercancías, lo cual debe considerarse el origen de la vida comercial en esta región.

Aquello reinició el interés económico de la escala paceña al grado de que en 1829, la Junta de Fomento de las Californias (creada por iniciativa del ministro Lucas Alamán) decretó el establecimiento de una aduana en cada una de las Californias; por lo que toca a la parte meridional quedó instalada en la antigua Santa Cruz, ya con aproximadamente cuatro centenas de habitantes.

De vuelta a la efeméride del 3 de octubre, agregaré que viene a sumarse a las conmemoraciones del mes de la Sudcalifornidad, como el congreso sudcaliforniano determinó desde 2008 que se diese la designación a octubre de cada año, pues en él ha ocurrido buena cantidad de acontecimientos relevantes en la historia de esta mitad peninsular.