/ domingo 2 de mayo de 2021

Avatares de nuestra “ñ”

En su página oficial del viernes 23 de abril pasado, Google incluyó una colorida alegoría en celebración de la letra “ñ”.

El motivo es que tal fecha es día del Idioma Español, establecido por la Real Academia Española (RAE) para recordar la muerte de don Miguel de Cervantes Saavedra, además de que ese mismo es día internacional del Libro (por disposición de la ONU) para conmemorar los fallecimientos del propio autor de Don Quijote, de William Shakespeare y el inca Garcilaso de la Vega, ocurridos coincidentemente en 1616.

El latín carece de esta figura, y usaba la doble “n” (o ene germinada) como en annus (año), Hispanna (España), canna (caña), penna (peña) y otras.

Del latín derivaron dialectos que luego fueron llamados lenguas románicas o romances como el castellano, el francés, el italiano y otros varios, pero carecía de la eñe.

Los monjes escribanos de la Edad Media (casi los únicos que conocían el arte de la escritura), para ahorrar tiempo y espacio en el pergamino (que era sumamente escaso y caro) procuraban abreviar cuanto podían. Así ocurrió a letras repetidas como “donna”, que pasó a ser “doña” colocando, para evitar la repetición, una tilde en la parte superior de una de las enes. El primer caso de uso de la ñ está en un texto hispánico del siglo X.

El español es el segundo idioma tenido como lengua materna por más habitantes de nuestro planeta, después del chino mandarín; en tercer lugar está el idioma inglés.

La “ñ” pertenece históricamente a nuestra lengua, a la cual hasta adornamos con un moño llamado “virgulilla” (varita), Algunos sostienen que ésta es nada más que una pequeña ene sugerida y extendida.

Un artículo de Alberto López en el periódico español El país afirma que “El castellano y el gallego optaron por esta fórmula de la ñ escrita y pronunciada, mientras que el portugués creó la combinación nh (Espanha), el francés y el italiano optaron por la combinación gn (Espagna) y el catalán introdujo la fórmula ny (Espanya)…”

El rey Alfonso el Sabio fue decidido promotor del uso de la eñe en el siglo XIII, y Antonio de Nebrija quien la introdujo formalmente en su Gramática de la Lengua Castellana, publicada en 1492; sí, el mismo año del arribo de Colón a tierras que pronto fueron nombradas americanas.

Sin embargo, dicha grafía apareció apenas en 1803 formando parte del Diccionario de la Real Academia Española.

Pero nuestra querida amiga ha enfrentado peligros, como en 1991 cuando la Unión Económica Europea (UEE) pretendió desaparecerla con el pretexto de uniformar los teclados tecnológicos. Rápidamente las fuerzas de la cultura presentaron varios frentes, entre ellos el del Nobel García Márquez, al expresar que ese signo significa “un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas sigue expresándose con dos”.

Todo el conflicto terminó cuando el gobierno español decretó el 23 de abril de 1993 que mantenía la obligación de la ñ en los teclados, apoyándose en tratados anteriores a la formación de la UEE.

Quizá el lector recuerda que, al principio, los teclados computacionales carecían de letra tan importante, pero el público hispano-escribiente impuso su exigencia de incluirla y el interés comercial por la lengua inglesa tuvo que declinar su intención hegemónica.

Esta letra naso-palatal (pues se produce mediante el acto de apoyar la lengua en el paladar y expeler el aire por la nariz) se originó en el idioma castellano-español pero ha sido adoptada por hablas de todos los continentes, entre ellas el asturiano, gallego, vasco y algunas africanas y asiáticas como el filipino.

Inclúyanse las originarias americanas que para comunicarse con la cultura dominante debieron utilizar el lenguaje de ésta, de grado o a la fuerza: el aymara, guaraní, mapuche, mixteco, otomí, quechua y zapoteco.

Su influencia es tal en los Estados Unidos de (Anglo) América, que existe ahí una revista titulada Generación Ñ, de Bill Teck (miamense hijo de cubana y estadounidense), que intenta mostrar con orgullo la riqueza cultural de Hispanoamérica en aquel país.

La eñe es, entonces, un emblema identitario de nuestro idioma y de los pueblos que lo hablamos y escribimos, en el que pensamos y… soñamos, con eñe.

En su página oficial del viernes 23 de abril pasado, Google incluyó una colorida alegoría en celebración de la letra “ñ”.

El motivo es que tal fecha es día del Idioma Español, establecido por la Real Academia Española (RAE) para recordar la muerte de don Miguel de Cervantes Saavedra, además de que ese mismo es día internacional del Libro (por disposición de la ONU) para conmemorar los fallecimientos del propio autor de Don Quijote, de William Shakespeare y el inca Garcilaso de la Vega, ocurridos coincidentemente en 1616.

El latín carece de esta figura, y usaba la doble “n” (o ene germinada) como en annus (año), Hispanna (España), canna (caña), penna (peña) y otras.

Del latín derivaron dialectos que luego fueron llamados lenguas románicas o romances como el castellano, el francés, el italiano y otros varios, pero carecía de la eñe.

Los monjes escribanos de la Edad Media (casi los únicos que conocían el arte de la escritura), para ahorrar tiempo y espacio en el pergamino (que era sumamente escaso y caro) procuraban abreviar cuanto podían. Así ocurrió a letras repetidas como “donna”, que pasó a ser “doña” colocando, para evitar la repetición, una tilde en la parte superior de una de las enes. El primer caso de uso de la ñ está en un texto hispánico del siglo X.

El español es el segundo idioma tenido como lengua materna por más habitantes de nuestro planeta, después del chino mandarín; en tercer lugar está el idioma inglés.

La “ñ” pertenece históricamente a nuestra lengua, a la cual hasta adornamos con un moño llamado “virgulilla” (varita), Algunos sostienen que ésta es nada más que una pequeña ene sugerida y extendida.

Un artículo de Alberto López en el periódico español El país afirma que “El castellano y el gallego optaron por esta fórmula de la ñ escrita y pronunciada, mientras que el portugués creó la combinación nh (Espanha), el francés y el italiano optaron por la combinación gn (Espagna) y el catalán introdujo la fórmula ny (Espanya)…”

El rey Alfonso el Sabio fue decidido promotor del uso de la eñe en el siglo XIII, y Antonio de Nebrija quien la introdujo formalmente en su Gramática de la Lengua Castellana, publicada en 1492; sí, el mismo año del arribo de Colón a tierras que pronto fueron nombradas americanas.

Sin embargo, dicha grafía apareció apenas en 1803 formando parte del Diccionario de la Real Academia Española.

Pero nuestra querida amiga ha enfrentado peligros, como en 1991 cuando la Unión Económica Europea (UEE) pretendió desaparecerla con el pretexto de uniformar los teclados tecnológicos. Rápidamente las fuerzas de la cultura presentaron varios frentes, entre ellos el del Nobel García Márquez, al expresar que ese signo significa “un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas sigue expresándose con dos”.

Todo el conflicto terminó cuando el gobierno español decretó el 23 de abril de 1993 que mantenía la obligación de la ñ en los teclados, apoyándose en tratados anteriores a la formación de la UEE.

Quizá el lector recuerda que, al principio, los teclados computacionales carecían de letra tan importante, pero el público hispano-escribiente impuso su exigencia de incluirla y el interés comercial por la lengua inglesa tuvo que declinar su intención hegemónica.

Esta letra naso-palatal (pues se produce mediante el acto de apoyar la lengua en el paladar y expeler el aire por la nariz) se originó en el idioma castellano-español pero ha sido adoptada por hablas de todos los continentes, entre ellas el asturiano, gallego, vasco y algunas africanas y asiáticas como el filipino.

Inclúyanse las originarias americanas que para comunicarse con la cultura dominante debieron utilizar el lenguaje de ésta, de grado o a la fuerza: el aymara, guaraní, mapuche, mixteco, otomí, quechua y zapoteco.

Su influencia es tal en los Estados Unidos de (Anglo) América, que existe ahí una revista titulada Generación Ñ, de Bill Teck (miamense hijo de cubana y estadounidense), que intenta mostrar con orgullo la riqueza cultural de Hispanoamérica en aquel país.

La eñe es, entonces, un emblema identitario de nuestro idioma y de los pueblos que lo hablamos y escribimos, en el que pensamos y… soñamos, con eñe.