/ viernes 31 de julio de 2020

Bot

Palabra inmersa en el habla viva y cotidiana de millenials y centennials, formando parte de esa jerga digital que para las y los migrantes tecnológicos como yo (X, xennials y anteriores) es en verdad, una asignatura pendiente si no queremos perecer en la ignominia de este siglo.

Ciertamente, aún no se ha incluido en el acervo de la Real Academia Española, pero quizá se agregue como ha sucedido con otras palabras relacionadas con la informática. Esta es la aféresis de la palabra en inglés, robot; es decir, suprime dos letras, para quedar así, simplemente en bot. Sí, es persistente el afán de reducirlo todo. Este tema lo abordé someramente en esta columna cuando abordé lo referente a la inteligencia artificial, IA (El Sudcaliforniano.15/03/2019).

Entonces hablo de un robot intangible, es un sistema informático que simula el comportamiento humano en internet con diversas utilidades y funciones repetitivas, como mandar mensajes, correos electrónicos o realizar posteos en redes sociales.

Hasta el momento los bots se generan y programan para ser rastreadores web, proporcionar respuestas rápidas, ser editores web y como chatbots. Estas cuatro funciones requieren una enorme capacidad computacional, particularmente los últimos son los más populares pero también los más tendenciosos porque se comunican con las personas reales en las redes sociales, pueden desarrollar una nueva identidad e influenciar es aspectos políticos o de organizaciones (El Universal. 04/11/2019).

La primera vez que escuché esta palabra fue en 2011, en plena campaña electoral. En los años siguientes la encuentro con mucha mayor frecuencia, hasta llegar al concepto “granja de bots”. Por supuesto, esta frase genera una imagen en la mente. Lo que se ha descrito en diversos medios y laboratorios de datos es que es un cúmulo de perfiles falsos de usuarios de las redes sociales que emiten mensajes con un fin determinado. Y aunque cada red hace limpieza, como lo hizo Twitter al bloquear 70 millones de cuentas en el año 2019 (Expansión. 03/07/2020), la referencia a la operación de bots es creciente, sumados a los que hay de carne y hueso y pueden tener una ubicación física.

El concepto de la granja la leí por primera vez en el periódico El País y deja en claro que es un negocio que le apuesta al engaño, que da un valor a likes, mensajes y seguidores, generando tráfico: comprar mil “me gusta” cuesta entre 5 y 20 euros (El País. 7/4/2018). Por supuesto es de conocimiento público que se pueden adquirir seguidores. En Tiktok, la app que cundió con el covid, 100 seguidores cuestan dos dólares, aunque por supuesto no aclaran de dónde salen, aunado a que puede vulnerarse la información de la o el tiktoker (South China Morning Post. 18/03/2020).

Hasta el momento hablar de bots y granjas que albergan a individuos reales o no, conectados a la red, con identidades diversas, define la emisión sin parar de mensajes de campañas de comunicación enfocadas hacia la propaganda política, la manipulación, la confusión. Se abre una caja de pandora virtual con sus alcances: bots fans, bots amplificadores, bots infiltrados y bots acosadores (Forbes México. 24/07/2020), los cuales han sido denunciados por periodistas como Julio Astillero y Carmen Aristegui, y se les ha relacionado con el quebranto de Notimex y en diversas campañas políticas.

En momentos de contingencia sanitaria, el acceso a las redes sociales ha tenido un crecimiento exponencial, por tanto, las maneras de convivencia, debate, exposición de ideas, participación, etc., la comunicación orgánica en sí, está en una arena aparente. Nuestros hábitos y gustos, información real y valiosa que aportamos a las corporaciones, corrobora que somos influenciables.

Por supuesto, surgen las suspicacias intrínsecas, ¿quiénes ordenan el uso de bots con fines políticos y si esto es ilegal en nuestro país? Y más suspicaz aún, ¿de dónde se les paga? Misterio.

Eytale!

Me causa una sensación extraña cuando me atiende en línea un bot, pero para las redes ya existen herramientas para verificar la veracidad de las cuentas, como Botometer, de la Universidad de Indiana, un sistema que checa los seguidores de twitter (botometer.iuni.iu.edu); tecleas el @Screenname y el sistema analiza una parte de sus seguidores y amistades y ubica las cuentas falsas. Se lo corrí a algunos personajes. Oh, sí, sus bots hacen bulto.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita. iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA La Tandariola también se escucha. Disponible en podcast en Ivoox.

Palabra inmersa en el habla viva y cotidiana de millenials y centennials, formando parte de esa jerga digital que para las y los migrantes tecnológicos como yo (X, xennials y anteriores) es en verdad, una asignatura pendiente si no queremos perecer en la ignominia de este siglo.

Ciertamente, aún no se ha incluido en el acervo de la Real Academia Española, pero quizá se agregue como ha sucedido con otras palabras relacionadas con la informática. Esta es la aféresis de la palabra en inglés, robot; es decir, suprime dos letras, para quedar así, simplemente en bot. Sí, es persistente el afán de reducirlo todo. Este tema lo abordé someramente en esta columna cuando abordé lo referente a la inteligencia artificial, IA (El Sudcaliforniano.15/03/2019).

Entonces hablo de un robot intangible, es un sistema informático que simula el comportamiento humano en internet con diversas utilidades y funciones repetitivas, como mandar mensajes, correos electrónicos o realizar posteos en redes sociales.

Hasta el momento los bots se generan y programan para ser rastreadores web, proporcionar respuestas rápidas, ser editores web y como chatbots. Estas cuatro funciones requieren una enorme capacidad computacional, particularmente los últimos son los más populares pero también los más tendenciosos porque se comunican con las personas reales en las redes sociales, pueden desarrollar una nueva identidad e influenciar es aspectos políticos o de organizaciones (El Universal. 04/11/2019).

La primera vez que escuché esta palabra fue en 2011, en plena campaña electoral. En los años siguientes la encuentro con mucha mayor frecuencia, hasta llegar al concepto “granja de bots”. Por supuesto, esta frase genera una imagen en la mente. Lo que se ha descrito en diversos medios y laboratorios de datos es que es un cúmulo de perfiles falsos de usuarios de las redes sociales que emiten mensajes con un fin determinado. Y aunque cada red hace limpieza, como lo hizo Twitter al bloquear 70 millones de cuentas en el año 2019 (Expansión. 03/07/2020), la referencia a la operación de bots es creciente, sumados a los que hay de carne y hueso y pueden tener una ubicación física.

El concepto de la granja la leí por primera vez en el periódico El País y deja en claro que es un negocio que le apuesta al engaño, que da un valor a likes, mensajes y seguidores, generando tráfico: comprar mil “me gusta” cuesta entre 5 y 20 euros (El País. 7/4/2018). Por supuesto es de conocimiento público que se pueden adquirir seguidores. En Tiktok, la app que cundió con el covid, 100 seguidores cuestan dos dólares, aunque por supuesto no aclaran de dónde salen, aunado a que puede vulnerarse la información de la o el tiktoker (South China Morning Post. 18/03/2020).

Hasta el momento hablar de bots y granjas que albergan a individuos reales o no, conectados a la red, con identidades diversas, define la emisión sin parar de mensajes de campañas de comunicación enfocadas hacia la propaganda política, la manipulación, la confusión. Se abre una caja de pandora virtual con sus alcances: bots fans, bots amplificadores, bots infiltrados y bots acosadores (Forbes México. 24/07/2020), los cuales han sido denunciados por periodistas como Julio Astillero y Carmen Aristegui, y se les ha relacionado con el quebranto de Notimex y en diversas campañas políticas.

En momentos de contingencia sanitaria, el acceso a las redes sociales ha tenido un crecimiento exponencial, por tanto, las maneras de convivencia, debate, exposición de ideas, participación, etc., la comunicación orgánica en sí, está en una arena aparente. Nuestros hábitos y gustos, información real y valiosa que aportamos a las corporaciones, corrobora que somos influenciables.

Por supuesto, surgen las suspicacias intrínsecas, ¿quiénes ordenan el uso de bots con fines políticos y si esto es ilegal en nuestro país? Y más suspicaz aún, ¿de dónde se les paga? Misterio.

Eytale!

Me causa una sensación extraña cuando me atiende en línea un bot, pero para las redes ya existen herramientas para verificar la veracidad de las cuentas, como Botometer, de la Universidad de Indiana, un sistema que checa los seguidores de twitter (botometer.iuni.iu.edu); tecleas el @Screenname y el sistema analiza una parte de sus seguidores y amistades y ubica las cuentas falsas. Se lo corrí a algunos personajes. Oh, sí, sus bots hacen bulto.

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita. iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA La Tandariola también se escucha. Disponible en podcast en Ivoox.

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