/ domingo 4 de julio de 2021

Adhesión californiana a la Independencia de México

Mientras el 4 de julio de 1776 era proclamada la independencia de los Estados Unidos de (norte) América, lo que hoy es México aún estaba lejos de constituirse como país autónomo, poseía más del doble del territorio actual y su nombre era Nueva España.

Todo el territorio novohispano tenía más o menos cuatro y medio millones de habitantes. Empezaba a darse un rápido proceso de difusión de las ideas, y la efervescencia social a exigir cauces hacia el cambio, factores que habrían de desembocar a la vuelta del siglo en las luchas independentistas de las colonias de América.

Francisco Xavier de Rivera tenía el mando de la Antigua o Baja California que comprendía todo el territorio peninsular, con residencia en Loreto.

En esos tiempos la situación era grandemente difícil para los californios del sur: las sequías hacían infructuosos los empeños agrícolas, la carencia y consecuente carestía de lo indispensable eran azote cotidianos en las misiones ahora a cargo de los religiosos dominicos, así como en los reales mineros.

De acuerdo con un censo oficial de la época, desde San Ignacio hasta San José del Cabo vivían poco más de 2,000 personas (hombre, mujeres y niños), entre aborígenes y “gente de razón”. Los primeros lugares en cantidad de habitantes los tenían respectivamente Santa Ana, al sur de La Paz, y Loreto.

Un informe de entonces sobre la península hace saber que “la principal causa de su ruina es la falta de agua”, y que algunas misiones iban “a pasos agigantados a su total extinción…”

Los finales del siglo XVIII dejaron en California peninsular el ejercicio de la autoridad civil y el inicio de la colonización laica. En la nueva centuria se propiciaría la formación de la identidad mexicana y habrían de desatarse las ambiciones extranjeras; entre sus más terribles resultados estuvo la pérdida, para México, de la abundante California continental.

En opinión de don Pablo L. Martínez, durante el periodo que va “de 1810 a 1822 en que se juró la independencia (en esta tierra), el único efecto que sobre la Baja California tuvo la revolución iniciada por Miguel Hidalgo, fue la de haber ocasionado durante la mayor parte de ese lapso, la falta de pago de los sueldos de la tropa...”

En 1811 llegaron a Loreto, desde la capital de Nueva España, tres comisionados para comunicar a las autoridades el movimiento de independencia y buscar adeptos a favor de la causa. Encabezaba al grupo Fernando Aguirre Inchaus, quien halló respuesta negativa a su propósito. Era gobernador de California peninsular Felipe de Goicochea.

El 17 de febrero de 1822, el pueblo de San José del Cabo sufrió el ataque y el saqueo de la armada de un tal lord Thomas de Cochrane, con el argumento de que las Californias se hallaban todavía bajo el dominio español y, como consecuencia, que en dicha provincia aún faltaba jurar la independencia de México, promulgada en el centro del país casi cinco meses antes de estas ocurrencias.

Cochrane, que había participado en las guerras autonomistas de Chile y Perú, ofreció a Agustín de Iturbide sus servicios para consolidar la soberanía de la nueva nación en todos sus territorios, lo cual le fue denegado. A pesar de ello, dos barcos del inglés, el Araucano y el Independencia, llegaron a la actual cabecera municipal de Los Cabos con bandera chilena. El primero continuó el viaje rumbo a Loreto, y los tripulantes del segundo se dedicaron a un desmedido atraco. Quizá el nombre del llamado puerto “Chileno” sea una mala recordación de ese acontecimiento.

Dos días más tarde, los habitantes de Todos Santos repelieron el ataque de doce de estos saqueadores que envió el capitán del Independencia hasta ese lugar, ocho de los cuales fueron muertos por los indignados todosanteños.

El 4 de marzo llegaron los del Araucano a Loreto, donde fueron combatidos exitosamente por el alférez José María Mata, quien el día 7 siguiente, en compañía del alcalde Juan Higuera hizo jurar por habitantes y autoridades la independencia nacional en esa capital californiana.

Fue oficialmente la primera de tres declaratorias de la independencia nacional que se efectuaron en esta región.

Algún tiempo después, el presunto capitán José María López, supuestamente nombrado por las autoridades del imperio de Iturbide, ratificó en la misma población la jura y lealtad al plan de Iguala.

El tercero y último acto de adhesión californiana a la independencia de México fue organizado y realizado, nuevamente en la capital lauretana, por fray Agustín Fernández de San Vicente, representante oficial del gobierno iturbidista, el 7 de julio del propio 1822.

El aniversario 99 de este hecho se cumplirá en la presente semana.

Mientras el 4 de julio de 1776 era proclamada la independencia de los Estados Unidos de (norte) América, lo que hoy es México aún estaba lejos de constituirse como país autónomo, poseía más del doble del territorio actual y su nombre era Nueva España.

Todo el territorio novohispano tenía más o menos cuatro y medio millones de habitantes. Empezaba a darse un rápido proceso de difusión de las ideas, y la efervescencia social a exigir cauces hacia el cambio, factores que habrían de desembocar a la vuelta del siglo en las luchas independentistas de las colonias de América.

Francisco Xavier de Rivera tenía el mando de la Antigua o Baja California que comprendía todo el territorio peninsular, con residencia en Loreto.

En esos tiempos la situación era grandemente difícil para los californios del sur: las sequías hacían infructuosos los empeños agrícolas, la carencia y consecuente carestía de lo indispensable eran azote cotidianos en las misiones ahora a cargo de los religiosos dominicos, así como en los reales mineros.

De acuerdo con un censo oficial de la época, desde San Ignacio hasta San José del Cabo vivían poco más de 2,000 personas (hombre, mujeres y niños), entre aborígenes y “gente de razón”. Los primeros lugares en cantidad de habitantes los tenían respectivamente Santa Ana, al sur de La Paz, y Loreto.

Un informe de entonces sobre la península hace saber que “la principal causa de su ruina es la falta de agua”, y que algunas misiones iban “a pasos agigantados a su total extinción…”

Los finales del siglo XVIII dejaron en California peninsular el ejercicio de la autoridad civil y el inicio de la colonización laica. En la nueva centuria se propiciaría la formación de la identidad mexicana y habrían de desatarse las ambiciones extranjeras; entre sus más terribles resultados estuvo la pérdida, para México, de la abundante California continental.

En opinión de don Pablo L. Martínez, durante el periodo que va “de 1810 a 1822 en que se juró la independencia (en esta tierra), el único efecto que sobre la Baja California tuvo la revolución iniciada por Miguel Hidalgo, fue la de haber ocasionado durante la mayor parte de ese lapso, la falta de pago de los sueldos de la tropa...”

En 1811 llegaron a Loreto, desde la capital de Nueva España, tres comisionados para comunicar a las autoridades el movimiento de independencia y buscar adeptos a favor de la causa. Encabezaba al grupo Fernando Aguirre Inchaus, quien halló respuesta negativa a su propósito. Era gobernador de California peninsular Felipe de Goicochea.

El 17 de febrero de 1822, el pueblo de San José del Cabo sufrió el ataque y el saqueo de la armada de un tal lord Thomas de Cochrane, con el argumento de que las Californias se hallaban todavía bajo el dominio español y, como consecuencia, que en dicha provincia aún faltaba jurar la independencia de México, promulgada en el centro del país casi cinco meses antes de estas ocurrencias.

Cochrane, que había participado en las guerras autonomistas de Chile y Perú, ofreció a Agustín de Iturbide sus servicios para consolidar la soberanía de la nueva nación en todos sus territorios, lo cual le fue denegado. A pesar de ello, dos barcos del inglés, el Araucano y el Independencia, llegaron a la actual cabecera municipal de Los Cabos con bandera chilena. El primero continuó el viaje rumbo a Loreto, y los tripulantes del segundo se dedicaron a un desmedido atraco. Quizá el nombre del llamado puerto “Chileno” sea una mala recordación de ese acontecimiento.

Dos días más tarde, los habitantes de Todos Santos repelieron el ataque de doce de estos saqueadores que envió el capitán del Independencia hasta ese lugar, ocho de los cuales fueron muertos por los indignados todosanteños.

El 4 de marzo llegaron los del Araucano a Loreto, donde fueron combatidos exitosamente por el alférez José María Mata, quien el día 7 siguiente, en compañía del alcalde Juan Higuera hizo jurar por habitantes y autoridades la independencia nacional en esa capital californiana.

Fue oficialmente la primera de tres declaratorias de la independencia nacional que se efectuaron en esta región.

Algún tiempo después, el presunto capitán José María López, supuestamente nombrado por las autoridades del imperio de Iturbide, ratificó en la misma población la jura y lealtad al plan de Iguala.

El tercero y último acto de adhesión californiana a la independencia de México fue organizado y realizado, nuevamente en la capital lauretana, por fray Agustín Fernández de San Vicente, representante oficial del gobierno iturbidista, el 7 de julio del propio 1822.

El aniversario 99 de este hecho se cumplirá en la presente semana.