/ viernes 5 de marzo de 2021

Basurización

La lavadora ya casi terminaba su ciclo y estaba atenta a ello para tender inmediatamente la ropa; ya había preparado y servido el desayuno a mi progenitor y ahora lavaba la loza. Después de tender la ropa iría al supermercado a comprar insumos para la comida porque en la tarde tenía una reunión vía zoom. Mientras hacía estas labores cotidianas ese sábado, oía lo que se hablaba en un panel organizado por el Museo de la Mujer que se transmitía por Facebook. Ahí, por primera ocasión escuché la palabra basurización. Sentí repulsión. Qué terrible término, caray.

Era 23 de enero del año 21. El panel se llamó “Políticas feministas en el cuerpo: Fuerzas para el porvenir” y puede usted encontrarlo en esa red social. Es verdad que probablemente es una palabra que desde hace más de una década ha aparecido en medios de comunicación, en los círculos académicos y entre colectivos feministas.

Y como sucede, lo que no se nombra, pues simplemente no existe. Pero realmente la basurización existe desde… no tengo idea. ¿Mil, dos, tres mil años, siempre? Indagué, solo para corroborar mi percepción de que el término no forma parte del léxico cotidiano de algunas personas que conozco y en efecto, ninguna me supo decir a ciencia cierta qué significa. Cuando les expliqué lo entendieron inmediatamente. Y es tan simple y al mismo tiempo, muy indignante, y más si eres mujer.

En efecto, basurización, tiene que ver con basura, pero en un sentido mucho más amplio y tremendo. Es el feminicidio indisociable a este término, con un crudo y terrible contexto. Fuera de marcos epistemológicos, esto tiene que ver con la idea de que las personas y en particular de las mujeres, son cuerpos sin importancia, destinados y disponibles para ser violentados, violados, sin reconocerlos como vidas y en ello, son actos invisibilizados. Uff. Y como diría la Dra. Erika Linding Cisneros (FFyL-UNAM), existe “una cierta anestesia social” ante la tortura, el asesinato, la mutilación, etc.

Los registros de homicidios de hombres y mujeres disponibles en una serie histórica que inicia en el 2004 al 2019, exponen los tremendos datos en ascenso. Solo en asesinatos de mujeres en el espacio público se registraron 1,465 asesinatos a nivel nacional en el 2019; para Sudcalifornia en ese año fueron 5, pero el dato más terrible es el del año 2017: 37 homicidios de mujeres en la calle.

Los asesinatos en la vivienda son la mitad de los ocurridos en la calle. En el 2019 en todo el país se registraron 730. En la media península fueron 4 ese mismo año, pero en el 2017, el año más violento que ha vivido nuestra entidad, fueron 16 (INEGI. Mortalidad. Tabulados interactivos). No hay que olvidar que muchas mujeres son agredidas y llevadas a hospitales donde fallecen. La mayor cantidad se capta por la Secretaría de Salud.

En una agria discusión con un amigo sobre el feminicidio, blandimos argumentos y mientras que le insistía en que el homicidio era diferenciado cuando el motivo era el hecho de ser mujer, él justificaba sobradamente la definición total de homicidio como figura criminal. Ni lo convencí, ni me convenció. Y claro, fue tajante al cerrar el intercambio con la lógica de que, por un lado, asesinan más hombres que mujeres y que cada muerte duele.

Para cerrar, basurizar es, siento, siniestro. “Las estrangularon, las quemaron o murieron por golpes, y sus restos son localizados en bolsas. Es decir, las encontramos embolsadas, como ocurre en Chalco, Estado de México. Son zonas específicas donde las estamos localizando en bolsas. Es la basurización del cuerpo femenino, a las mujeres nos tiran como basura” (La Jornada. 21/3/2015). Cimbra.

Y pareciera que no importan las basurizadas, ellas que bien merecen ser resignificadas, ellas que sí existen en la visión del feminismo, desde la sororidad, entre las mujeres muy mujeres, y que merecen ser reconocidas con sus nombres y sus historias personales como ejercicios de la memoria. Las mujeres no somos basura, nunca lo hemos sido ni nunca lo seremos. Somos la mitad de la humanidad y hemos parido a la otra mitad. Ponerle nombre a lo más terrible es una manera de seguir luchando por las que vienen.

¡Eytale!

Alguna vez, allá en mi niñez, quise ser hombre porque veía a mis primos andar sin camiseta en verano, no hacer quehaceres y jugar en la calle sin horarios. A mi edad, a veces, quisiera ser hombre para entender tanto. Y no sé si vería a la mujer como cuerpo-objeto, un ser de menor valor, dócil y desechable. Quizá me gustaría, no lo sé, ser como muchos, brutalmente insensible ante el dolor infligido, al llanto de las criaturas vulneradas, no tener escrúpulos y sentirme muy hombre por ello, abusivo, dominante, amo y señor, reproduciendo el mandato de la masculinidad. Si fuera hombre…

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA

La Tandariola también en Telegram y Facebook.

La lavadora ya casi terminaba su ciclo y estaba atenta a ello para tender inmediatamente la ropa; ya había preparado y servido el desayuno a mi progenitor y ahora lavaba la loza. Después de tender la ropa iría al supermercado a comprar insumos para la comida porque en la tarde tenía una reunión vía zoom. Mientras hacía estas labores cotidianas ese sábado, oía lo que se hablaba en un panel organizado por el Museo de la Mujer que se transmitía por Facebook. Ahí, por primera ocasión escuché la palabra basurización. Sentí repulsión. Qué terrible término, caray.

Era 23 de enero del año 21. El panel se llamó “Políticas feministas en el cuerpo: Fuerzas para el porvenir” y puede usted encontrarlo en esa red social. Es verdad que probablemente es una palabra que desde hace más de una década ha aparecido en medios de comunicación, en los círculos académicos y entre colectivos feministas.

Y como sucede, lo que no se nombra, pues simplemente no existe. Pero realmente la basurización existe desde… no tengo idea. ¿Mil, dos, tres mil años, siempre? Indagué, solo para corroborar mi percepción de que el término no forma parte del léxico cotidiano de algunas personas que conozco y en efecto, ninguna me supo decir a ciencia cierta qué significa. Cuando les expliqué lo entendieron inmediatamente. Y es tan simple y al mismo tiempo, muy indignante, y más si eres mujer.

En efecto, basurización, tiene que ver con basura, pero en un sentido mucho más amplio y tremendo. Es el feminicidio indisociable a este término, con un crudo y terrible contexto. Fuera de marcos epistemológicos, esto tiene que ver con la idea de que las personas y en particular de las mujeres, son cuerpos sin importancia, destinados y disponibles para ser violentados, violados, sin reconocerlos como vidas y en ello, son actos invisibilizados. Uff. Y como diría la Dra. Erika Linding Cisneros (FFyL-UNAM), existe “una cierta anestesia social” ante la tortura, el asesinato, la mutilación, etc.

Los registros de homicidios de hombres y mujeres disponibles en una serie histórica que inicia en el 2004 al 2019, exponen los tremendos datos en ascenso. Solo en asesinatos de mujeres en el espacio público se registraron 1,465 asesinatos a nivel nacional en el 2019; para Sudcalifornia en ese año fueron 5, pero el dato más terrible es el del año 2017: 37 homicidios de mujeres en la calle.

Los asesinatos en la vivienda son la mitad de los ocurridos en la calle. En el 2019 en todo el país se registraron 730. En la media península fueron 4 ese mismo año, pero en el 2017, el año más violento que ha vivido nuestra entidad, fueron 16 (INEGI. Mortalidad. Tabulados interactivos). No hay que olvidar que muchas mujeres son agredidas y llevadas a hospitales donde fallecen. La mayor cantidad se capta por la Secretaría de Salud.

En una agria discusión con un amigo sobre el feminicidio, blandimos argumentos y mientras que le insistía en que el homicidio era diferenciado cuando el motivo era el hecho de ser mujer, él justificaba sobradamente la definición total de homicidio como figura criminal. Ni lo convencí, ni me convenció. Y claro, fue tajante al cerrar el intercambio con la lógica de que, por un lado, asesinan más hombres que mujeres y que cada muerte duele.

Para cerrar, basurizar es, siento, siniestro. “Las estrangularon, las quemaron o murieron por golpes, y sus restos son localizados en bolsas. Es decir, las encontramos embolsadas, como ocurre en Chalco, Estado de México. Son zonas específicas donde las estamos localizando en bolsas. Es la basurización del cuerpo femenino, a las mujeres nos tiran como basura” (La Jornada. 21/3/2015). Cimbra.

Y pareciera que no importan las basurizadas, ellas que bien merecen ser resignificadas, ellas que sí existen en la visión del feminismo, desde la sororidad, entre las mujeres muy mujeres, y que merecen ser reconocidas con sus nombres y sus historias personales como ejercicios de la memoria. Las mujeres no somos basura, nunca lo hemos sido ni nunca lo seremos. Somos la mitad de la humanidad y hemos parido a la otra mitad. Ponerle nombre a lo más terrible es una manera de seguir luchando por las que vienen.

¡Eytale!

Alguna vez, allá en mi niñez, quise ser hombre porque veía a mis primos andar sin camiseta en verano, no hacer quehaceres y jugar en la calle sin horarios. A mi edad, a veces, quisiera ser hombre para entender tanto. Y no sé si vería a la mujer como cuerpo-objeto, un ser de menor valor, dócil y desechable. Quizá me gustaría, no lo sé, ser como muchos, brutalmente insensible ante el dolor infligido, al llanto de las criaturas vulneradas, no tener escrúpulos y sentirme muy hombre por ello, abusivo, dominante, amo y señor, reproduciendo el mandato de la masculinidad. Si fuera hombre…

Comunicóloga, fotógrafa, diseñadora y sibarita.

iliana.peralta@gmail.com. En Twitter @LA_PERALTA

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