/ domingo 18 de octubre de 2020

Colón y California

En la octava Semana de Información Histórica de Baja California Sur (mayo de 1985), el historiador jalisciense Juan Miguel Toscano impartió una conferencia con el título de “Colón y California”, que comenzó por referirse a las probables lecturas del genovés que le inclinaron a creer más en los textos fantásticos que en los libros aportados por los hallazgos científicos de la época y en los propios conocimientos que adquirió en su vasta experiencia como piloto y cartógrafo.

Todo ello al punto de negar que había encontrado un mundo nuevo en lugar del que quería hallar, o sea las indias occidentales, conocidas desde los siglos XIII y XIV por Marco Polo en sus viajes hacia el oriente, de los que informó en su Libro de las maravillas del mundo.

En fin que, como aseveró Toscano, “ni en su lecho de muerte aceptó la existencia de un nuevo continente, y pasó a la eternidad con su error, aunque la historia le reconoce como el descubridor de un mundo que él nunca quiso descubrir.”

El mismo autor sostuvo en su exposición que hizo más mella en don Cristóbal el antiguo mito de las amazonas que, “encabezadas por su reina Calafia, se introduce en el pensamiento hispánico del Renacimiento, época de grandes descubrimientos y subsecuentes conquistas a través de la literatura caballeresca, que tanta importancia tiene en el pensamiento de los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo colombino.”

Y sustentó que esta misma leyenda influyó en Colón, pues pueden hallarse, en sus propios escritos, alusiones “sobre estas huidizas hembras y su reina, al asegurar… que estas bravas guerreras se escondían primero en algunas islas del Caribe y otras en algún lugar de tierra firme”, al grado de que, por esos comentarios expresados durante el regreso del descubridor a España, Garci Rodríguez de Montalvo “decidió incluir en su obra Las sergas de Esplandián a esta mítica personalidad y a su fantástica isla.” O sea California.

Permítaseme repetir aquí el párrafo muy conocido que se halla en el capítulo 157 de Las sergas…:

“Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada a la parte del Paraíso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las amazonas era su estilo de vivir. Éstas eran de valientes cuerpos y esforzados y ardientes corazones, y de grandes fuerzas; la ínsula en sí la más fuerte de riscos y bravas peñas que en el mundo se hallaba. Las sus armas eran todas de oro y también las guarniciones de las bestias fieras en que, después de las haber amansado, cabalgaban, que en toda la isla no había otro metal alguno…”

Añadió el conferenciante que “Colón y sus comentarios, afirmaciones e ideas, era el hombre de moda del momento y supo así aprovecharlo el novelista, sin pensar que, a partir de ese hecho, California y Calafia se van a convertir en motivo de continua búsqueda, junto con el estrecho de Anián, las fantásticas islas de Oro y Plata y la legendaria Cíbola” de los exploradores que le siguieron.

Afirmó el expositor que dicha leyenda continuó estimulando el interés hasta el siglo XVI, de conquistadores como Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Nuño Beltrán de Guzmán, Francisco de Orellana e incluso eruditos de la época.

“Las amazonas de Calafia y su mítica California –siguió diciendo— pasarán así a formar, junto con los otros ya citados libros, fuentes formales del acervo del descubridor y luego de los conquistadores españoles.”

Hasta aquí don Juan Toscano y García de Quevedo.

En El otro México, Fernando Jordán aseveró que California

“se engendró en un sueño de Colón”, y ahora sabemos que el primero en aplicar ese nombre a un punto concreto del planeta, fue el cronista Francisco Preciado, quien durante el viaje dispuesto por Cortés y comandado por Francisco de Ulloa en 1539, escribió la mágica designación para referirse al territorio meridional de la península, ahora llamado Baja California Sur, específicamente el cabo de San Lucas, final y principio de la tierra peninsular, que en las primeras cartas geográficas aparece con la primigenia denominación de Cabo California.

En la octava Semana de Información Histórica de Baja California Sur (mayo de 1985), el historiador jalisciense Juan Miguel Toscano impartió una conferencia con el título de “Colón y California”, que comenzó por referirse a las probables lecturas del genovés que le inclinaron a creer más en los textos fantásticos que en los libros aportados por los hallazgos científicos de la época y en los propios conocimientos que adquirió en su vasta experiencia como piloto y cartógrafo.

Todo ello al punto de negar que había encontrado un mundo nuevo en lugar del que quería hallar, o sea las indias occidentales, conocidas desde los siglos XIII y XIV por Marco Polo en sus viajes hacia el oriente, de los que informó en su Libro de las maravillas del mundo.

En fin que, como aseveró Toscano, “ni en su lecho de muerte aceptó la existencia de un nuevo continente, y pasó a la eternidad con su error, aunque la historia le reconoce como el descubridor de un mundo que él nunca quiso descubrir.”

El mismo autor sostuvo en su exposición que hizo más mella en don Cristóbal el antiguo mito de las amazonas que, “encabezadas por su reina Calafia, se introduce en el pensamiento hispánico del Renacimiento, época de grandes descubrimientos y subsecuentes conquistas a través de la literatura caballeresca, que tanta importancia tiene en el pensamiento de los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo colombino.”

Y sustentó que esta misma leyenda influyó en Colón, pues pueden hallarse, en sus propios escritos, alusiones “sobre estas huidizas hembras y su reina, al asegurar… que estas bravas guerreras se escondían primero en algunas islas del Caribe y otras en algún lugar de tierra firme”, al grado de que, por esos comentarios expresados durante el regreso del descubridor a España, Garci Rodríguez de Montalvo “decidió incluir en su obra Las sergas de Esplandián a esta mítica personalidad y a su fantástica isla.” O sea California.

Permítaseme repetir aquí el párrafo muy conocido que se halla en el capítulo 157 de Las sergas…:

“Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada a la parte del Paraíso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras sin que algún varón entre ellas hubiese, que casi como las amazonas era su estilo de vivir. Éstas eran de valientes cuerpos y esforzados y ardientes corazones, y de grandes fuerzas; la ínsula en sí la más fuerte de riscos y bravas peñas que en el mundo se hallaba. Las sus armas eran todas de oro y también las guarniciones de las bestias fieras en que, después de las haber amansado, cabalgaban, que en toda la isla no había otro metal alguno…”

Añadió el conferenciante que “Colón y sus comentarios, afirmaciones e ideas, era el hombre de moda del momento y supo así aprovecharlo el novelista, sin pensar que, a partir de ese hecho, California y Calafia se van a convertir en motivo de continua búsqueda, junto con el estrecho de Anián, las fantásticas islas de Oro y Plata y la legendaria Cíbola” de los exploradores que le siguieron.

Afirmó el expositor que dicha leyenda continuó estimulando el interés hasta el siglo XVI, de conquistadores como Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Nuño Beltrán de Guzmán, Francisco de Orellana e incluso eruditos de la época.

“Las amazonas de Calafia y su mítica California –siguió diciendo— pasarán así a formar, junto con los otros ya citados libros, fuentes formales del acervo del descubridor y luego de los conquistadores españoles.”

Hasta aquí don Juan Toscano y García de Quevedo.

En El otro México, Fernando Jordán aseveró que California

“se engendró en un sueño de Colón”, y ahora sabemos que el primero en aplicar ese nombre a un punto concreto del planeta, fue el cronista Francisco Preciado, quien durante el viaje dispuesto por Cortés y comandado por Francisco de Ulloa en 1539, escribió la mágica designación para referirse al territorio meridional de la península, ahora llamado Baja California Sur, específicamente el cabo de San Lucas, final y principio de la tierra peninsular, que en las primeras cartas geográficas aparece con la primigenia denominación de Cabo California.