/ martes 11 de mayo de 2021

Al sonoro crujir del dolor

Recuerdo cuando un camión urbano ardió en el centro de la ciudad. Por fortuna, los pasajeros que iban a bordo pudieron salir a tiempo y nada más quedó en un buen susto.

Pero si otro hubiera sido el resultado y eso termina con muertos y heridos, ahorita el tema estuviera en boca de todos, porque parece que hasta que se presenta la desgracia es cuando volteamos a ver lo que desde hace mucho tiempo se sabe que está mal.

Quiero decir con esto que vivimos en un país al que parece que solo lo mueve la desgracia.

Esa unidad que se quemó, es una de tantas en malas condiciones que circulan prestando un pésimo servicio de transporte y cobrando una ilegal tarifa, círculo vicioso que ha hecho ricos a muchos sin que hasta la fecha nadie, ningún gobierno, ninguna autoridad competente, haga algo para evitarlo.

Digo camión pero también puedo decir autobús, microbús, trolebús, o metro. Son servicios de transporte, como los tantos servicios que presta el Estado y al decir Estado, no me refiero a una entidad federativa, sino a esa organización política que se constituye en un determinado territorio y tiene el poder de ordenar y administrar la vida en sociedad.

No quiero señalar ninguna sigla, ni de las que estén ahora, ni los que se fueron o se irán o los que vienen en camino para estar y quedarse o dejarle el lugar a otro.

No, no quiero, porque ya estoy harto, pero, intencionalmente, o por negligencia, ahí, en eso que ahora lamentamos, permea la corrupción y la pasividad, el tráfico de influencias y los negocios redondos tras bambalinas y donde, sobre todo, siempre prevalece el interés privado por sobre el interés público.

Ándele: como el caso de las guarderías, por si citar el más ilustrativo ejemplo de lo que le digo. En ellas, por años estuvo presente este cochambre que ensucian los lucrativos abusos del poder, pero no fue sino hasta ese 5 de junio de 2009 cuando la podredumbre quedó a la vista de todos como si fuera nuevo, aunque fuera algo que llevaba años haciéndose.

Pero tuvo que aparecer la muerte, así de espeluznante para que sacáramos la cabeza de ese aturdimiento colectivo donde parece que estamos inmersos, mientras que no pasen estas cosas.

Fue hasta entonces que todo mundo se indignó y los tres niveles de gobierno y la clase política del país entero entonces, puso sus barbas a remojar y queriendo o no, simulando o no, voltearon hacia sus propias trincheras para averiguar, con fingida indignación, como andaba su respectivo feudo en materia de guarderías.

Se hicieron dramatizados pronunciamientos, se revisaron permisos, se nombraron comisiones, se abrieron procesos insulsos, se clausuraron guarderías, se hicieron acusaciones mutuas, se salió a las calles, se hicieron libros, se pusieron a trabajar todas las unidades de protección civil, se escribieron miles de páginas sobre el tema, se presentaron iniciativas y se aprobaron leyes y se vitoreó su promulgación con gozo falso o con gozo ingenuo como si su sola existencia garantizara sus estricto cumplimiento.

No olvidemos que fue justamente la ley la que se pasó por alto, como en muchos otros rubros, por largo, largo tiempo, y colocó una bomba de tiempo para que una tarde, en el tema de las guarderías, (pudo ser una maquiladora, una escuela, una clínica de salud mental, un par vial, una línea del metro, la instalación de una gasolinera en pleno corazón de la ciudad) fuera la que, con desgarrador sobresalto, nos despertara y nos trajera a la realidad, al menos por un tiempo, henchidos de dolor por la muerte de cuarenta nueve niños y otros más, heridos para siempre.

Así como la nota del camión, así seguramente muchas notas sobre guarderías y otros tantos temas públicos, pueden haber aparecido aquí y allá y lo pasamos por alto o se vuelven " intrascendencias" que acaso nomas dejan un buen susto.

Exacto: porque no hubo muertos (de tres para arriba, de preferencia), y como aquel episodio del incendio, nos pasó de noche y si fue una minucia para la indignación ciudadana, parara la autoridad fue una falla mecánica o una jugarreta del destino.

Faltaba más.

Pero si ese camión arde con todo y pasajeros, de inmediato se hubiera nombrado una comisión plural para darle seguimiento a una desgracia que poco a poco, con su indiferencia o su complicidad, ellos mismo han auspiciado.

El gobernador en turno ya hubiera declarado, con cínica retórica, que se aplicaría todo el rigor de la ley a los culpables.

Un pluri, se disputaría con otro pluri, la primicia de anunciar una iniciativa de ley que regula las desgracias en los camiones urbanos, semiurbanos y foráneos.

En otras Estados se iniciaría, en apariencia, una revisión exhaustiva de este servicio y cada gobierno diría que, ahí en su terruño, todo anda tan bien, que da envidia.

Y en el lugar de los hechos se levantarían monumento bien grandote de pura chatarra con el nombre de todas las víctimas.

Ay, amigos y amigas de ayer y ahora ¿Por qué me acuerdo del reventar del muro de contención en La Paz B.C.S. el 30 de Septiembre de 1976 y las miles de muertes que ocasionó esto? ¿Por qué se me viene a la memoria la explosión de San Juanico ocurridas el 19 de Noviembre de 1984, de las explosiones en el barrio céntrico de Analco de Guadalajara Jalisco el 22 de abril de 1992, o los 65 mineros de Pasta de Conchos en Coahuila? ¿O del incendio en la discoteca Lobohombo, que dejó 21 personas muertas y de los 12 muertos en antro News Divine, ambos en el D.F? .

¿Por qué recuerdo a los 45 indígenas muertos de Acteal el 22 de Diciembre de 1997? ¿Por qué me sitúo en aquel miércoles 28 de junio de 1995, en el vado de Aguas Blancas, Guerrero donde murieron asesinados 17 campesinos?

¿ por qué mi memoria no olvida la explosión de un oleoducto en la ciudad de Tlahuelilpan, en el estado de Hidalgo, en México, que primero dejó un saldo inicial de 73 muertos y 74 heridos y posteriormente, la cifra de muertes se elevó a 137 debido a la gravedad de las quemaduras de los lesionados.

Este era un país con los pies de trapo y tantas cosas al revés… ¿quieres que te lo cuenten otra vez?

¿Qué tan lejos estarán “las últimas consecuencias “ que nunca llegan a ellas?

¿Por qué tropezamos y tropezamos como país una y otra vez con la misma piedra? ¿Por qué tanta indignación y coraje? ¿Quién por omisión o comisión dejó que se encendiera la primera chispa? ¿Quién el fuego? ¿Quién el humo y los lamentos?

¿Quién las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes?

Recuerdo cuando un camión urbano ardió en el centro de la ciudad. Por fortuna, los pasajeros que iban a bordo pudieron salir a tiempo y nada más quedó en un buen susto.

Pero si otro hubiera sido el resultado y eso termina con muertos y heridos, ahorita el tema estuviera en boca de todos, porque parece que hasta que se presenta la desgracia es cuando volteamos a ver lo que desde hace mucho tiempo se sabe que está mal.

Quiero decir con esto que vivimos en un país al que parece que solo lo mueve la desgracia.

Esa unidad que se quemó, es una de tantas en malas condiciones que circulan prestando un pésimo servicio de transporte y cobrando una ilegal tarifa, círculo vicioso que ha hecho ricos a muchos sin que hasta la fecha nadie, ningún gobierno, ninguna autoridad competente, haga algo para evitarlo.

Digo camión pero también puedo decir autobús, microbús, trolebús, o metro. Son servicios de transporte, como los tantos servicios que presta el Estado y al decir Estado, no me refiero a una entidad federativa, sino a esa organización política que se constituye en un determinado territorio y tiene el poder de ordenar y administrar la vida en sociedad.

No quiero señalar ninguna sigla, ni de las que estén ahora, ni los que se fueron o se irán o los que vienen en camino para estar y quedarse o dejarle el lugar a otro.

No, no quiero, porque ya estoy harto, pero, intencionalmente, o por negligencia, ahí, en eso que ahora lamentamos, permea la corrupción y la pasividad, el tráfico de influencias y los negocios redondos tras bambalinas y donde, sobre todo, siempre prevalece el interés privado por sobre el interés público.

Ándele: como el caso de las guarderías, por si citar el más ilustrativo ejemplo de lo que le digo. En ellas, por años estuvo presente este cochambre que ensucian los lucrativos abusos del poder, pero no fue sino hasta ese 5 de junio de 2009 cuando la podredumbre quedó a la vista de todos como si fuera nuevo, aunque fuera algo que llevaba años haciéndose.

Pero tuvo que aparecer la muerte, así de espeluznante para que sacáramos la cabeza de ese aturdimiento colectivo donde parece que estamos inmersos, mientras que no pasen estas cosas.

Fue hasta entonces que todo mundo se indignó y los tres niveles de gobierno y la clase política del país entero entonces, puso sus barbas a remojar y queriendo o no, simulando o no, voltearon hacia sus propias trincheras para averiguar, con fingida indignación, como andaba su respectivo feudo en materia de guarderías.

Se hicieron dramatizados pronunciamientos, se revisaron permisos, se nombraron comisiones, se abrieron procesos insulsos, se clausuraron guarderías, se hicieron acusaciones mutuas, se salió a las calles, se hicieron libros, se pusieron a trabajar todas las unidades de protección civil, se escribieron miles de páginas sobre el tema, se presentaron iniciativas y se aprobaron leyes y se vitoreó su promulgación con gozo falso o con gozo ingenuo como si su sola existencia garantizara sus estricto cumplimiento.

No olvidemos que fue justamente la ley la que se pasó por alto, como en muchos otros rubros, por largo, largo tiempo, y colocó una bomba de tiempo para que una tarde, en el tema de las guarderías, (pudo ser una maquiladora, una escuela, una clínica de salud mental, un par vial, una línea del metro, la instalación de una gasolinera en pleno corazón de la ciudad) fuera la que, con desgarrador sobresalto, nos despertara y nos trajera a la realidad, al menos por un tiempo, henchidos de dolor por la muerte de cuarenta nueve niños y otros más, heridos para siempre.

Así como la nota del camión, así seguramente muchas notas sobre guarderías y otros tantos temas públicos, pueden haber aparecido aquí y allá y lo pasamos por alto o se vuelven " intrascendencias" que acaso nomas dejan un buen susto.

Exacto: porque no hubo muertos (de tres para arriba, de preferencia), y como aquel episodio del incendio, nos pasó de noche y si fue una minucia para la indignación ciudadana, parara la autoridad fue una falla mecánica o una jugarreta del destino.

Faltaba más.

Pero si ese camión arde con todo y pasajeros, de inmediato se hubiera nombrado una comisión plural para darle seguimiento a una desgracia que poco a poco, con su indiferencia o su complicidad, ellos mismo han auspiciado.

El gobernador en turno ya hubiera declarado, con cínica retórica, que se aplicaría todo el rigor de la ley a los culpables.

Un pluri, se disputaría con otro pluri, la primicia de anunciar una iniciativa de ley que regula las desgracias en los camiones urbanos, semiurbanos y foráneos.

En otras Estados se iniciaría, en apariencia, una revisión exhaustiva de este servicio y cada gobierno diría que, ahí en su terruño, todo anda tan bien, que da envidia.

Y en el lugar de los hechos se levantarían monumento bien grandote de pura chatarra con el nombre de todas las víctimas.

Ay, amigos y amigas de ayer y ahora ¿Por qué me acuerdo del reventar del muro de contención en La Paz B.C.S. el 30 de Septiembre de 1976 y las miles de muertes que ocasionó esto? ¿Por qué se me viene a la memoria la explosión de San Juanico ocurridas el 19 de Noviembre de 1984, de las explosiones en el barrio céntrico de Analco de Guadalajara Jalisco el 22 de abril de 1992, o los 65 mineros de Pasta de Conchos en Coahuila? ¿O del incendio en la discoteca Lobohombo, que dejó 21 personas muertas y de los 12 muertos en antro News Divine, ambos en el D.F? .

¿Por qué recuerdo a los 45 indígenas muertos de Acteal el 22 de Diciembre de 1997? ¿Por qué me sitúo en aquel miércoles 28 de junio de 1995, en el vado de Aguas Blancas, Guerrero donde murieron asesinados 17 campesinos?

¿ por qué mi memoria no olvida la explosión de un oleoducto en la ciudad de Tlahuelilpan, en el estado de Hidalgo, en México, que primero dejó un saldo inicial de 73 muertos y 74 heridos y posteriormente, la cifra de muertes se elevó a 137 debido a la gravedad de las quemaduras de los lesionados.

Este era un país con los pies de trapo y tantas cosas al revés… ¿quieres que te lo cuenten otra vez?

¿Qué tan lejos estarán “las últimas consecuencias “ que nunca llegan a ellas?

¿Por qué tropezamos y tropezamos como país una y otra vez con la misma piedra? ¿Por qué tanta indignación y coraje? ¿Quién por omisión o comisión dejó que se encendiera la primera chispa? ¿Quién el fuego? ¿Quién el humo y los lamentos?

¿Quién las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes, las muertes?