/ viernes 23 de octubre de 2020

Credibilidad

Pareciera que la credibilidad es como una moneda de dos caras. Una posee un lustroso lado que acuña la ética y la honestidad; la otra un oxidado simbolismo que parece desdibujarse con el tiempo. Podemos traer esta pecunia en el bolsillo y lanzarla al aire como lo hacía el personaje “Dos Caras” en el cómic de Batman para tomar una decisión. No debería usarse para un acto definitorio por suerte o probabilidad.

Y es la credibilidad una cualidad que parece diluirse hasta volverse insignificante en este momento denominado como la -ominosa- era de la posverdad, que no es más que vivir entre mentiras que aceptamos como verdades, en un continuo de simulaciones, distractores, fake news, estrategias, descrédito de personas y organismos y otros alardes de la inteligencia emocional para manipular a la opinión pública. Somos predecibles al cien. Y entonces, si es que lo podemos ver, se expone una disyuntiva, lo creíble y lo que no lo es.

Coincido que la posverdad, como dice el periodista español Iñaki Gabilondo, son las mentiras de siempre pero agigantadas y expandidas por las redes sociales, armas comunicacionales jamás vistas en la historia. Dice “es un veneno que se expande peligrosamente” (El País. La voz de Iñaki. 27/6/2017). Aunque esta expresión es de hace tres años, sigue vigente. Y me parece que considerar a la posverdad como peligrosa se relaciona con la actuación -e intenciones- de personas buenas y malas, quienes la generan y quienes la aceptan.

Y aunque la credibilidad parece algo subjetivo, cada persona tiene parámetros para definirla. Goza de credibilidad la vendedora de la tienda de la esquina que indica que el queso en venta es fresco y regional. Goza de credibilidad la empresa de agua purificada. Goza de credibilidad la maestra que llevó útiles escolares a niños y niñas de la sierra. Y así cada persona podría hacer su listado y claro, hacer otro de quienes no gozan de credibilidad.

En un listado muy variado de personas, instituciones y organismos diversos, pasando por familiares, autoridades y medios de comunicación, podemos emitir una suerte de calificación en base a lo que observamos y a la experiencia personal respecto a la credibilidad que nos representa.

Hay algunos datos que arrojan luz sobre este asunto de cómo percibimos la credibilidad y de algo relacionado íntimamente con ella, la confianza. Quienes gozan de la más alta confianza son los familiares, y es este un aspecto que se presenta no solo lo es en las personas adultas de 18 años y más (INEGI. ENCIG 2017 y 2019), sino también en los segmentos de niños, niñas y adolescentes (INE. Consulta Infantil y Juvenil 2018). Después de estos, en la población adulta están las universidades, y en las y los menores de edad, están sus maestras y maestros. Y así podemos ir desglosando los grados de confianza. Los medios de comunicación están a la mitad de la lista. Y al fondo se encuentran… adivinen.

Partidos políticos, gobernantes, cámaras de senadores y diputados, policía, ministerio público son los que, tanto para personas adultas como para menores de edad, no gozan de confianza. Creo que esto no es para adivinarse. Son datos tremendos porque quienes integran estos órganos están a cargo de las decisiones que impactan a toda la población cada día. En la población adulta, los partidos políticos están con la más baja credibilidad, 1.9% al 2019. En la visión de adolescentes de 14 a 17 años a nivel nacional y de Baja California Sur, en la expresión “Yo confío en”, califican con el 1.6% y 0.0% respectivamente, a los partidos políticos. Bueno, ese segmento no vota. Cierto, pero ellos y ellas lo hará en un futuro cercano.

Cierro con la sentencia de que la credibilidad se construye y consolida con hechos comprobables. No tenerla no resulta de haber lanzado una moneda al aire.

¡Eytale!

En la trama de cualquier telenovela siempre aparecen figuras secundarias que gozan de gran credibilidad: el sacerdote, el padrino, el doctor, el abogado. Repase novelas mentalmente y ubíqueles Estos personajes contrarían a los personajes antagónicos, como el empresario, el político, el narco, el funcionario. No recuerdo personajes benévolos de estos. ¿Quizá fomentaron el constructo social? Me disculpo si les menciono en masculino porque de este gremio solo ubico a la célebre Catalina Creel, la malévola millonaria de Cuna de Lobos. La Reyna del Sur es otra cosa.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita. iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA La Tandariola también se escucha. Disponible en podcast en Ivoox.

Pareciera que la credibilidad es como una moneda de dos caras. Una posee un lustroso lado que acuña la ética y la honestidad; la otra un oxidado simbolismo que parece desdibujarse con el tiempo. Podemos traer esta pecunia en el bolsillo y lanzarla al aire como lo hacía el personaje “Dos Caras” en el cómic de Batman para tomar una decisión. No debería usarse para un acto definitorio por suerte o probabilidad.

Y es la credibilidad una cualidad que parece diluirse hasta volverse insignificante en este momento denominado como la -ominosa- era de la posverdad, que no es más que vivir entre mentiras que aceptamos como verdades, en un continuo de simulaciones, distractores, fake news, estrategias, descrédito de personas y organismos y otros alardes de la inteligencia emocional para manipular a la opinión pública. Somos predecibles al cien. Y entonces, si es que lo podemos ver, se expone una disyuntiva, lo creíble y lo que no lo es.

Coincido que la posverdad, como dice el periodista español Iñaki Gabilondo, son las mentiras de siempre pero agigantadas y expandidas por las redes sociales, armas comunicacionales jamás vistas en la historia. Dice “es un veneno que se expande peligrosamente” (El País. La voz de Iñaki. 27/6/2017). Aunque esta expresión es de hace tres años, sigue vigente. Y me parece que considerar a la posverdad como peligrosa se relaciona con la actuación -e intenciones- de personas buenas y malas, quienes la generan y quienes la aceptan.

Y aunque la credibilidad parece algo subjetivo, cada persona tiene parámetros para definirla. Goza de credibilidad la vendedora de la tienda de la esquina que indica que el queso en venta es fresco y regional. Goza de credibilidad la empresa de agua purificada. Goza de credibilidad la maestra que llevó útiles escolares a niños y niñas de la sierra. Y así cada persona podría hacer su listado y claro, hacer otro de quienes no gozan de credibilidad.

En un listado muy variado de personas, instituciones y organismos diversos, pasando por familiares, autoridades y medios de comunicación, podemos emitir una suerte de calificación en base a lo que observamos y a la experiencia personal respecto a la credibilidad que nos representa.

Hay algunos datos que arrojan luz sobre este asunto de cómo percibimos la credibilidad y de algo relacionado íntimamente con ella, la confianza. Quienes gozan de la más alta confianza son los familiares, y es este un aspecto que se presenta no solo lo es en las personas adultas de 18 años y más (INEGI. ENCIG 2017 y 2019), sino también en los segmentos de niños, niñas y adolescentes (INE. Consulta Infantil y Juvenil 2018). Después de estos, en la población adulta están las universidades, y en las y los menores de edad, están sus maestras y maestros. Y así podemos ir desglosando los grados de confianza. Los medios de comunicación están a la mitad de la lista. Y al fondo se encuentran… adivinen.

Partidos políticos, gobernantes, cámaras de senadores y diputados, policía, ministerio público son los que, tanto para personas adultas como para menores de edad, no gozan de confianza. Creo que esto no es para adivinarse. Son datos tremendos porque quienes integran estos órganos están a cargo de las decisiones que impactan a toda la población cada día. En la población adulta, los partidos políticos están con la más baja credibilidad, 1.9% al 2019. En la visión de adolescentes de 14 a 17 años a nivel nacional y de Baja California Sur, en la expresión “Yo confío en”, califican con el 1.6% y 0.0% respectivamente, a los partidos políticos. Bueno, ese segmento no vota. Cierto, pero ellos y ellas lo hará en un futuro cercano.

Cierro con la sentencia de que la credibilidad se construye y consolida con hechos comprobables. No tenerla no resulta de haber lanzado una moneda al aire.

¡Eytale!

En la trama de cualquier telenovela siempre aparecen figuras secundarias que gozan de gran credibilidad: el sacerdote, el padrino, el doctor, el abogado. Repase novelas mentalmente y ubíqueles Estos personajes contrarían a los personajes antagónicos, como el empresario, el político, el narco, el funcionario. No recuerdo personajes benévolos de estos. ¿Quizá fomentaron el constructo social? Me disculpo si les menciono en masculino porque de este gremio solo ubico a la célebre Catalina Creel, la malévola millonaria de Cuna de Lobos. La Reyna del Sur es otra cosa.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita. iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA La Tandariola también se escucha. Disponible en podcast en Ivoox.

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