/ jueves 20 de mayo de 2021

BCS, un estado casi insular

Baja California Sur es tierra de mar y de desierto. Registra presencia humana desde hace más de 10 mil años, como lo testimonia el arte rupestre en más de 300 sitios arqueológicos, algunos considerados como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Asentamiento de Cochimíes, Guaycuras y Pericúes, primigenios pobladores de este brazo extendido de la patria, cuya existencia fue diezmada con la presencia del hombre blanco venido de ultramar, a partir del establecimiento de la primera misión virreinal en Loreto, encabezada por los jesuitas en 1697. El desarrollo de otras misiones hacia el norte y hacia el sur de lo que hoy es BCS, se prolongaría hasta fines del siglo XVIII, subsistiendo con las actividades mineras, la ganadería, la agricultura, y la pesca, todas a muy baja escala, y éstas últimas, prácticamente de autoconsumo.

Su aislamiento geográfico, por las vertientes del Golfo de California y del Océano Pacífico, con más de dos mil kilómetros de litoral (19% de las costas mexicanas) la han convertido en un territorio casi insular, arrastrando con ello, profundas dificultades para su desarrollo, aunado a la escasez de agua, y que en la actualidad se encuentra en su punto más crítico, ya que más de la mitad de sus 39 cuencas hídricas, están sobreexplotadas, con intrusión salina, y algunas con presencia de arsénico.

En el terreno político, BCS adquirió su mayoría de edad, hasta el 8 de octubre de 1974, pasando de ser territorio –con gobiernos militares impuestos desde el centro del país- a convertirse en Estado Libre y Soberano, iniciando su vida constitucional a partir del año de 1975. Lo anterior, no fue una concesión gratuita; desde 1945 surgió un movimiento ciudadano denominado Frente de Unificación Sudcaliforniano (FUS) que demandaba gobiernos civiles, y un movimiento posterior, Loreto 70, con la exigencia de gobernantes nativos y con arraigo.

Junto con Quintana Roo, es uno los estados más jóvenes de la Federación, con 46 años de existencia, y apenas ocho periodos de gobierno, resultado de sendos procesos de elecciones libres.

Baja California Sur, con el carácter y la fortaleza de su gente, ha salido avante frente a las adversidades del medio y los avatares del aislamiento geográfico que, durante décadas, lo alejaron también de la dinámica del desarrollo nacional.

Con esta perspectiva histórica, podemos dimensionar el trabajo que aún falta por hacer y lograr que nuestra entidad alcance mejores estadios de crecimiento y desarrollo que beneficie a sus habitantes, sobre todo, aquéllos que han quedado en una condición de desventaja, más si consideramos la dispersión demográfica con cerca de 2 800 comunidades pequeñas en los valles, la costa, la montaña y el desierto, con un clima semidesértico y escasa precipitación pluvial, que adereza las dificultades para el desarrollo de las actividades productivas. Una entidad que concentra cerca del 80% de su población tan solo en los municipios de Los Cabos y La Paz.

Estas circunstancias, obligan a los gobiernos a desarrollar una reingeniería financiera para lograr que, los recursos públicos, siempre escasos, se administren con eficiencia y eficacia; con racionalidad; con ahorro; con austeridad y honradez. Lo anterior, obliga a orientar el gasto público hacia las necesidades más apremiantes de la población, evitando el derroche, combatiendo la corrupción, eliminando las obras de relumbrón, los moches y los sobreprecios.

Por citar un ejemplo, no es posible que el gobierno local, gaste más de 240 mil pesos diarios en imagen, mientras que, algunas comunidades de la entidad, se encuentren en contingencia alimentaria, derivado de la sequía recurrente que impacta sobremanera las actividades primarias como el sector pecuario, anulando sus ingresos para cubrir sus necesidades básicas existenciales.

De ahí la importancia de seguir impulsado la Cuarta Transformación en Baja California Sur, con una nueva forma de hacer gobierno, promoviendo el cambio verdadero y gobernando con todos y para todos. Incorporando en la toma de decisiones, a todos los agentes económicos y sociales, para profundizar en una auténtica gobernanza, donde nadie se quede atrás y nadie se quede afuera.

Baja California Sur es tierra de mar y de desierto. Registra presencia humana desde hace más de 10 mil años, como lo testimonia el arte rupestre en más de 300 sitios arqueológicos, algunos considerados como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Asentamiento de Cochimíes, Guaycuras y Pericúes, primigenios pobladores de este brazo extendido de la patria, cuya existencia fue diezmada con la presencia del hombre blanco venido de ultramar, a partir del establecimiento de la primera misión virreinal en Loreto, encabezada por los jesuitas en 1697. El desarrollo de otras misiones hacia el norte y hacia el sur de lo que hoy es BCS, se prolongaría hasta fines del siglo XVIII, subsistiendo con las actividades mineras, la ganadería, la agricultura, y la pesca, todas a muy baja escala, y éstas últimas, prácticamente de autoconsumo.

Su aislamiento geográfico, por las vertientes del Golfo de California y del Océano Pacífico, con más de dos mil kilómetros de litoral (19% de las costas mexicanas) la han convertido en un territorio casi insular, arrastrando con ello, profundas dificultades para su desarrollo, aunado a la escasez de agua, y que en la actualidad se encuentra en su punto más crítico, ya que más de la mitad de sus 39 cuencas hídricas, están sobreexplotadas, con intrusión salina, y algunas con presencia de arsénico.

En el terreno político, BCS adquirió su mayoría de edad, hasta el 8 de octubre de 1974, pasando de ser territorio –con gobiernos militares impuestos desde el centro del país- a convertirse en Estado Libre y Soberano, iniciando su vida constitucional a partir del año de 1975. Lo anterior, no fue una concesión gratuita; desde 1945 surgió un movimiento ciudadano denominado Frente de Unificación Sudcaliforniano (FUS) que demandaba gobiernos civiles, y un movimiento posterior, Loreto 70, con la exigencia de gobernantes nativos y con arraigo.

Junto con Quintana Roo, es uno los estados más jóvenes de la Federación, con 46 años de existencia, y apenas ocho periodos de gobierno, resultado de sendos procesos de elecciones libres.

Baja California Sur, con el carácter y la fortaleza de su gente, ha salido avante frente a las adversidades del medio y los avatares del aislamiento geográfico que, durante décadas, lo alejaron también de la dinámica del desarrollo nacional.

Con esta perspectiva histórica, podemos dimensionar el trabajo que aún falta por hacer y lograr que nuestra entidad alcance mejores estadios de crecimiento y desarrollo que beneficie a sus habitantes, sobre todo, aquéllos que han quedado en una condición de desventaja, más si consideramos la dispersión demográfica con cerca de 2 800 comunidades pequeñas en los valles, la costa, la montaña y el desierto, con un clima semidesértico y escasa precipitación pluvial, que adereza las dificultades para el desarrollo de las actividades productivas. Una entidad que concentra cerca del 80% de su población tan solo en los municipios de Los Cabos y La Paz.

Estas circunstancias, obligan a los gobiernos a desarrollar una reingeniería financiera para lograr que, los recursos públicos, siempre escasos, se administren con eficiencia y eficacia; con racionalidad; con ahorro; con austeridad y honradez. Lo anterior, obliga a orientar el gasto público hacia las necesidades más apremiantes de la población, evitando el derroche, combatiendo la corrupción, eliminando las obras de relumbrón, los moches y los sobreprecios.

Por citar un ejemplo, no es posible que el gobierno local, gaste más de 240 mil pesos diarios en imagen, mientras que, algunas comunidades de la entidad, se encuentren en contingencia alimentaria, derivado de la sequía recurrente que impacta sobremanera las actividades primarias como el sector pecuario, anulando sus ingresos para cubrir sus necesidades básicas existenciales.

De ahí la importancia de seguir impulsado la Cuarta Transformación en Baja California Sur, con una nueva forma de hacer gobierno, promoviendo el cambio verdadero y gobernando con todos y para todos. Incorporando en la toma de decisiones, a todos los agentes económicos y sociales, para profundizar en una auténtica gobernanza, donde nadie se quede atrás y nadie se quede afuera.