/ martes 15 de marzo de 2022

De los auténticos, el Jefe Boy y los villamelones

Cuando se dice que alguien es auténtico es porque es realmente lo que parece o lo que jura ser.

Es un auténtico amigo, es un auténtico vecino, es un auténtico servidor público, es un auténtico jurista, es un auténtico delincuente, es un auténtico deportista, es auténtico aficionado.

Ser auténtico significa que no tienes necesidad de la aprobación de los demás para sentirte bien con lo que haces y seguirlo haciendo.

No finge, no actúa, no imposta ni su voz ni su lenguaje corporal.

Así es, tal cual, les caiga bien o les caiga mal y esto último, al rato lo aclaro.

Mediante esta condición es que podemos mostrarnos como verdaderamente somos, en lugar de ser alguien actuado o que lleva una máscara, así sea la del Santo, la de un fariseo, o la de una oveja.

Aquí es donde aclaro lo que prometí arriba:

No es cuestión de averiguar si se es bueno o se es malo, no si es delincuente o es intachable, si se es incorruptible o es capaz de llevarse hasta el último peso, si se es un aficionado de hueso colorado o sí sé es un villamelòn, si se irradia simpatía o se es arrogante , si se es un jugadorazo como lo fue Tomas Boy o se es un tronco que supo vendernos muy bien su representante, pero resultó más malo que el sabor del epamín.

Se trata pues, de que lo seas, no de que imites ser., con todos los costos o con todos los beneficios que esto implica.

Yo, en lo personal, me quedo con los primeros.

Es decir, le doy más valor al que se reconoce ser lo que sea, que al que aparenta ser y camina por la vida viviendo de los incautos.

Calma: no estoy diciendo que aplauda a lo que daña o al que violenta o al que malversa o al que fanfarronea o se cree desde el pedestal de sus ínfulas superior a otros.

No.

Estoy diciendo nada más, que soy partidario de lo original más que de la copia o el facsímil.

Porque no se vale de mascaradas y se arriesga. No se esconde para dar el zarpazo con todas las agravantes, no le teme al rechazo, no le importan las miradas reprobatorias ni se alimenta el ego con aplausos de aprobación.

Prefiero que me digan sin ambages: “Soy un pandillero, tatuado y suburbial, hijo de la derrota y el alcohol, Sobrino del dolor, primo hermano de la necesidad, tuve por escuela una prisión y por maestra una mesa de billar” a cambio de esta: “Y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande”.

Pero a fin de no meterme en camisa de once varas o esconder obscuras intenciones, con quienes viajan de incógnitos en carros blindados, agarraré de pretexto lo ocurrido en Querétaro, con la intención de explicarme, para que luego no digan que no agoté el principio de exhaustividad al redactar este proyecto de sentencia que tiene como único propósito reivindicar a los auténticos.

Sí, lo de Querétaro es reprobable. Me refiero a lo sucedido ahí en la Corregidora , no a doña Josefa Ortiz de Domínguez, sino al estadio que lleva su nombre ,donde lo sembrado por el equipo Pachuca , con Andrés Fassi al frente , sigue cosechando sus frutos, desde que desdeñaron a las porras - goya, goya, cachun cachún cachun ra ra y así por el estilo - a cambio de las barras, un producto de exportación que modificó todo el ambiente en las tribunas , para ir de un apoyo a su equipo favorito menos efervescente pero auténtico, a una figura pre construida en no sé qué oficina pero que no deseaba animación sino algo parecido a un asalto en desplomado que a la vez que aplaudía un gol para pasar a caja y cobrar, también esperaba el silbatazo final para cumplir instrucciones y hacer de los alrededores, una batalla campal entre locales y visitantes, nada más para creer que ya estábamos a la altura futbolera de las potencias de América.

Cuanto pretexto el mío para hablarles de lo que es o no es, y de la cuestión de ser auténtico, o sea original, a diferencia de quien promete ser una cosa y tarde que temprano te das cuenta, que era otra.

Pero ya estamos de bajada y no me quiero desviar porque luego esto se alarga.

Para una comprensión mayor de mi agudo análisis sobre lo auténtico, agarraré de pretexto el inesperado fallecimiento de Tomas Boy y además de utilizarlo como material didáctico, aprovecharemos la aviada para rendirle un homenaje.

Fue polémico y para algunos también fue un fantoche. Era altivo y quizá con sobrada autoestima. En su defensa puedo decir que fue un crack y lo que le gusto hacer, lo hizo bien.

Seguramente habrá más claroscuros que recordar, pero eso ya será tarea de sus biógrafos. Lo que quiero resaltar es que fue, a mi parecer, una persona auténtica, amén de sus pro y de sus contras.

Quienes desde niños somos aficionados al futbol, habremos de recordar aquella original esquela que apareció en El Esto : “ Allá nos vemos, Miguel” . La suscribía Tomas Boy Espinoza y el destinatario era El Gato Marín quien acababa de fallecer. En esas fechas o más adelantito el Tigre mayor pagaría otra inserción a través de la cual buscaba trabajo como Director Técnico porque andaba desempleado y dicha ocurrencia resultó muy aplaudida.

Cuando dirigía a Cruz Azul y luego de haber empatado con Pumas en el Estadio Olímpico Universitario, Tomás declaró: "Lo que sí creo que está incorrecto es que el equipo tenga que esperar 10 minutos para que ellos hagan un himno que, desde mi punto de vista, es fascista"

Esto tal vez no lo registre un villamelon . Me refiero al "aficionado" al balompié ( los hay en otros deportes y en especial en los toros) que habla con aire de suficiencia de lo que no entiende.

Nunca pierde y cuando pierde arrebata. Siempre cree tener la razón y en muchas ocasiones hace un comentario sin sentido acerca de un equipo o de un partido .

Es un aficionado no auténtico pues. Es un entusiasta seguir de lo que no sabe y está ahí, en el graderío, solo por lucimiento, porque no quiere desentonar o porque le da caché frente a los otros , pero en realidad no vive de la pasión sino que se vale de la impostura.

De estos hubo muchos en La Corregidora y saltaron al campo como chinampos hooligan para desahogar una rabia fanatizada , no del que ama a un equipo sino el que odia al otro, su rival, su adversario , porque se lo inculcaron o alguien, aun mas orangutizado, les modelo o fue su guía en esa labor carente de toda autenticidad , pero si llena de ira que gotea a cualquier parte que vaya.

Del juego en el campo poco se acuerdan y poco disfrutan. Las gradas son su territorio , como la selva puede ser para un animal propenso a la violencia.

Por eso se me hace que muchos de ellos no vieron el gol que Furch le metió al Querétaro, pues estaban más atento a lo que esa tarde del sábado,todos vimos después .

El estadio pudo ser vetado para siempre pero a la Femefut le tembló la mano y la sanción recibió más críticas que patadas a un atlista.

Por cierto ,y no sé si sea una casualidad o un presagio: ese inmueble se inauguró en el mes de Febrero de 1985 y esa mañana la Selección Azteca enfrentó a su similar de Polonia, ganando el Tri cinco goles a cero.

El primero en anotar en esa cancha fue precisamente el Jefe Boy , haciendo un verdadero golazo de tiro libre, y pasar así a la historia con el número diez en sus espaldas.

Por esto y más se distinguen los auténticos.

Allá nos vemos ,Tomás.

Cuando se dice que alguien es auténtico es porque es realmente lo que parece o lo que jura ser.

Es un auténtico amigo, es un auténtico vecino, es un auténtico servidor público, es un auténtico jurista, es un auténtico delincuente, es un auténtico deportista, es auténtico aficionado.

Ser auténtico significa que no tienes necesidad de la aprobación de los demás para sentirte bien con lo que haces y seguirlo haciendo.

No finge, no actúa, no imposta ni su voz ni su lenguaje corporal.

Así es, tal cual, les caiga bien o les caiga mal y esto último, al rato lo aclaro.

Mediante esta condición es que podemos mostrarnos como verdaderamente somos, en lugar de ser alguien actuado o que lleva una máscara, así sea la del Santo, la de un fariseo, o la de una oveja.

Aquí es donde aclaro lo que prometí arriba:

No es cuestión de averiguar si se es bueno o se es malo, no si es delincuente o es intachable, si se es incorruptible o es capaz de llevarse hasta el último peso, si se es un aficionado de hueso colorado o sí sé es un villamelòn, si se irradia simpatía o se es arrogante , si se es un jugadorazo como lo fue Tomas Boy o se es un tronco que supo vendernos muy bien su representante, pero resultó más malo que el sabor del epamín.

Se trata pues, de que lo seas, no de que imites ser., con todos los costos o con todos los beneficios que esto implica.

Yo, en lo personal, me quedo con los primeros.

Es decir, le doy más valor al que se reconoce ser lo que sea, que al que aparenta ser y camina por la vida viviendo de los incautos.

Calma: no estoy diciendo que aplauda a lo que daña o al que violenta o al que malversa o al que fanfarronea o se cree desde el pedestal de sus ínfulas superior a otros.

No.

Estoy diciendo nada más, que soy partidario de lo original más que de la copia o el facsímil.

Porque no se vale de mascaradas y se arriesga. No se esconde para dar el zarpazo con todas las agravantes, no le teme al rechazo, no le importan las miradas reprobatorias ni se alimenta el ego con aplausos de aprobación.

Prefiero que me digan sin ambages: “Soy un pandillero, tatuado y suburbial, hijo de la derrota y el alcohol, Sobrino del dolor, primo hermano de la necesidad, tuve por escuela una prisión y por maestra una mesa de billar” a cambio de esta: “Y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande”.

Pero a fin de no meterme en camisa de once varas o esconder obscuras intenciones, con quienes viajan de incógnitos en carros blindados, agarraré de pretexto lo ocurrido en Querétaro, con la intención de explicarme, para que luego no digan que no agoté el principio de exhaustividad al redactar este proyecto de sentencia que tiene como único propósito reivindicar a los auténticos.

Sí, lo de Querétaro es reprobable. Me refiero a lo sucedido ahí en la Corregidora , no a doña Josefa Ortiz de Domínguez, sino al estadio que lleva su nombre ,donde lo sembrado por el equipo Pachuca , con Andrés Fassi al frente , sigue cosechando sus frutos, desde que desdeñaron a las porras - goya, goya, cachun cachún cachun ra ra y así por el estilo - a cambio de las barras, un producto de exportación que modificó todo el ambiente en las tribunas , para ir de un apoyo a su equipo favorito menos efervescente pero auténtico, a una figura pre construida en no sé qué oficina pero que no deseaba animación sino algo parecido a un asalto en desplomado que a la vez que aplaudía un gol para pasar a caja y cobrar, también esperaba el silbatazo final para cumplir instrucciones y hacer de los alrededores, una batalla campal entre locales y visitantes, nada más para creer que ya estábamos a la altura futbolera de las potencias de América.

Cuanto pretexto el mío para hablarles de lo que es o no es, y de la cuestión de ser auténtico, o sea original, a diferencia de quien promete ser una cosa y tarde que temprano te das cuenta, que era otra.

Pero ya estamos de bajada y no me quiero desviar porque luego esto se alarga.

Para una comprensión mayor de mi agudo análisis sobre lo auténtico, agarraré de pretexto el inesperado fallecimiento de Tomas Boy y además de utilizarlo como material didáctico, aprovecharemos la aviada para rendirle un homenaje.

Fue polémico y para algunos también fue un fantoche. Era altivo y quizá con sobrada autoestima. En su defensa puedo decir que fue un crack y lo que le gusto hacer, lo hizo bien.

Seguramente habrá más claroscuros que recordar, pero eso ya será tarea de sus biógrafos. Lo que quiero resaltar es que fue, a mi parecer, una persona auténtica, amén de sus pro y de sus contras.

Quienes desde niños somos aficionados al futbol, habremos de recordar aquella original esquela que apareció en El Esto : “ Allá nos vemos, Miguel” . La suscribía Tomas Boy Espinoza y el destinatario era El Gato Marín quien acababa de fallecer. En esas fechas o más adelantito el Tigre mayor pagaría otra inserción a través de la cual buscaba trabajo como Director Técnico porque andaba desempleado y dicha ocurrencia resultó muy aplaudida.

Cuando dirigía a Cruz Azul y luego de haber empatado con Pumas en el Estadio Olímpico Universitario, Tomás declaró: "Lo que sí creo que está incorrecto es que el equipo tenga que esperar 10 minutos para que ellos hagan un himno que, desde mi punto de vista, es fascista"

Esto tal vez no lo registre un villamelon . Me refiero al "aficionado" al balompié ( los hay en otros deportes y en especial en los toros) que habla con aire de suficiencia de lo que no entiende.

Nunca pierde y cuando pierde arrebata. Siempre cree tener la razón y en muchas ocasiones hace un comentario sin sentido acerca de un equipo o de un partido .

Es un aficionado no auténtico pues. Es un entusiasta seguir de lo que no sabe y está ahí, en el graderío, solo por lucimiento, porque no quiere desentonar o porque le da caché frente a los otros , pero en realidad no vive de la pasión sino que se vale de la impostura.

De estos hubo muchos en La Corregidora y saltaron al campo como chinampos hooligan para desahogar una rabia fanatizada , no del que ama a un equipo sino el que odia al otro, su rival, su adversario , porque se lo inculcaron o alguien, aun mas orangutizado, les modelo o fue su guía en esa labor carente de toda autenticidad , pero si llena de ira que gotea a cualquier parte que vaya.

Del juego en el campo poco se acuerdan y poco disfrutan. Las gradas son su territorio , como la selva puede ser para un animal propenso a la violencia.

Por eso se me hace que muchos de ellos no vieron el gol que Furch le metió al Querétaro, pues estaban más atento a lo que esa tarde del sábado,todos vimos después .

El estadio pudo ser vetado para siempre pero a la Femefut le tembló la mano y la sanción recibió más críticas que patadas a un atlista.

Por cierto ,y no sé si sea una casualidad o un presagio: ese inmueble se inauguró en el mes de Febrero de 1985 y esa mañana la Selección Azteca enfrentó a su similar de Polonia, ganando el Tri cinco goles a cero.

El primero en anotar en esa cancha fue precisamente el Jefe Boy , haciendo un verdadero golazo de tiro libre, y pasar así a la historia con el número diez en sus espaldas.

Por esto y más se distinguen los auténticos.

Allá nos vemos ,Tomás.