/ viernes 29 de mayo de 2020

Conurbación

Tandariola

Atisbar por la ventanilla de un avión en sobrevuelo nocturno sobre las urbes, me ha parecido siempre la excusa para presenciar una suerte de mar calmo de luminarias, que en laxas ondulaciones de avenidas, bulevares, circuitos y calles, exponen el conglomerado de las unidades funcionales urbanas con sus dinámicas propias, ciudades de nuestro tiempo que antes eran localidades separadas.

Quizá esta percepción un tanto aldeana de mi parte se circunscribe a la innegable sorpresa de dimensionar las extensiones de las zonas metropolitanas de nuestro país, lo cual contrasta con los aportes de las herramientas digitales que contribuyen al análisis espacial de sus expansiones cronológicas.

La conurbación es resultado de los crecimientos de las localidades que por la dinámica humana se interrelacionan de manera socioeconómica e inciden en las actividades cotidianas de las personas que las habitan. Este fenómeno incide en el desarrollo de los países del mundo, como en el nuestro y claro, en nuestra media península. Por ello es entendible que “el peso económico y, presumiblemente, el poder político, se sigue moviendo hacia las grandes ciudades" (BBC News Mundo. 13/08/2018).

En el 2018 la ONU estimó que 55 de cada 100 personas del mundo vivían en asentamientos urbanos; para el 2030 ascenderá a 60; y que una de cada tres personas vivirán en ciudades de un millón de habitantes. En el ranking, Tokio es la ciudad con la mayor aglomeración demográfica del mundo: 37.6 millones de personas. La CDMX aparece en el quinto lugar con sus 21.5 millones de habitantes (UN. The World´s Cities in 2018). Lo cual expone también la tendencia a la baja de la población rural; sí, la que genera los alimentos y materias primas.

Es ineludible entonces la relación población-espacio. El crecimiento exponencial de las ciudades lleva a que las localidades pierdan su límite observable. El análisis de ello es necesario para sustentar políticas públicas y el entorno jurisdiccional. Si bien las denominadas zonas metropolitanas se expanden hacia los municipios aledaños, continúan estando delimitadas, aunque a la vista no hay divisiones, como sucede en los municipios que se han conurbado en Guadalajara, Monterrey, la CDMX y otras.

El quid de la conurbación es, sin duda, el crecimiento ordenado, tomando en cuenta el entorno medioambiental y con el alcance y cobertura de servicios en viviendas y unidades económicas, aspectos todos que se antojan ideales, pues al avanzar sobre el terreno, se reducen los márgenes para la siembra, los polígonos ejidales, usos y costumbres y la biodiversidad.

En Baja California Sur la conurbación es más que visible en los municipios sureños integrando continuos urbanos. Me parece que la denominada “ciudad lineal” de San José del Cabo, es el ejemplo idóneo de esto pues las localidades rurales más cercanas a borde de carretera se han expandido uniéndoles en un solo conjunto. Desde el acceso al aeropuerto hasta la salida hacia el corredor turístico, la josefina ciudad ha absorbido a Santa Rosa, El Zacatal, San Bernabé, San José Viejo y otras más que aparecían en las integraciones territoriales censales del INEGI de forma independiente.

En la capital del estado la conurbación cede hacia el sur. Para ejemplificar, los listados identifican al Fraccionamiento La Fuente, Olas altas o El Progreso en el año 2000, pero actualmente son populosas colonias que integran el fundo legal paceño. En los municipios de Comondú, Loreto y Mulegé, este fenómeno no es tan contundente y observa crecimientos a otros ritmos en sus localidades urbanas. Eso me recuerda la colonia El Retiro de Santa Rosalía, un asentamiento que surgió a mediados del siglo pasado. Le llamaron así porque, literal, estaba “muy retirado” del centro del pueblo.

Eytale!

He de decir que Coyoacán y Xochimilco, antes localidades rurales, como otras tantas, forman hoy parte de la versión expandida de la capital del país, pero mantienen cierto candor rural. Pero definir donde están los límites exactos entre La Purísima, San Isidro y Carambuche, localidades rurales en las inmediaciones del cerro El Pilón en tierras comundeñas es, definitivamente, otra cosa.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA

La Tandariola también se escucha. Disponible en podcast en Ivoox.

Tandariola

Atisbar por la ventanilla de un avión en sobrevuelo nocturno sobre las urbes, me ha parecido siempre la excusa para presenciar una suerte de mar calmo de luminarias, que en laxas ondulaciones de avenidas, bulevares, circuitos y calles, exponen el conglomerado de las unidades funcionales urbanas con sus dinámicas propias, ciudades de nuestro tiempo que antes eran localidades separadas.

Quizá esta percepción un tanto aldeana de mi parte se circunscribe a la innegable sorpresa de dimensionar las extensiones de las zonas metropolitanas de nuestro país, lo cual contrasta con los aportes de las herramientas digitales que contribuyen al análisis espacial de sus expansiones cronológicas.

La conurbación es resultado de los crecimientos de las localidades que por la dinámica humana se interrelacionan de manera socioeconómica e inciden en las actividades cotidianas de las personas que las habitan. Este fenómeno incide en el desarrollo de los países del mundo, como en el nuestro y claro, en nuestra media península. Por ello es entendible que “el peso económico y, presumiblemente, el poder político, se sigue moviendo hacia las grandes ciudades" (BBC News Mundo. 13/08/2018).

En el 2018 la ONU estimó que 55 de cada 100 personas del mundo vivían en asentamientos urbanos; para el 2030 ascenderá a 60; y que una de cada tres personas vivirán en ciudades de un millón de habitantes. En el ranking, Tokio es la ciudad con la mayor aglomeración demográfica del mundo: 37.6 millones de personas. La CDMX aparece en el quinto lugar con sus 21.5 millones de habitantes (UN. The World´s Cities in 2018). Lo cual expone también la tendencia a la baja de la población rural; sí, la que genera los alimentos y materias primas.

Es ineludible entonces la relación población-espacio. El crecimiento exponencial de las ciudades lleva a que las localidades pierdan su límite observable. El análisis de ello es necesario para sustentar políticas públicas y el entorno jurisdiccional. Si bien las denominadas zonas metropolitanas se expanden hacia los municipios aledaños, continúan estando delimitadas, aunque a la vista no hay divisiones, como sucede en los municipios que se han conurbado en Guadalajara, Monterrey, la CDMX y otras.

El quid de la conurbación es, sin duda, el crecimiento ordenado, tomando en cuenta el entorno medioambiental y con el alcance y cobertura de servicios en viviendas y unidades económicas, aspectos todos que se antojan ideales, pues al avanzar sobre el terreno, se reducen los márgenes para la siembra, los polígonos ejidales, usos y costumbres y la biodiversidad.

En Baja California Sur la conurbación es más que visible en los municipios sureños integrando continuos urbanos. Me parece que la denominada “ciudad lineal” de San José del Cabo, es el ejemplo idóneo de esto pues las localidades rurales más cercanas a borde de carretera se han expandido uniéndoles en un solo conjunto. Desde el acceso al aeropuerto hasta la salida hacia el corredor turístico, la josefina ciudad ha absorbido a Santa Rosa, El Zacatal, San Bernabé, San José Viejo y otras más que aparecían en las integraciones territoriales censales del INEGI de forma independiente.

En la capital del estado la conurbación cede hacia el sur. Para ejemplificar, los listados identifican al Fraccionamiento La Fuente, Olas altas o El Progreso en el año 2000, pero actualmente son populosas colonias que integran el fundo legal paceño. En los municipios de Comondú, Loreto y Mulegé, este fenómeno no es tan contundente y observa crecimientos a otros ritmos en sus localidades urbanas. Eso me recuerda la colonia El Retiro de Santa Rosalía, un asentamiento que surgió a mediados del siglo pasado. Le llamaron así porque, literal, estaba “muy retirado” del centro del pueblo.

Eytale!

He de decir que Coyoacán y Xochimilco, antes localidades rurales, como otras tantas, forman hoy parte de la versión expandida de la capital del país, pero mantienen cierto candor rural. Pero definir donde están los límites exactos entre La Purísima, San Isidro y Carambuche, localidades rurales en las inmediaciones del cerro El Pilón en tierras comundeñas es, definitivamente, otra cosa.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA

La Tandariola también se escucha. Disponible en podcast en Ivoox.

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