/ viernes 10 de diciembre de 2021

De la supersónica vida "real" a la vida real*

Cuando yo era niño, me ponía a ver la tele, sin imaginar que mucho de lo que salía en esos programas, ahora de grande lo miraría en la vida real.

Suponía acaso que eso era una historia que duraba media hora y hasta ahí.

Luego seguían los comerciales, para enseguida continuar con la programación diaria, reírme mucho con el Chavo del ocho (que era dueño de un talento que nunca tendrá Carlos Ballarta), emocionarme con El Gran Chaparral, desesperarme con las estupideces del Súper agente 86, pasar de largo con Jacobo Zabludovsky , echarle un ojo a Noches Tapatías , si era martes y al rato irme a dormir.

Era mi vida. La tuya, la de él, la de muchos.

Era pues, casi de tiempo completo, el mundo de la imaginación, de lo no cierto , de lo nunca esperado.

Paul Valéry , escritor, poeta, ensayista y filósofo francés, se pregunta o nos pregunta “¿Qué sería, pues, de nosotros sin la ayuda de lo que no existe?; Su colega Francisco Olivié añade que lo que no existe únicamente puede ser creado por la ficción y en cualquier tiempo de la historia humana ésta necesita no sólo de la intuición o de la inspiración.

El primero murió en 1945.El segundo, afortunadamente, aún vive y sigue en lo suyo , como yo seguía en lo mío en aquellos años en los que nunca pensaba que mi realidad de adulto, sería tan parecida como lo fue en ese entonces mi imaginación.

Pero lo es y ni modo de hacerse a un lado. Aquí nos tocó vivir, diría la gran Cristina Pacheco y al respecto yo diría que sí, pero dejando claro que es en modo ,tiempo y lugar.

El asunto es que, de pronto ya no sé dónde estoy. Si en aquella remembranza de mi memoria o en un hoy real que se parece tanto a lo que recuerdo. Este dilema no me quita el sueño pues ya he dicho que la realidad y la imaginación, son amores que se reconcilian a veces.

Tan ocurre esto último que ya parecen una y la misma cosa. Lo que sucede es que el pasado ya nos alcanzó. La vida actual, en muchos de nuestros actos es un permanente déjà vu de lo que una vez fuimos nosotros o lo era el mundito en que vivíamos.

Repito: Cuando yo era niño, me ponía a ver la tele, sin imaginar que mucho de lo que salía en esos programas, ahora de grande lo miraría en la vida real.

Uno de ellos eran Los Supersónicos, la famosa serie animada creada por William Hanna y Joseph Barbera, cuyos episodios se encuentran ubicadas en el año 2062,los personajes viven en casas suspendidas en el aire mediante enormes soportes y se transportan en aeroautos.

Pues resulta que el economista Jeffrey A. Tucker escribió en 2011 que Los Supersónicos se "distingue en la ciencia ficción por el hecho de que es un intento raro en este género que realmente logra predecir el futuro”.

¡Pacatelas!

Por si fuera poco, hay quienes afirman que Los Supersónicos' nos enseñaron a vivir como ahora lo hacemos y que, en un descuido, predijeron el covid-19.

¡Recórcholis!, eso nomás faltaba.

Y por qué diablos no nos dimos cuenta o no nos advirtieron Hanna y Barbera lo que vendría para el 2020 y estar prevenidos. Que les costaba mandar una señal a través de Super Sónico sobre los que nos podía pasar si unos chinos se comían un Murciélago o recomendarnos por conducto de Astro, la mascota o de Cometín que nos laváramos las manos diariamente o no anduviéramos tosiendo cara a cara unos a otros .

¡Qué les costaba!

Nada de eso. Tan solo utilizaban las pantallas para tener consultas médicas o para comunicarse con alguien más y nosotros acusábamos a los autores de la caricatura de exagerados o de locos, sin imaginar que décadas más a delante, médicos, psicólogos, instructores, abogados , profesores y un montón de etcéteras dan su servicio, estudian o trabajan en línea.

Los Supersónicos también tenían llamadas y enlaces con amigos, familiares, desde una pantalla, tan igual como ahorita alguien puede estar sosteniendo una videollamada por zoom o las opciones que hay al respecto.

Si estiramos la comparación aquellos solían traer unas cápsulas en la cabeza-a modo de protección-para trasladarse en el espacio, tal como traemos desde el año pasado las caretas o el cubrebocas.

Si mexicanizo esta analogía que estamos haciendo entre fantasía y existencia pasado- presente, inevitablemente tendríamos que recordar al Santo, el enmascarado de Plata y sus películas las cuales eran increíbles.

Desde sus rivales venidos de ultratumba hasta los avances científicos que podían ir desde una resucitación hasta un trasplante de cerebro, desde sus combates contra doce momias a las que vencía a todas, hasta esas puertas secretas que se abrían , incluso sin aplastar ningún botoncito.

Increíbles eran esas grandes pantallas a las que se dirigía para hablar a través de ellas con amigos o enemigos. Pero lo más increíble era su aparato de comunicación, un simple reloj con una luz que se aprendía y apagaba y desde el cual podía hablar con este y con aquel.

Nos podía parecer ridículo, insólito, sobrenatural, inverosímil, asombroso, demencial, inadmisible , impensable, pero ahí estábamos frente a la tele o en el cine, dedicándole porras para que ganara o echándole aguas porque estaba a punto de ser golpeado por la espalda por un monstruo, un vampiro, un licántropo o un doctor que estaba completamente loco.

Muchas de esas cosas, jamás pensamos que las miraríamos en la actualidad. Pero pasaron los años y parece que , tratándose de estas cuestiones de la tecnología, estuviéramos viendo el rodaje de una película de El Santo en todo el mundo: en una oficina, en un aula, en la calle, en una pasillo, en una casa, en una reunión de amigos.

Ayer por la noche, precisamente, mientras veíamos una pelea repetida del Canelo, le sonó el celular a un cercano familiar que estaba a mi lado y antes de contestar, me vio con una sonrisita de reojo ,como para tallármelo en la cara , como para presumirme, como pa que lo envidiara o para hacerme partícipe de lo que haría a continuación:

como si quisiera ver la hora, arqueó su brazo, tocó su "reloj" de lucecitas y contestó con un "bueno.. buenooo" así , tal cual como contestaba el Santo o llamaba El Santo en las películas.

Mi emoción y mis recuerdos fueron inmediatos. Todos los presentes aullamos en una sola carcajada y el estruendo se escapó por una ventanita como si huyera un ser extraño.

Hoy no me queda la menor duda así lo nieguen: Martin Cooper si veía las películas del Santo y de paso Los Supersónicos , sin imaginar, de niño , todo esto que en el siglo XXI, para bien o para mal ha parido esta fantasía que algunos aún llaman vida real.

Cuando yo era niño, me ponía a ver la tele, sin imaginar que mucho de lo que salía en esos programas, ahora de grande lo miraría en la vida real.

Suponía acaso que eso era una historia que duraba media hora y hasta ahí.

Luego seguían los comerciales, para enseguida continuar con la programación diaria, reírme mucho con el Chavo del ocho (que era dueño de un talento que nunca tendrá Carlos Ballarta), emocionarme con El Gran Chaparral, desesperarme con las estupideces del Súper agente 86, pasar de largo con Jacobo Zabludovsky , echarle un ojo a Noches Tapatías , si era martes y al rato irme a dormir.

Era mi vida. La tuya, la de él, la de muchos.

Era pues, casi de tiempo completo, el mundo de la imaginación, de lo no cierto , de lo nunca esperado.

Paul Valéry , escritor, poeta, ensayista y filósofo francés, se pregunta o nos pregunta “¿Qué sería, pues, de nosotros sin la ayuda de lo que no existe?; Su colega Francisco Olivié añade que lo que no existe únicamente puede ser creado por la ficción y en cualquier tiempo de la historia humana ésta necesita no sólo de la intuición o de la inspiración.

El primero murió en 1945.El segundo, afortunadamente, aún vive y sigue en lo suyo , como yo seguía en lo mío en aquellos años en los que nunca pensaba que mi realidad de adulto, sería tan parecida como lo fue en ese entonces mi imaginación.

Pero lo es y ni modo de hacerse a un lado. Aquí nos tocó vivir, diría la gran Cristina Pacheco y al respecto yo diría que sí, pero dejando claro que es en modo ,tiempo y lugar.

El asunto es que, de pronto ya no sé dónde estoy. Si en aquella remembranza de mi memoria o en un hoy real que se parece tanto a lo que recuerdo. Este dilema no me quita el sueño pues ya he dicho que la realidad y la imaginación, son amores que se reconcilian a veces.

Tan ocurre esto último que ya parecen una y la misma cosa. Lo que sucede es que el pasado ya nos alcanzó. La vida actual, en muchos de nuestros actos es un permanente déjà vu de lo que una vez fuimos nosotros o lo era el mundito en que vivíamos.

Repito: Cuando yo era niño, me ponía a ver la tele, sin imaginar que mucho de lo que salía en esos programas, ahora de grande lo miraría en la vida real.

Uno de ellos eran Los Supersónicos, la famosa serie animada creada por William Hanna y Joseph Barbera, cuyos episodios se encuentran ubicadas en el año 2062,los personajes viven en casas suspendidas en el aire mediante enormes soportes y se transportan en aeroautos.

Pues resulta que el economista Jeffrey A. Tucker escribió en 2011 que Los Supersónicos se "distingue en la ciencia ficción por el hecho de que es un intento raro en este género que realmente logra predecir el futuro”.

¡Pacatelas!

Por si fuera poco, hay quienes afirman que Los Supersónicos' nos enseñaron a vivir como ahora lo hacemos y que, en un descuido, predijeron el covid-19.

¡Recórcholis!, eso nomás faltaba.

Y por qué diablos no nos dimos cuenta o no nos advirtieron Hanna y Barbera lo que vendría para el 2020 y estar prevenidos. Que les costaba mandar una señal a través de Super Sónico sobre los que nos podía pasar si unos chinos se comían un Murciélago o recomendarnos por conducto de Astro, la mascota o de Cometín que nos laváramos las manos diariamente o no anduviéramos tosiendo cara a cara unos a otros .

¡Qué les costaba!

Nada de eso. Tan solo utilizaban las pantallas para tener consultas médicas o para comunicarse con alguien más y nosotros acusábamos a los autores de la caricatura de exagerados o de locos, sin imaginar que décadas más a delante, médicos, psicólogos, instructores, abogados , profesores y un montón de etcéteras dan su servicio, estudian o trabajan en línea.

Los Supersónicos también tenían llamadas y enlaces con amigos, familiares, desde una pantalla, tan igual como ahorita alguien puede estar sosteniendo una videollamada por zoom o las opciones que hay al respecto.

Si estiramos la comparación aquellos solían traer unas cápsulas en la cabeza-a modo de protección-para trasladarse en el espacio, tal como traemos desde el año pasado las caretas o el cubrebocas.

Si mexicanizo esta analogía que estamos haciendo entre fantasía y existencia pasado- presente, inevitablemente tendríamos que recordar al Santo, el enmascarado de Plata y sus películas las cuales eran increíbles.

Desde sus rivales venidos de ultratumba hasta los avances científicos que podían ir desde una resucitación hasta un trasplante de cerebro, desde sus combates contra doce momias a las que vencía a todas, hasta esas puertas secretas que se abrían , incluso sin aplastar ningún botoncito.

Increíbles eran esas grandes pantallas a las que se dirigía para hablar a través de ellas con amigos o enemigos. Pero lo más increíble era su aparato de comunicación, un simple reloj con una luz que se aprendía y apagaba y desde el cual podía hablar con este y con aquel.

Nos podía parecer ridículo, insólito, sobrenatural, inverosímil, asombroso, demencial, inadmisible , impensable, pero ahí estábamos frente a la tele o en el cine, dedicándole porras para que ganara o echándole aguas porque estaba a punto de ser golpeado por la espalda por un monstruo, un vampiro, un licántropo o un doctor que estaba completamente loco.

Muchas de esas cosas, jamás pensamos que las miraríamos en la actualidad. Pero pasaron los años y parece que , tratándose de estas cuestiones de la tecnología, estuviéramos viendo el rodaje de una película de El Santo en todo el mundo: en una oficina, en un aula, en la calle, en una pasillo, en una casa, en una reunión de amigos.

Ayer por la noche, precisamente, mientras veíamos una pelea repetida del Canelo, le sonó el celular a un cercano familiar que estaba a mi lado y antes de contestar, me vio con una sonrisita de reojo ,como para tallármelo en la cara , como para presumirme, como pa que lo envidiara o para hacerme partícipe de lo que haría a continuación:

como si quisiera ver la hora, arqueó su brazo, tocó su "reloj" de lucecitas y contestó con un "bueno.. buenooo" así , tal cual como contestaba el Santo o llamaba El Santo en las películas.

Mi emoción y mis recuerdos fueron inmediatos. Todos los presentes aullamos en una sola carcajada y el estruendo se escapó por una ventanita como si huyera un ser extraño.

Hoy no me queda la menor duda así lo nieguen: Martin Cooper si veía las películas del Santo y de paso Los Supersónicos , sin imaginar, de niño , todo esto que en el siglo XXI, para bien o para mal ha parido esta fantasía que algunos aún llaman vida real.