/ viernes 30 de agosto de 2019

Calamar

Tandariola

En el mar disuelto por la densa noche, flotaban cientos de luces danzando con las mareas. Absorta, desde la ventana de mi cuarto veía aquellas luminarias que formaban una suerte de ciudad flotante. Pertenecían a las lanchas de los pescadores del calamar gigante del puerto de Santa Rosalía, municipio de Mulegé.

Había mucha actividad nocturna en la dársena. En pleno apogeo, las pangas regresaban en pocas horas colmadas de ejemplares enormes que después pasaban por la báscula en taras (contenedores de plástico); inmediatamente después se procesaban para la exportación. Una embarcación de medianas proporciones podía retornar a la orilla con una tonelada de este cefalópodo. Y así más de un centenar de lanchas aportaban diariamente el producto que después se enviaba mayoritariamente al mercado asiático.

Este auge atrajo beneficio económico a la comunidad, tanto a los pescadores y su cadena de valor, como a los establecimientos comerciales y de servicios que vieron un repunte económico generado por “la mancha de calamar” que entonces parecía interminable, con ejemplares dóciles para su captura y redituables en peso. “Era un animalero”, decían los pescadores indicando que había mucha cantidad que en la captura nocturna eran atraídos por la luz de la panga (datos proporcionados por Mario Villa).

Dos son las más importantes temporadas de este molusco registradas por los lugareños, la primera en los primeros años de la década de los ochentas y la segunda en la mitad de la década de los noventas. El calamar es migrante, su población cambia de lugar propiciado por aspectos ambientales, siendo la zona intermedia del golfo de California el lugar idóneo para su reproducción, lo cual se ha documentado en “La pesquería del calamar gigante (Dosidicus gigas) en el golfo de california. Recomendaciones de investigación y tácticas de regulación”, realizado investigadores del Instituto Nacional de Pesca, del CRIP La Paz y el CICIMAR.

No hay datos de las cantidades del peso desembarcado en específico de calamar, por lo que quizá están incluidos en los rubros de “otros” o en “captura sin registro oficial”. En datos publicados en documentos anuales como el Sector alimentario en México del INEGI no aparece, pues en los periodos antes referidos de gran extracción y beneficio, en la serie histórica 1994-1999 no se enlista, aunque Baja California Sur es de las entidades de gran participación pesquera en el litoral del Pacífico, ocupando el cuarto lugar anual en ese periodo.

En el Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), se mantiene un registro automatizado que inicia en el 2011. Observando los datos anuales, es evidente el abrupto descenso en la captura calamarera. En el 2014 el SIAP indica que el peso vivo fue de 38,951.38 toneladas. Al cierre del 2017, el peso vivo fue de 1,115.87 toneladas de este molusco cefalópodo. Haciendo una sencilla operación, a manera de suspicacia, la captura de una semana en una buena temporada en Santa Rosalía, pudo haberse acercado a esta cifra reciente de la captura anual nacional.

El dato de la aportación de Baja California Sur en el mencionado año fue de apenas 82.83 toneladas de calamar, cuyo precio fue de $5.35 pesos por kilogramo. En Oaxaca se pagó a $10.00; en Baja California a $8.07; en Sonora en $6.80 y en Sinaloa a $7.02, entidad con la mayor cantidad de peso vivo: 748.59 toneladas (https://www.gob.mx/siap).

Estos datos contrastan con los que diariamente informa la Secretaría de Economía. En una revisión de la venta al menudeo del mes de agosto, se encuentran precios que van de los $93.00 a los $110.00 pesos por kilogramo, siendo el proveniente de Baja California el más caro. No aparecen registros de la venta de calamar gigante en el seguimiento en La Paz para el mencionado mes (www.economia-sniim.gob.mx).

Sin duda este animal, pariente de los pulpos, sigue dando sustento a los pescadores que observan la intención de cerrar el golfo para la pesca industrial, que aunque aporta el 75% de la producción nacional de pescados y mariscos, afectaría a las organizaciones pesqueras (El Financiero. 29/08/2018). Debe entonces encontrarse un punto intermedio, un ganar-ganar en términos económicos y sustentables. La pesca es una actividad ancestral de nuestras localidades costeras. Firmado con tinta de calamar.

Eytale!

En las épocas del apogeo calamarero, las frescas, blancas y carnosas lonjas eran sumamente baratas, por lo que en los hogares porteños se consumía muy seguido. Admito que se llegaba al hartazgo. Entonces el ingenio culinario local derivó en versiones basadas en platillos comunes, como el calamar estilo caguama, en chorizo, empanizado, rebosado, frito, en coctel y hasta en paté, logrando que la comunidad entera se alimentara con esa mancha que no ha regresado.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA

La Tandariola también se escucha. Disponible en podcast en Ivoox.

Tandariola

En el mar disuelto por la densa noche, flotaban cientos de luces danzando con las mareas. Absorta, desde la ventana de mi cuarto veía aquellas luminarias que formaban una suerte de ciudad flotante. Pertenecían a las lanchas de los pescadores del calamar gigante del puerto de Santa Rosalía, municipio de Mulegé.

Había mucha actividad nocturna en la dársena. En pleno apogeo, las pangas regresaban en pocas horas colmadas de ejemplares enormes que después pasaban por la báscula en taras (contenedores de plástico); inmediatamente después se procesaban para la exportación. Una embarcación de medianas proporciones podía retornar a la orilla con una tonelada de este cefalópodo. Y así más de un centenar de lanchas aportaban diariamente el producto que después se enviaba mayoritariamente al mercado asiático.

Este auge atrajo beneficio económico a la comunidad, tanto a los pescadores y su cadena de valor, como a los establecimientos comerciales y de servicios que vieron un repunte económico generado por “la mancha de calamar” que entonces parecía interminable, con ejemplares dóciles para su captura y redituables en peso. “Era un animalero”, decían los pescadores indicando que había mucha cantidad que en la captura nocturna eran atraídos por la luz de la panga (datos proporcionados por Mario Villa).

Dos son las más importantes temporadas de este molusco registradas por los lugareños, la primera en los primeros años de la década de los ochentas y la segunda en la mitad de la década de los noventas. El calamar es migrante, su población cambia de lugar propiciado por aspectos ambientales, siendo la zona intermedia del golfo de California el lugar idóneo para su reproducción, lo cual se ha documentado en “La pesquería del calamar gigante (Dosidicus gigas) en el golfo de california. Recomendaciones de investigación y tácticas de regulación”, realizado investigadores del Instituto Nacional de Pesca, del CRIP La Paz y el CICIMAR.

No hay datos de las cantidades del peso desembarcado en específico de calamar, por lo que quizá están incluidos en los rubros de “otros” o en “captura sin registro oficial”. En datos publicados en documentos anuales como el Sector alimentario en México del INEGI no aparece, pues en los periodos antes referidos de gran extracción y beneficio, en la serie histórica 1994-1999 no se enlista, aunque Baja California Sur es de las entidades de gran participación pesquera en el litoral del Pacífico, ocupando el cuarto lugar anual en ese periodo.

En el Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), se mantiene un registro automatizado que inicia en el 2011. Observando los datos anuales, es evidente el abrupto descenso en la captura calamarera. En el 2014 el SIAP indica que el peso vivo fue de 38,951.38 toneladas. Al cierre del 2017, el peso vivo fue de 1,115.87 toneladas de este molusco cefalópodo. Haciendo una sencilla operación, a manera de suspicacia, la captura de una semana en una buena temporada en Santa Rosalía, pudo haberse acercado a esta cifra reciente de la captura anual nacional.

El dato de la aportación de Baja California Sur en el mencionado año fue de apenas 82.83 toneladas de calamar, cuyo precio fue de $5.35 pesos por kilogramo. En Oaxaca se pagó a $10.00; en Baja California a $8.07; en Sonora en $6.80 y en Sinaloa a $7.02, entidad con la mayor cantidad de peso vivo: 748.59 toneladas (https://www.gob.mx/siap).

Estos datos contrastan con los que diariamente informa la Secretaría de Economía. En una revisión de la venta al menudeo del mes de agosto, se encuentran precios que van de los $93.00 a los $110.00 pesos por kilogramo, siendo el proveniente de Baja California el más caro. No aparecen registros de la venta de calamar gigante en el seguimiento en La Paz para el mencionado mes (www.economia-sniim.gob.mx).

Sin duda este animal, pariente de los pulpos, sigue dando sustento a los pescadores que observan la intención de cerrar el golfo para la pesca industrial, que aunque aporta el 75% de la producción nacional de pescados y mariscos, afectaría a las organizaciones pesqueras (El Financiero. 29/08/2018). Debe entonces encontrarse un punto intermedio, un ganar-ganar en términos económicos y sustentables. La pesca es una actividad ancestral de nuestras localidades costeras. Firmado con tinta de calamar.

Eytale!

En las épocas del apogeo calamarero, las frescas, blancas y carnosas lonjas eran sumamente baratas, por lo que en los hogares porteños se consumía muy seguido. Admito que se llegaba al hartazgo. Entonces el ingenio culinario local derivó en versiones basadas en platillos comunes, como el calamar estilo caguama, en chorizo, empanizado, rebosado, frito, en coctel y hasta en paté, logrando que la comunidad entera se alimentara con esa mancha que no ha regresado.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA

La Tandariola también se escucha. Disponible en podcast en Ivoox.

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