/ jueves 26 de septiembre de 2019

Comunicación y redes sociales

No hay duda que la tecnología es una herramienta maravillosa. La nanotecnología no deja de asombrarnos cada seis meses con sus innovaciones y las posibilidades que ofrece a futuro parecen incluso imposibles como, eventualmente, vaciar la información almacenada en un cerebro humano y cargar de nuevo esos u otros “archivos”.

Hoy día el número de personas con acceso a un dispositivo “inteligente” es muy alto, se incrementa aún más si consideramos sólo la población joven. Ello permite una comunicación voraz en redes sociales. La información, cualquiera que sea su origen, circula a una velocidad inusitada. En minutos se generan “tendencias” que necesariamente provocan “reacciones”.

Este fenómeno de comunicación desencadena fenómenos colaterales. Más allá de si la información que circula es verdadera o falsa, bien o mal intencionada, hay en los usuarios actitudes que ya han sido materia de estudio y reflexión de especialistas. No es un secreto que las formas de relación social están siendo alteradas, al menos las que tradicionalmente conocíamos y estamos obligados a preguntarnos ¿por qué lanzamos irreflexivamente comentarios que pareciendo inofensivos pueden lastimar y causar daño?,¿cuál es el mensaje entre líneas de esta conducta?, ¿a qué nos están urgiendo esos miles y millones de jóvenes, o no jóvenes, que en la más absoluta soledad a la que los condena este tiempo, se desbocan en una reacción frenética frente al teclado de sus dispositivos?

Sin negar las virtudes de esta vertiginosa comunicación, hay puntos de vista muy interesantes, como el de Arturo Pérez Reverte queafirma sobre twitter que “es una red social útil y en ella hay gente estupenda; pero el frecuente anonimato y el mundo en que vivimos facilitan también su función de basurero. Resulta fascinante el espectáculo de ignorancia, agresividad y vileza que, ante tal o cual noticia, en torno a este o aquel tuiteo, suele organizarse”(https://www.milenio.com/opinion/arturo-perez-reverte/escrito-en-espana/las-madres-de-antes-eran-mas-guapas).

Ante esta situación es obligado un reforzamiento o replanteamiento de valores éticos que nos ayuden a revisar nuestras conductas y sus alcances que no siempre quedan claros en esa interacción virtual y mayoritariamente anónima, pues si bien es cierto que se trata de un ejercicio de libertad, también lo es que la condición humana no deja de ser sensible alaagresión, en este caso verbal, que suele deslizarse en los intercambios digitales.

No hay duda que vivimos una etapa “liberalizadora” en muchos sentidos y quizá, sólo quizá, ello explique parcialmente la banalización de la comunicación. Y esta acción liberalizadora, por efecto del sistema de mercado, también “iguala” a los consumidores: todos tienen un dispositivo, todos acceden a redes sociales, todos comentan todo en un rabioso individualismo que, al final del día, lo que puede estar reflejando es un estado de soledad.

No en vano Octavio Paz afirma en su Laberinto que “La soledad es el fondo último de la condición humana”. Es decir, que más allá del alucinante avance tecnológico, quizá seguimos atrapados en esa espiral de nostalgia y búsqueda de comunión como afirmaba el poeta mexicano. La tecnología como herramienta y el acceso a ella no nos libera de los profundos atavismos que compartimos como especie pues la soledad es, en palabras de Paz, experiencia del vacío.

Vale la pena preguntarse ¿qué va a ocurrir con la comunicación por redes sociales cuando todos seamos ciudadanos comprometidos y responsables, seres humanos empáticos y fraternos? ¿Acaso no debemos pensar en un futuro inmediato en donde cada quien, antes de enviar un mensaje por redes sociales pensemos en el peso de las palabras y en la posibilidad de que haya, en el inmenso espectro de la red, alguien a quien puedan lastimar nuestros comentarios?

Tal vez los jóvenes internautas piden a gritos que los acompañemos, que los guiemos, pero no a nuestros destinos, sino a los suyos: eso requiere que los entendamos y que sepamos a dónde sueñan llegar.

Profesor-investigador

Rector de la UABCS

rectoria@uabcs.mx

No hay duda que la tecnología es una herramienta maravillosa. La nanotecnología no deja de asombrarnos cada seis meses con sus innovaciones y las posibilidades que ofrece a futuro parecen incluso imposibles como, eventualmente, vaciar la información almacenada en un cerebro humano y cargar de nuevo esos u otros “archivos”.

Hoy día el número de personas con acceso a un dispositivo “inteligente” es muy alto, se incrementa aún más si consideramos sólo la población joven. Ello permite una comunicación voraz en redes sociales. La información, cualquiera que sea su origen, circula a una velocidad inusitada. En minutos se generan “tendencias” que necesariamente provocan “reacciones”.

Este fenómeno de comunicación desencadena fenómenos colaterales. Más allá de si la información que circula es verdadera o falsa, bien o mal intencionada, hay en los usuarios actitudes que ya han sido materia de estudio y reflexión de especialistas. No es un secreto que las formas de relación social están siendo alteradas, al menos las que tradicionalmente conocíamos y estamos obligados a preguntarnos ¿por qué lanzamos irreflexivamente comentarios que pareciendo inofensivos pueden lastimar y causar daño?,¿cuál es el mensaje entre líneas de esta conducta?, ¿a qué nos están urgiendo esos miles y millones de jóvenes, o no jóvenes, que en la más absoluta soledad a la que los condena este tiempo, se desbocan en una reacción frenética frente al teclado de sus dispositivos?

Sin negar las virtudes de esta vertiginosa comunicación, hay puntos de vista muy interesantes, como el de Arturo Pérez Reverte queafirma sobre twitter que “es una red social útil y en ella hay gente estupenda; pero el frecuente anonimato y el mundo en que vivimos facilitan también su función de basurero. Resulta fascinante el espectáculo de ignorancia, agresividad y vileza que, ante tal o cual noticia, en torno a este o aquel tuiteo, suele organizarse”(https://www.milenio.com/opinion/arturo-perez-reverte/escrito-en-espana/las-madres-de-antes-eran-mas-guapas).

Ante esta situación es obligado un reforzamiento o replanteamiento de valores éticos que nos ayuden a revisar nuestras conductas y sus alcances que no siempre quedan claros en esa interacción virtual y mayoritariamente anónima, pues si bien es cierto que se trata de un ejercicio de libertad, también lo es que la condición humana no deja de ser sensible alaagresión, en este caso verbal, que suele deslizarse en los intercambios digitales.

No hay duda que vivimos una etapa “liberalizadora” en muchos sentidos y quizá, sólo quizá, ello explique parcialmente la banalización de la comunicación. Y esta acción liberalizadora, por efecto del sistema de mercado, también “iguala” a los consumidores: todos tienen un dispositivo, todos acceden a redes sociales, todos comentan todo en un rabioso individualismo que, al final del día, lo que puede estar reflejando es un estado de soledad.

No en vano Octavio Paz afirma en su Laberinto que “La soledad es el fondo último de la condición humana”. Es decir, que más allá del alucinante avance tecnológico, quizá seguimos atrapados en esa espiral de nostalgia y búsqueda de comunión como afirmaba el poeta mexicano. La tecnología como herramienta y el acceso a ella no nos libera de los profundos atavismos que compartimos como especie pues la soledad es, en palabras de Paz, experiencia del vacío.

Vale la pena preguntarse ¿qué va a ocurrir con la comunicación por redes sociales cuando todos seamos ciudadanos comprometidos y responsables, seres humanos empáticos y fraternos? ¿Acaso no debemos pensar en un futuro inmediato en donde cada quien, antes de enviar un mensaje por redes sociales pensemos en el peso de las palabras y en la posibilidad de que haya, en el inmenso espectro de la red, alguien a quien puedan lastimar nuestros comentarios?

Tal vez los jóvenes internautas piden a gritos que los acompañemos, que los guiemos, pero no a nuestros destinos, sino a los suyos: eso requiere que los entendamos y que sepamos a dónde sueñan llegar.

Profesor-investigador

Rector de la UABCS

rectoria@uabcs.mx